Adiós a la mitad de los comercios de la Rambla de Barcelona

La falta de turistas provoca que el 65% de los establecimientos de la Rambla de Barcelona tengan la persiana bajada en agosto

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La Rambla era el escaparate turístico de Barcelona hasta que, por culpa de las cuarentenas que se aplican a los viajeros, se quedó sin turistas. La asociación Amics de la Rambla, que representa a los intereses económicos de esta arteria barcelonesa, calcula que el 65% de los establecimientos permanecen con la persiana bajada este agosto, cuando siempre había sido uno de los mejores meses y con todo abierto.

Algunos comercios y restaurantes de la Rambla ya han anunciado el cierre definitivo. Otros esperarán a septiembre o, incluso, hasta marzo, en función de su capacidad de resistencia, para tomar una decisión. Esperan a ver si vuelven los clientes, ya sean extranjeros o nacionales, la prórroga de los ERTEs, si se les autorizan nuevos créditos y, en muchos casos, de si les rebajan los alquileres.

Fermín Villar, presidente de Amics de la Rambla, subraya que cuando se critica a este bulevar por ser excesivamente turístico, aunque se trate de una apreciación cierta, se obvia que el personal que trabaja en los establecimientos turísticos vive en su gran mayoría en el mismo distrito de Ciutat Vella. Si el comercio de la Rambla recibe un golpe, también lo encajan sus vecinos.

Villar insiste en que la actual oferta comercial y de restauración de Barcelona, no solo la de la Rambla, sino la del conjunto de la ciudad, “no se aguanta sin un turismo que gaste”. Indica que a la alcaldesa Ada Colau le cuesta entenderlo: “si le sobra esta oferta”, significa que “también le sobra la gente que está trabajando” en este tipo de establecimientos.

Los empresarios de la Rambla se sienten olvidados. Desde su asociación apuestan por potenciar la seguridad ciudadana y la dimensión cultural. Recuerdan que en este paseo se encuentra el templo operístico del Liceo, teatros como el Poliorama y el Club Capitol, diversos museos, así como una variada oferta cultural que podría ampliarse.

Sin embargo, Villar indica que “el Ayuntamiento ha desaparecido”. La tan anunciada reforma de la Rambla sigue encallada. Los comerciantes y restauradores propusieron al presidente del distrito, el concejal Jordi Rabassa, de Barcelona en Comú, hacer una vía más peatonal. Reducir el tráfico rodado a vecinos y a las necesidades del comercio. Eso significaría quitar los autobuses articulados de 18 metros de longitud. Nunca les han hecho caso.

Villar revela que cuando se reunió con la concejal de Movilidad, la socialista Rosa Alarcón, esta le indicó que desconocía la propuesta de los comerciantes porque la presidencia del distrito nunca se la trasladó. Villar reconoce que mantienen una relación más fluida con los concejales del PSC que con los de BComú, que son los dos socios del gobierno municipal.

Curiosamente, el gobierno de Colau impondrá restricciones al tráfico rodado en la Via Laietana, en contra de la opinión de los comerciantes, mientras que, en la Rambla, donde los comerciantes reclaman desde hace años restricciones al tráfico, no han hecho nada al respecto.

Política de terrazas

La empresaria Anna Matamala, que esta al frente de la cafetería Moka, también se muestra muy crítica con el Ayuntamiento. Concretamente, con su política de ocupación del espacio público. Recuerda que, históricamente, en la Rambla siempre han existido las terrazas para ver a la gente “ramblear”. Pide que les dejen recuperar este bulevar siguiendo el modelo de los cafés de París de época que todavía se mantienen.

Moka es una histórica cafetería que cuenta con una gran superficie interior pero con solo seis mesas en la terraza exterior. Solicitaron al Ayuntamiento autorización para colocar otras seis mesas, al amparo de la normativa para facilitar la reapertura de locales, pero todavía no tienen respuesta. “En el Ayuntamiento dijeron que eran medidas de urgencia para el verano”, bromea.

Moka aún no ha vuelto a la actividad después del estado de alarma. Y no es solo por la licencia de la ampliación de la terraza. Matamala señala que, si abriesen ahora, entraría en “pérdidas insoportables”. Mantener una cafetería de estas dimensiones, aunque sea con un personal mínimo de cuatro personas, conlleva unos gastos que, en estos momentos, no se cubrirían.

“Si no hay cruceros, ni autocares, ni tampoco vecinos porque se han ido de vacaciones, ¿quién queda?, ¿quién se apunta a ‘ramblear’?, si no hay casi nada, ni las palomas”, apunta Matamala. Por cierto, la población de palomas tan típica de la Rambla también se ha reducido a la mitad por los tratamientos anticonceptivos que aplica el Ayuntamiento.

La propietaria del Moka indica que intentarán abrir en septiembre, si la nueva normalidad lo permite, si vuelven los niños a la escuela, si llegan visitantes. En caso contrario, confían en los créditos del ICO y en que los ERTEs se prorroguen para poder abrir en marzo.

Afirma que los escasos restauradores de la Rambla que han abierto se están tirando de los pelos. Insiste en que lo hicieron con la mejor de las intenciones, pero que están perdiendo más con el local abierto que si no tuvieran cerrado. Y critica como se han regulado los ERTE, que “en vez de favorecer a los que intentan abrir, los penalizan”.

Un mercado vacío

En medio de la Rambla está el célebre mercado de la Boqueria. El presidente de la asociación de vendedores, Salvador Capdevila, señala que el 40% de las paradas están cerradas este mes de agosto, aunque su número “fluctúa”. Muchas paradas abren solo por las mañanas, otras en según que días.

Durante la peor fase del estado de alarma, solo cerró un 25% de los puestos del mercado (la mayor parte, dedicados a bar o restaurante ya que se prohibió su actividad), pero ahora los cierres alcanzan el 40%. El mercado se ve casi vacío por las tardes porque muchas paradas, ante la falta de clientes, optan por abrir solo las mañanas o por irse de vacaciones.

Capdevila precisa que el gran cliente del mercado no son los turistas, sino los restaurantes, aunque muchos de ellos vivan precisamente de los turistas. Indica que un restaurante de menús de tipo medio gasta entre 400 y 500 euros al día en la Boqueria. Los turistas que la visitan en masa solo compran bebidas o vasos de fruta. Las compras que realiza un simple restaurante equivalen a las de más de un centenar de turistas. Sin embargo, son conscientes de lo que supone el turismo.

Pasillo central del mercado de la Boqueria. La imagen corresponde a la mañana del pasado miércoles, sin las aglomeraciones habituales de turistas de otros veranos. /EDPasillo central del mercado de la Boqueria. La imagen corresponde a la mañana del pasado miércoles, sin las aglomeraciones habituales de turistas de otros veranos. /ED

Sufren un descenso en las ventas, tanto por el cierre de los restaurantes como porque sus compradores habituales también se han ido de vacaciones. No obstante, las paradas de alimentación están resistiendo. En los últimos meses han incrementado las ventas por internet y a domicilio, especialmente de sus productos gourmet.

Restaurantes que resisten

Los hoteles y restaurantes son los más afectados por la falta de turistas, que no se atreven a visitar la ciudad por los controles a les someterán en sus países del origen al regreso. No obstante, algunos establecimientos han abierto, aunque con escaso éxito.

Respecto a los restaurantes, ha abierto algún histórico como el Nuria, en la parte alta de la Rambla, o el Amaya, en la baja, aunque a simple vista se percibe que apenas tienen clientes.

En una de las grandes terrazas del final de la Rambla, en la que en otros tiempos se servían paellas a destajo a los turistas, el pasado miércoles a las 14.00 horas del mediodía solo tenía tres mesas ocupadas de 20, con un total de siete comensales. Unos metros más allá, otro restaurante con solo una mesa ocupada ofertaba menús a 12 euros, un precio nunca visto. MacDonald’s y Burger King incluso han acortado sus horarios. El último abre a partir de las 12.00 horas.

Están cerrados restaurantes clásicos como La Poma, El Regulador o el Viena, así como los más turísticos Fato a mano, Maccabi, Habibi, Humus &Company, San Remo, Casa Lola, Vapiano, Anatolia, … e, incluso, el Kentucky Fried Chicken (KFC).

Bares, cafeterías y heladerías siguen la misma tónica. La mayoría permanecen con la persiana bajada. Algunos establecimientos, como el American Soda, han aprovechado para hacer obras de reforma. Starbucks abre a partir de las 14.00 horas de la tarde.

Los mejores hoteles de la Rambla, como Le Meridien o el Serhs Rivoli Rambla, continúan cerrados. Este último incluso tiene la puerta principal tapiada. Tampoco abren Eurostars, Arc de la Rambla, Ramblas, Bagués, Lloret, …

Algunos apartahoteles han probado suerte. En Citadines reconocen que tienen “pocos clientes”, todos nacionales, pese a rebajar los precios en pleno agosto. En Apart-Ramblas 108 precisan que, en los últimos días, han tenido un máximo de dos apartamentos ocupados.

Muchos comercios han colgado el cartel de “vacaciones”, especialmente zapaterías y pequeñas tiendas. La dependencia del turismo queda patente en Escribà, la afamada pastelería de Christian Escribà: mantiene abiertas sus tiendas de Gran Via y de la Diagonal, pero ha cerrado la de la Rambla.

Nubarrones sobre el Liceo

Las instituciones culturales no saben cuando volverán. El Gran Teatro del Liceo iba por el camino de conseguir un récord de ocupación de plazas, así como de facturación, hasta en marzo se vio obligado a suspender la programación. La previsión de ingresos de la temporada 2019-2020 se reduce en 10,2 millones de euros, al obtener solo 39,9 millones de los 49,1 previstos. Ahora aplican un plan de medidas de ahorro. Pero el gran problema no es esta temporada, sino la próxima.

En la taquilla del Museo de Cera se anuncia que vuelven el próximo otoño. La realidad es que no hay fecha.

Sin embargo, en esta Rambla sin turistas hay fenómenos que entrarían dentro de la categoría de paranormales. La mayoría de las tiendas de souvenirs sigue abierta, aunque en su interior solo están los vendedores. Uno reconoció que, en todo una mañana, solo tuvo dos clientes. Se llevaron unas postales.

Todavía aguantan dos estatuas humanas en el tramo final del bulevar. Un Galileo Galilei y un monstruo alado, que aguardan sentados a que alguien se eche selfie a su lado a cambio de una moneda.

La mayoría de establecimientos de cambio monetario también sigue atendiendo al público, aunque sus clientes ya no son los turistas, sino los locales que envían remesas a sus países de origen.

El viejo salón de tragaperras Las Vegas sigue con sus clientes del barrio. En cambio, el Dollhouse, el mayor club de estriptis de España se ha visto obligado a bajar la persiana. Esta afectado por la prohibición de la Generalitat de discotecas y espectáculos con público. Pero se han buscado una alternativa. Redirigen sus clientes a un prostíbulo de la calle Sagués. La publicidad que exhiben en Internet no esconde nada.

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