Sánchez diseña una desescalada basada en la rectificación constante

El presidente del Gobierno activa su plan de cuatro fases para el desconfinamiento con un aviso por delante: las medidas son flexibles

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La atropellada rectificación del Gobierno en torno al permiso para que los niños pudiesen salir de casa y pasear con sus padres en sus barrios podría convertirse en apenas la primera de muchas correciones del proceso de desescalada anunciado este martes por Pedro Sánchez. El plan para encaminar a España hacia la «nueva normalidad» por el coronavirus será asimétrico y gradual, podría durar hasta dos meses, y es «flexible y adaptativo». Es decir, que nada está esculpido sobre mármol y que todo puede someterse a rectificación sobre la marcha.

El presidente del Gobierno subrayó lo «flexible» que es su plan —aprobado en el consejo de ministros de este martes— de cuatro fases de desescalada, que se aplicarán según la evolución epidemiológica del virus y la capacidad sanitaria de cada provincia.

«El protagonista de esta etapa de desescalada son los ciudadanos», afirmó Sánchez, explicando que «vamos a iniciar una travesía sin disponer de un GPS preciso que nos guíe porque no existe». Por ello, el plan «debe ser necesariamente flexible y adaptativo», advirtiendo de que lo conseguido hasta ahora «podemos perderlo si no sabemos cuidarlo». El jefe del Ejecutivo anticipó, en este sentido, que rectificará cuando sea «preciso», «pensando solo en la salud de los españoles y en el porvenir de nuestro país».

«No hay una hoja de ruta clara», admitió Sánchez ante las preguntas de la prensa. Con esta actitud el Gobierno asume la desescalada desde la total incertidumbre, dejando la puerta abierta a una etapa de correcciones constantes durante, al menos, los dos meses que prevé Moncloa que los españoles puedan tardar en llegar a la llamada «nueva normalidad», que seguirá vigente mientras no haya una vacuna o un tratamiento contra el virus.

«Mediremos cada semana, semana a semana, cada paso en cada lugar y antes de seguir avanzando consolidaremos los pasos anteriores», explicó Sánchez, sin ganas de atarse a nada. «No hay un calendario, en consecuencia, cerrado y uniforme para la desescalada. Avanzaremos en cada lugar tan rápido como lo permita el control de la epidemia; y tan lento, lógicamente, como lo exija la protección de la salud de los ciudadanos».

Los marcadores mostrarán el camino

La navegación de una fase a otra según qué territorio se basará en unos «marcadores» o «reglas» que definirán el momento en que un territorio puede avanzar, mantenerse o «incluso retroceder», detalló el presidente. «Estos marcadores serán públicos, serán transparentes. Estarán al alcance del conjunto de la opinión pública de modo que la ciudadanía pueda conocer los criterios en los que se basan las decisiones», añadió, señalando que estarán a mano de las distintas administraciones.

Estos marcadores, dijo, tienen que ver con las capacidades estratégicas del sistema sanitario (atención primaria, atención hospitalaria y número de camas UCI), la situación epidemiológica de la zona, la implantación de medidas de protección en el espacio público y, en cuarto lugar, los datos de movilidad y socioeconómicos. Con toda la atención puesta en estos marcadores, el Gobierno se decanta por la «prudencia» ante la «impaciencia» que entiende que sienten los ciudadanos y los actores económicos por retomar la normalidad.

«Hemos de frenar cuestiones que tienen que ver con la impaciencia –que entiendo perfectamente- pero esa impaciencia debemos combatirla y frenarla con cautela y guiarnos siempre por lo que dicen los expertos», enfatizó el presidente, avisando de antemano que Moncloa no se plantea poner en riesgo el avance que percibe que se ha conseguido hasta ahora por la «impaciencia» de ciertos sectores.

Salvar el tipo

Además de la necesidad de relajar las duras medidas de confinamiento que padecen los ciudadanos españoles desde hace mes y medio, el Gobierno tenía dos preocupaciones políticas que informaron el avance del plan de la desescalada presentado este martes: las acusaciones de la oposición sobre la falta de un proyecto por parte de Moncloa, y la presión percibida después de que varios países del entorno ya hubieran lanzado sus particulares proyectos de desconfinamiento.

Así lo trasladaron fuentes cercanas al Gobierno, que relataron que el denominado «plan para la transición hacia una nueva normalidad» se ha venido fraguando durante el último mes y en principio debía lanzarse en mayo, pero las tensiones políticas que rodean la gestión de Sánchez supusieron una razón de peso para apurar su pronunciamiento. Precisamente, el factor flexibilidad de los planes de otros países inspiró la precipitación del plan por parte de Sánchez.

El proyecto presentado este martes es apenas una síntesis del plan elaborado por la vicepresidenta Teresa Ribera durante las últimas semanas, pero supone para el Gobierno la oportunidad de ganar oxígeno ante una oposición cada vez más rotunda en sus críticas. Sánchez intenta así ganar margen político y sienta las bases para ir hacia adelante y hacia atrás las veces que sea necesario, pero dentro de un mantra que se ha instalado en Moncloa, según las mismas fuentes: «No dar pasos en falso».

«Nada sería más desmoralizador que tener que volver atrás», añaden.

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