Dos libros para conocer la cara más salvaje (y la más civilizada) del rock

Esta semana coinciden el lanzamiento de la biografía de Duff McKagan, el bajista de Guns n’Roses; con las memorias de Mark Howard, uno de los productores e ingenieros más famosos del rock

McKagan con Sebastian Bach en Paraguay, 2012. Foto EFE

Dos libros de reciente publicación revelan dos de las múltiples caras del mundo del rock. En It’s So Easy el bajista de Guns n’Roses Duff McKagan retrata su vida musical en un camino del exceso que casi lo mata. Pero sobrevivió para contarlo.

En tanto en ¡Grabando! el productor Mark Howard revela la cocina de grandes discos del rock de las últimas décadas, un manual de producción y edición matizado con anécdotas surrealistas.

El lado salvaje del rock

El rock tiene un lado salvaje, de sexo, drogas y más rock; donde el alcohol, las giras maratónicas, las anfetaminas, los aduladores y la desintegración familiar forman un cóctel demasiado frecuente. Lamentablemente.

Guns n’ Roses antes del salto a la fama. Foto Wikipedia

Pero ese lado oscuro también tiene una faceta de redención, de músicos que lograron asomar su cabeza del lodo de excesos y salir adelante. Quizás con consecuencias, por supuesto, pero hay quienes han pudieron ascender de los infiernos de las adicciones y están de vuelta en la carretera. Como Duff McKagan, bajista de los Guns n’Roses.

McKagan no se esconde para retratar cómo Guns n’ Roses era una montaña rusa sin cinturones, un carrusel de fama, dinero y drogas que casi acaban con él

Este músico ha publicado It’s So Easy (Y otras mentiras) (Libros Cúpula), una autobiografía donde recurre a una memoria fotográfica en la que no deja escena sin retratar, sea amigable y bonita como los recuerdos familiares más recientes; o los más sórdidos como la adolescencia y juventud en la vorágine de drogas, alcohol, pobreza y SIDA.

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La montaña rusa de los Guns

McKagan, bajista y segundo vocalista de Guns n’Roses, participó en la fundación de esa banda de jóvenes de la Costa Oeste sin futuro, sin dinero y sin estudios, alimentados a base de sustancias de toda calaña y comida chatarra.

Pero con todo el deseo de comerse al mundo devoraron el circo del rock en dos bocados. Llegaron a ser la banda más potente del mundo entre 1987, cuando publicaron el excelente Appetite for Destruction hasta los primeros años 90, tras el lanzamiento de los rimbombantes Use Your Illusion I y II.

Los duros inicios

McKagan ahora es un señor de 57 años que es capaz de agachar la mirada ante un capricho de sus hijas adolescentes. Pero en las primeras páginas revela el agreste mundo en el que creció: “empecé a fumar marihuana en cuarto de primaria (9 o 10 años), probé el LSD en sexto. En séptimo esnifé coca por primera vez”.

Animado por Cliff Burton (fundador de Metallica) se lanzó a canalizar su frustración con el bajo, y tras pasar por una treintena de agrupaciones de Seattle aterrizó en Los Ángeles en 1984 y al año siguiente se sumó a unos desconocidos Guns n’Roses.

“Empecé a fumar marihuana en cuarto de primaria (9 o 10 años), probé el LSD en sexto. En séptimo esnifé coca por primera vez”.

Duff McKagan

Con la actitud rebelde de los Sex Pistols, tratando de dejar la estela del hair rock (pensemos en el daño a la capa de ozono), con influencias de Aerosmith y los Rolling Stones, los Guns se lanzaron a una montaña rusa sin cinturones.

McKagan e Izzy Stradlin, junto con el batería Steven Adler, creaban una locomotora de rock en la que Slash aportaba sus riffs y esos punteos agudos que son el sello de fábrica de la banda.

McKagan en 2011 con la banda Loaded. Foto EFE

Y como maquinista el impredecible Axl Rose. El cantante “era totalmente punk rock, porque su fuego no podía ser controlado (…) Era insolente, no se disculpaba y sus aristas contribuían a afinar la identidad de la banda y a diferenciarnos de la masa”, escribe.

El camino del exceso

Llegaron los éxitos, de antros de mala muerte pasaron a tocar a estadios, de buscar monedas para el autobús viajaban en limusinas. Pero el precio fue alto.

Las adicciones que arrastraban se multiplicaron, y enceguecidos por los focos de la fama, saltaron los cortocircuitos potenciados por la falta de comunicación, la ausencia de compromiso y los desplantes de Axl.

El músico con su esposa Susan y su hija Mae. Foto EFE

McKagan dejó la banda antes que la banda acabe con él, y con Slash formó el excelente Velvet Revolver. Pero los excesos siguieron haciendo mella en su cuerpo y espíritu, sumado a un preocupante accidente con quemaduras, en donde la muerte lo rondaba día a día.

No hay spoiler si decimos que hay final feliz (sino, no habría libro), pero McKagan no esconde que el camino de la recuperación es una dura senda de espinas. Como las rosas.

Detrás de los grandes éxitos del rock

El otro libro es la antítesis. Se trata de ¡Grabando!, de Mark Howard (Libros Cúpula), que se publica el 8 de septiembre. Quizás muchos se pregunten “¿y este quién es?”, pero basta escuchar Time out of mind de Bob Dylan o Monster de R.E.M. para reconocer un estilo en el sonido y la producción. Y es la de este artesano de la edición.

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Este productor e ingeniero de sonido ayuda a comprender que la realización de un disco es como tejer un tapiz. “Fibras de creatividad se tejen para crear un hermoso conjunto”, describe.

Ahí se ve que el resultado final puede ser muy bonito, pero detrás hay un mundo de nudos, hilos que han quedado sueltos y una trama que necesito dosis hercúleas de paciencia.

Un productor de la vieja escuela

Howard pertenece a la vieja escuela de la música. “Yo hago todo lo contrario a lo que se enseña en un programa de enseñanza universitaria”, dice, y rechaza el aluvión tecnológico para producir música: “estoy en contra de los ordenadores y de programas como Pro Tools, no me gustan los sonidos, no me parecen musicales”.

Howard grabando con Neil Young. Foto Mark Howard-Libros Cupula

“No creo que las escuelas puedan enseñar a grabar”, dice, y recuerda que ninguna academia “enseña a la gente a tratar con tíos colocados con heroína”.

«Ninguna academia enseña a la gente a tratar con tíos colocados con heroína”

Mark Howard

Este productor e ingeniero de sonido recuerda que la clave para construir la autopista donde deben conducir los músicos es la confianza, que les permita “empujarles fuera de su zona de confort para conseguir lo que necesitas”.

Entre los monstruos del rock

Para lograrlo suele montar estudios en grandes mansiones, que alquila con servicio de chef, para que la convivencia en aislamiento pueda generar la mejor música.

Por sus mandos de control han pasado U2, Brian Eno, Joni Mitchell, Tom Waits, Robert Plant, Neil Young, Peter Gabriel, Red Hot Chili Peppers y otros gigantes del rock.

Howard suele montar los estudios en grandes casas.

Su libro transita dos caminos paralelos: por un lado es una guía de consejos sobre grabación, producción y edición, de cómo es más eficaz ser un manitas manipulando un viejo amplificador para conseguir el sonido buscado que estar recurriendo a un programa informático.

Por otra parte, es un delicioso compendio de anécdotas, locuras, desplantes y complicidades con ese ejército de celebridades.

Howard retrata a un Dylan cabreado que esgrimía la guitarra como un bate de béisbol contra su productor, improvisando una carrera por el estudio para grabar a Bono con varios micrófonos en la producción de All That You Can’t Leave Behind, o teniendo que aguantar los caprichos de Neil Young de grabar solo las tres noches previas a la Luna llena.

Por no hablar de la elegancia de Iggy Pop de ir al estudio con pantalones transparentes y sin ropa interior.

Howard siempre respiró profundo, contó hasta 10, y logró “motivar, desafiar e inspirar mentes creativas”. Los resultados, como se ve en ¡Grabando! están a la vista.

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