Cuando Emilia Pardo Bazán quiso ser mejor que Conan Doyle

Aunque las llamaba novelejas y las tachaba de superficiales, Pardo Bazán leía las aventuras de Sherlock Holmes. Es más, ella misma decidió escribir la novela policiaca perfecta

El catedrático de Literatura José María Paz Gago posa junto a la estatua de Emilia Pardo Bazán en A Coruña. Foto: EFE.

Novelista, periodista, ensayista, poetisa y dramaturga, además de traductora y editora, Emilia Pardo Bazán brilló en todos los géneros literarios y dejó un legado que incluye unas 40 novelas, más de 500 cuentos, veinte ensayos, una decena de obras teatrales y varias biografías, además de crónicas y artículos. Escritora todoterreno, publicó incluso una novela policíaca -muy de moda en su época-, que lleva por título La gota de sangre (1911).

Lo que no sabíamos es que se propuso escribir la novela policíaca perfecta, una con la que superar al mismísimo padre de Sherlock Holmes.

Cien años después de su fallecimiento, la editorial Ezaro publica este libro inédito, Los misterios de Selva, guardado en los archivos personales de Pardo Bazán y recuperado ahora por el escritor y catedrático de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de A Coruña José Mª Paz Gago.

Los misterios de Selva

Pardo Bazán quería un detective a la altura del personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle. De hecho, despreciaba las que llamaba ‘novelejas’ de Sherlock Holmes porque “no tienen ni fuerza ni arte”, llegó a decir. Pero las leía: guardaba cuatro de ellas en su propia biblioteca. Por eso se propuso escribir “la novela policíaca perfecta”, según explica Paz Gago a Efe.

El resultado fue Ignacio Selva, un detective madrileño y castizo, algo depresivo, rico, un dandy que para entretenerse se dedica a la investigación criminal y al que Pardo Bazán quiere dotar de la profundidad psicológica que cree que no tienen las novelas de Conan Doyle, que considera «superficiales» y por ello incluso utiliza terminología de Sigmund Freud.

Selva aparece por primera vez en la novela corta La gota de sangre, también incluida en esta edición, donde resuelve un crimen, y es el protagonista de nuevos casos escritos en 1912 y 1913, que se recopilarían en una nueva novela. Finalmente, apunta el catedrático, el intento de hacer la novela de detectives perfecta se quedó solo en eso ya que no llegó a publicarla.

Se dio cuenta de “no lo había logrado”, de que no había superado a Conan Doyle y que además “no estaba a la altura del resto de su obra”.

Un Madrid lleno de misterios

Los relatos presentan una ciudad, Madrid, llena de misterios, pero también de ambientes elegantes, donde el detective español, en colaboración con un colega inglés, Stickley, intenta resolver un robo de obras de arte a nivel internacional.

La sensibilidad tan femenina y esmerada de Pardo Bazán se deja ver en esta obra, con descripciones de un Madrid que llega a comparar con Londres, o de un Ignacio Selva a la vez castizo y cosmopolita al que le gustan los buñuelos y no el té y que vive su propia y sensual historia de amor en un cuarto oscuro.

La aventura del libro

Las páginas mecanuscritas fueron halladas en el legado de la escritora que fue trasladado en 1971 de su casa familiar en la calle Goya de Madrid a A Coruña, con destino a su casa en la Rúa Tabernas que sería donada por su hija para ser la sede de la Real Academia Galega.

Además de muebles y obras de arte, llegaron a Galicia dos maletas con manuscritos, textos y recetas de cocina, que se trasladaron provisionalmente al Palacio de María Pita mientras la casa de Tabernas se reformaba para albergar la Academia.

Allí descubrió Los misterios de Selva un joven profesor y allí empieza un periplo en el que la propia Academia trata sin éxito de editarla para después pasar de mano. El texto, en mal estado, con tachaduras y correcciones a pluma, letra menuda e incompleto «se quedó durmiendo el sueño de los archivos”, rememora Paz Gago.

A finales de los 90, con la puesta en marcha de la Casa Museo y la catalogación del archivo de Pardo Bazán, un joven Ricardo Axeitos, profesor en la UDC y estudioso de la obra de Pardo Bazán, redescubre el texto, trata de reordenarlo y halla algunas hojas traspapeladas, que además contempla dos versiones, dos borradores que se complementan.

Esa es la base del trabajo de la obra actual. Para completar la obra se han utilizado “tecnología, escaneados ampliados, lupas y focos», detalla Paz Gago sobre esta edición reconstructiva, a la que dedicó tres meses «apasionados» y que alberga algunas de las mejores páginas de la escritora coruñesa.

a.
Ahora en portada