Norman Foster convierte el Guggenheim en el garaje más extraordinario

La muestra ‘Motion. Autos, Art, Architecture’ pone el foco en la dimensión artística del automóvil en relación a la pintura, la escultura, la arquitectura, la fotografía o el cine

Norman Foster es el comisario de la muestra que estrena el Guggenheim. Foto: Luis Tejido | EFE.

Espacios casi sagrados, no es común que los museos acepten exponer entre sus salas objetos utilitarios como un coche. Sin embargo, el Museo Guggenheim Bilbao se convierte estos días en un extraordinario garaje que aloja 38 automóviles legendarios que aúnan belleza, innovación, emoción y arte y que recorren más de un siglo de creación automovilística, explorando sus correspondencias con los ámbitos del arte plástico y la arquitectura.

Enmarcada entre los eventos de celebración de su 25 aniversario, la exposición Motion. Autos, Art, Architecture (Emoción, Autos, Arte, Arquitectura) está comisariada por el prestigioso arquitecto británico Norman Foster, un apasionado de los coches, como él mismo reconoce, y que de hecho ha prestado personalmente 11 de los 38 vehículos que se exhiben en las salas del segundo piso del museo bilbaíno.

Joyas del automovilismo en el Guggenheim

Prácticamente desde su invención, los automóviles sedujeron a artistas y a arquitectos, que lo convirtieron en objeto de sus creaciones. El sector se impregnó de ideas y formas de las vanguardias artísticas y una sido constantes las colaboraciones entre figuras del arte y la arquitectura.

Norman Foster es el comisario de la muestra que estrena el Guggenheim. Foto: Luis Tejido | EFE.

Así, el ganador del Pritzker de Arquitectura en 1991 y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2009, comisario de la muestra junto a Lekha Hileman Waitoller y Manuel Cirauqui, del Museo Guggenheim Bilbao, ahonda en la dimensión artística del automóvil y explora los modos en que estas se relacionan visual y culturalmente.

Norman Foster, premio Priztker de Arquitectura y Príncipe de Asturias de las Artes, ha prestado personalmente 11 de los 38 automóviles que se exponen en el Guggenheim

Un auténtico lujo para los aficionados a la historia del automovilismo, que podrán visitar la muestra hasta el próximo 18 de septiembre, y que encontrarán expuestos, junto a 300 obras de arte correspondientes a las épocas en que fueron creados los vehículos, coches legendarios como un espectacular Rolls Royce 40/50 Alpine Eagle, de 1914.

El Bugatti Type 35 de 1924, que ganó más de 2.000 carreras en la década de los años 30, un imponente Cadillac El Dorado de 1959 y el Ford Mustang PRJCT 50 de 1965 son otros de los autos aparcados en este inusual garaje.

Un Bugatti en la exposición. Foto: Luis Tejido | EFE.

Belleza y tecnología

El criterio para seleccionar cada una de estas joyas de coleccionista ha sido, explica el propio Foster, el de aunar belleza y tecnología, así como buscar un equilibrio que permita trazar una historia de la evolución del automóvil desde 1886, cuando empieza a sustituir los carruajes de tracción animal en las ciudades, a nuestros días.

Para narrar esta historia, Foster ha dividido la exposición en siete salas, cada una de las cuales aborda un tema, en orden casi cronológico que parte del automóvil en sus principios (Beginnisgs), continúa con las salas tituladas Sculptures, Popularising, Sporting, Visionaries y Americana, y concluye con lo que el futuro de la movilidad puede deparar.

Para esta última sección, Future, Foster invitó a estudiantes de 16 escuelas de diseño y arquitectura de cuatro continentes a imaginar cómo sería la movilidad a finales de este siglo, coincidiendo con el momento en se cumpliría el bicentenario del nacimiento del automóvil.

La exposición recorre más de 100 años de historia del automóvil. Foto: Luis Tejido | EFE.

Los inicios

La historia de los inicios explica el círculo que ha recorrido el automóvil, nacido para salvar a las ciudades del hedor, las enfermedades y la contaminación que provocaban los vehículos tirados por caballos y que, sin embargo, en actual era del cambio climático se ha convertido en el villano contaminante de las urbes.

Con la exposición de un Porsche Phaeton, de 1900, que lleva motores eléctricos en los cubos de las ruedas, se muestra cómo la electricidad siempre estuvo presente en los diseños automovilísticos y cómo esta será la nueva revolución en el que la propulsión eléctrica va unida a la “movilidad como servicio” —ejemplificada en las aplicaciones para móviles destinadas a viajar o a compartir coche—, y los vehículos autónomos.

¿Automóviles o esculturas?

Ya a principios de la década de 1950, Arthur Drexler describió los automóviles como “esculturas vacías con ruedas”. En esta idea ahonda la siguiente sala, que yuxtapone cuatro de los más bellos automóviles del siglo XX a esculturas de dos de los más grandes artistas del mismo periodo: Figura recostada, de Henry Moore, definida por sus suaves curvas; y el colosal móvil de Alexander Calder 31 de enero, que destaca por su incesante y fluido movimiento.

En cuanto a los coches, vemos el Bugatti Type 57SC Atlantic, el Hispano-Suiza H6B Dubonnet pir y el Pegaso Z-102 Cúpula, ediciones limitadas de valor excepcional, y el Bentley R-Type Continental que, pese a haber sido producido en serie, se fabricaron únicamente 200 ejemplares.

Coches de competición

Tras la sala dedicada a los intentos de producir un “coche del pueblo” moderno, fiable y asequible para todo el mundo que se materializaron en vehículos como el Austin Mini, el Escarabajo y el VW Microbus, pasamos a espectaculares coches de carreras, entre ellos un Ferrari 250 GTO, de 1962, diseñado por Giotto Bizarriniun modelo muy escaso actualmente en el mercado, solo se diseñaron 36 unidades, por uno de los cuales recientemente se han llegado a pagar 80 millones de euros en una subasta.

Estos automóviles fueron retratados como objetos de culto por artistas como Andy Warhol y diseñadores como Ken Adam y coleccionados por arquitectos como Frank Lloyd Wright (atesoró más de 80 coches. El Automobile Objective aquí mostrado, proyecto que en 1925 ideó para Gordon Strong y que no llegó a construirse, constituyó el primer uso arquitectónico de una rampa en espiral, elemento que posteriormente sería clave en su concepción del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York.

Ferrari 250 GTO, 1962 en su llegada al Guggenheim para esta muestra. Foto: EFE.

Visionarios

La sala dedicada a los Visionarios, muestra varios prototipos que nunca fueron comercializados como los Firebird I, II y III desarrollados para batir récords de velocidad: el Lancia Stratos Zero, de 1970 y un Dymaxión Car de 2010, propiedad de Foster, un vehículo futurista de 3 ruedas y gran eficiencia energética diseñado en 1930 por el inventor y arquitecto estadounidense Buckminster Fuller.

Si en algún lugar del mundo tuvo impacto el automóvil fue en EE. UU. El coche ha configurado su economía, su paisaje y sus espacios urbanos y suburbanos, y ha definido su cultura popular hasta un grado no conocido en ninguna otra parte del mundo.

De ahí la sala Americana, que acoge los vehículos que simbolizaron el sueño americano, entre los años 30 y 60 del siglo pasado, acompañados de fotografías, cuadros, música y tratados literarios desde el New Deal de los años 1930 hasta el presente.

Foto: Luis Tejido | EFE.

Así, en esta sala podemos mirar a través del objetivo de la cámara de Dorothea Lange, Marion Post Wolcott y O. Winston Link, y también contemplar las pinturas de Ed Ruscha y Robert Indiana. Como telón de fondo de los vehículos, puede apreciarse el contraste entre la precisión de una escultura de Donald Judd y los aplastados vestigios automovilísticos de una obra de John Chamberlain.

Qué hay en el futuro

Cierra la muestra Future, con los trabajos de los diseñadores del futuro, llamados a imaginar cómo será la movilidad a finales de este siglo (fecha que coincidirá con el bicentenario del nacimiento del automóvil) cerrando otro círculo del recorrido, que termina afrontando las mismas dificultades a las que se enfrentaron los inventores del coche hace más de cien años: la congestión urbana, la escasez de recursos y la contaminación.

La exposición, construida desde la subjetividad, puede haber dejado fuera a algún modelo mítico que echen en falta los aficionados, reconoce Foster, que destaca sin embargo como principal valor la puesta en relación de los automóviles con el arte y la arquitectura pero también la reflexión sobre la movilidad en el futuro.

“Los automóviles han transformado el planeta desde su aparición y seguirán transformándolo en el futuro”, señala, para afirmarse “optimista” respecto al futuro del coche.

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