Pedro Sánchez hurga en la división del gobierno de Torra

El Gobierno hace el vacío a Torra mientras mantiene el contacto con Aragonès y Marlaska elogia a los Mossos y la coordinación con Buch

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El gobierno de Pedro Sánchez no desaprovecha ni una ocasión para subrayar y sacar partido de la creciente soledad del presidente de la Generalitat, Quim Torra, al que ha dejado de considerar un interlocutor válido. Este lunes, Sánchez se desplazó por sorpresa a Barcelona y no solo se negó a reunirse con él, sino que siguió sin atender a sus llamadas.

Y, para que nadie dudara de que se trataba de un ninguneo, el presidente del Gobierno en funciones sí llamó a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y a la presidenta de la Diputación, Núria Marín, para transmitirles «el apoyo y la solidaridad del gobierno de España con Barcelona», tal y como él mismo se encargó de publicitar convenientemente en sus redes sociales.

Sánchez, cuyo paso fugaz por la capital catalana transcurrió sin facilitar con carácter previo su agenda y se circunscribió a una visita a la Jefatura Superior de Policía de Cataluña y a los agentes de policía ingresados en los hospitales Sant Pau y Sagrat Cor, no solo le hace el vacío al president, sino que además, no deja pasar un día sin hurgar en las profundas divisiones internas que socavan el gobierno de la Generalitat, a la busca de una crisis definitiva que precipite el fin de la legislatura en Cataluña.

Así, la Moncloa confirmó que la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, sí mantiene contactos con el vicepresident y hombre fuerte de ERC en el ejecutivo de Torra, Pere Aragonès, tal y como publicó este mismo lunes La Vanguardia. Fuentes de la presidencia de la Generalitat aseguran que Torra estaba al corriente de esos contactos, de los que el govern no quiso concretar más detalles, pero la formación a la que pertenece Torra, Junts per Catalunya (JxCat), afirmaba en rueda de prensa y por boca de su diputada en el Congreso Laura Borràs no tener constancia de la existencia de ningún canal de comunicación abierto entre Aragonès y la Moncloa.

“En todo caso, no tenemos ninguna clase de duda de que, por lealtad al govern, el vicepresident lo que hará inmediatamente es indicar que con quien tiene que hablar Pedro Sánchez es con el presidente de la Generalitat”, espetó la también candidata a los comicios del 10-N. Los reproches en las redes a Aragonès y por extensión a Esquerra provenientes de usuarios independentistas arreciaron a lo largo del día.

Borràs extendió sus reproches a ERC a otro terreno: el de la insistencia de los republicanos en unas elecciones anticipadas en Cataluña, un planteamiento que llevan meses poniendo sobre la mesa y que, tras unas semanas de tregua, el exdiputado Joan Tardà volvió a sacar a la palestra la semana pasada. “Unas elecciones son un escenario de desunión”, zanjó la diputada, que consideró incongruente que en Esquerra, a la que no nombró, no quisieran una repetición de las elecciones generales y, en cambio. “ahora sí las quieran en Cataluña”.

El desencuentro entre JxCat y ERC viene de lejos, pero se acentuado aún más tras constatarse que finalmente no han sido capaces de consensuar la respuesta institucional a la sentencia con la que el independentismo llevaba meses amagando, y tras descolgarse Torra en el pleno del pasado jueves en el Parlament con la propuesta de ejercer la autodeterminación antes del fin de esta legislatura sin haberla consensuado ni tan solo comunicado antes a ninguno de sus consellers.

Grande-Marlaska y el cortocircuito con los Mossos

La otra herida interna abierta, y sangrante, del gobierno catalán, es la del departamento de Interior y los Mossos d’Esquadra, situados en el epicentro del cortocircuito generado por la y también en esa hurga el gobierno de Sánchez, en este caso, con el protagonismo asumido por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que este lunes acompañó a Sánchez y que el sábado sí se reunió con el conseller de interior, Miquel Buch, en el punto de mira tanto de ERC como de Junts per Catalunya, el expresidente catalán Carles Puigdemont y el propio Torra.

Grande-Marlaska, además, no se cansa de elogiar la actuación de los Mossos y la colaboración que están teniendo con la Policía Nacional y la Guardia Civil y que su propio ministerio está encontrando en la consellería que encabeza Buch, a la vez que exige al presidente de la Generalitat que condene la violencia desatada desde la comunicación de la sentencia del Tribunal Supremo en la causa del 1-O de forma más rotunda que hasta ahora.

La postura del ministro respecto de los Mossos contrasta con la ambivalencia de Torra respecto de la actuación de su propia policía, y también con los abiertos reproches lanzados desde JxCat, que prefiere enfatizar las imágenes de excesos policiales vistas estos días antes que cerrar filas con el cuerpo, atrapados president, govern  y partidos independentistas en el cortocircuito que supone tener el mando de la policía que para los pies a los manifestantes a los que ellos mismos han jaleado. El ejecutivo socialista, más que pescar en río revuelto, trata de que ese caudal de contradicciones y tensiones internas acabe por desbordarse y forzar ese avance electoral por el que suspira Esquerra y que JxCat, en cambio, no quiere ni considerar.

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