Tres restaurantes de Barcelona que te harán cambiar de idea sobre el veganismo
Sin hacer militancia, estos restaurantes ofrecen interesantes alternativas para los que quieren asomarse a esta cocina sin trazas animales
Locales como Desoriente apuestan por ofrecer nuevas experiencias en los restaurantes veganos. Foto: Roger Alsina.
El movimiento vegano, vegetariano o flexitariano (que consume carne ocasionalmente) ha crecido notablemente en los últimos años: se calcula que al menos cinco millones de residentes en España (casi un 10% de la población) adhiere a este tipo de filosofía. Pero todavía hay muchos perjuicios dando vuelta, de personas que creen que la cocina sin trazas animales es sosa, que le falta chispa y que se quedarán con hambre.
Nada más lejos de la realidad: los restaurantes veganos, cuyo número crece año a año, compiten no por la militancia a favor de este movimiento, sino por ofrecer platos creativos, con una interesante apuesta por combinar sabores, aromas y texturas de forma diferente. Esto es lo que vemos con estos tres restaurantes de Barcelona: uno de cocina asiática, otro de aires mediterráneos, y un tercero que apuesta por las hamburguesas y el picoteo.
Desoriente
El éxito del primer restaurante de Desoriente, en Poblenou, les llevó a abrir un segundo local en València 201, esquina Enric Granados, en el barrio del Eixample. No es una apuesta fácil, ya que esta última calle concentra casi un centenar de locales con cocinas para todos los públicos. Pero poco a poco, “están llegando los buenos resultados”, nos cuenta Maurizio Gorga desde la cocina, quien lidera este proyecto junto a Cliff Ubaldo.

La propuesta de Desoriente está impresa en su nombre: despistar con un enfoque divertido y audaz tanto a los que son veganos como a los que no. Es cocina asiática, sí, pero con un toque local; en un establecimiento donde la luz solar es protagonista durante el día, y de noche los farolillos rojos y las luces de neón lo convierten en una réplica de Seúl o Shanghái.
Su carta (precio medio, de 30€ a 35€) es breve: media docena de tapas y entrantes, otras tantas alternativas de sushis, y tres principales. Y también tres postres. La idea es evitar el mareo cuando uno llega a un restaurante asiático, así que aquí van directo al grano. Y si hay dudas, pidan asesoramiento al personal, que saben bastante del tema plant-based y despejan cualquier tipo de dudas.
Nosotros arrancamos con el aran-xino, unas croquetas de arroz con berenjena Yu Xian y el exquisito oishi bróccoli, uno de los platillos más solicitados, donde este vegetal es acompañado por salsa ponzu y anacardos tostados. El veganismo juega al trampantojo con los sabores, por eso el nuevo ceviche Kilawin reemplaza al pescado con setas cardo con crema de boniato y salsa beurre blanc de coco; y el tikka masala es un bao con proteínas vegetales que saben a pollo, con salsa raita, cebolla encurtida y cilantro.

Lo mismo sucede con el interesante foie gras roll, donde no hay derivados de la oca sino arroz, alga nori, shitake y manzana caramelizada. Otras opciones de sushis son el maki tropical (mango, aguacate y tofu), el nuevo develop cliff (también arroz y alga nori, con berenjena escalivada, tofu marinado, pepino y kimchi) o el futomate tartar (con aguacate, y falso queso fermentado, acabado con tartar de tomate), entre otros.
Se sugiere pedir una bandeja de los uramakis, porque también los principales llenan bastante, como dimos fe con el pad satay 2.0, en que los tallarines de arroz se presentan salteados con zanahoria, brócoli, brotes de soja, cacahuetes, etcétera.
Desoriente juega al despiste con interesantes trampantojos que imitan sabores del pollo, la carne o el pescado
En otras visitas, se puede probar los Mumbai’s ravioli (en que la ricota en realidad es almendra, con bechamel al curry y un daal de lentejas) o el kiss me ramen V3, en que los noodles caseros están bañados por un caldo cremoso a base de dashi y leche de coco, con tofu y alga nori, entre otros ingredientes.

En los postres, el más divertido es la imitación del Snickers 2.0, relleno de turrón y cacahuetes relleno de chocolate. Pero también están el refrescante tropical yuzu delight (bizcocho de mandarina con mousse de yuzu, mango y coco) y el lingote de chocolate y avellana, también un recomendado remate dulce.
Al momento de beber y brindar, Desoriente ofrece una breve selección de vinos naturales de Galicia, Cataluña, Navarra y Francia; y una llamativa propuesta de cócteles, como el sake vermut, el Aperol Spritz went to Asia o la michelada went to Korea (que sintetizan su propuesta de fusiones). Y claro, en un local así tampoco faltan la kombucha o el café de especialidad.
Pötstot
Me encanta el lema de este restaurante: “aquí puedes comer de todo”. O sea, abren los brazos no solo a los veganos, sino también a los que buscan platos sin gluten o sin lactosa; decisiones voluntarias o forzadas que suele implicar renuncias, concesiones o directamente resignación. Aquí no. Esta es una declaración de principios impulsada por Manuel Forés y Joaquín Viñas, que se cumple plato a plato.

Tras abrir en 2023 en el Eixample, Pötstot se expande al Raval con su local de Pintor Fortuny 32, donde durante 35 años estuvo L’Hortet, uno de los pioneros del vegetarianismo. Es interesante comprobar que esas paredes siguen hablando el mismo idioma, aunque ahora con un acento más amplio, más inclusivo y, sobre todo, más mediterráneo. El local respira calma: paredes claras, luz cálida, mobiliario recuperado con criterio y una atmósfera que invita a quedarse, a compartir, a repetir.
La cocina de Pötstot, más que reinventar, busca reproducir con fidelidad emocional el recetario popular catalán y mediterráneo sin recurrir a proteínas animales ni a gluten. Canelones, croquetas, tortillas, arroces, ensaladillas… el repertorio es reconocible, cercano, casi doméstico, pero ejecutado con una técnica afinada y un conocimiento profundo del producto vegetal.

Las croquetas son un buen punto de partida para entender la casa: crujientes, doradas, con rebozado de panko de guisante y rellenos como de remolacha y queso, de setas y trufa negra, o de espinacas a la catalana. La sabrosada —nombre ya inseparable de la casa— elaborada con boniato y especias mallorquinas, logra algo untuosidad, carácter y un punto picante; mientras que el hummus Pötstot, el queso fermentado de anarcados, y las ensaladas (de brócoli y calabacín, o la de judías con espinaca y tomate) complentan las opciones de entrantes.
El lema de Pötstot, ‘Aquí puedes comer de todo’, sintetiza que veganos, intolerantes a la lactosa o al gluten tiene cabida
En los platos principales, Pötstot demuestra que la cocina vegetal puede ser contundente sin caer en lo pesado. El canelón trufado, la nueva polenta casera con setas, la escudella con galets y garbanzos (donde las pilotetes son de tempeh y berenjena), el ‘entrecot’ de coliflor o la quinoa con verduritas y pomelo convencen incluso al más escéptico.

Los arroces, siempre con grano del Delta del Ebro, merecen capítulo aparte. El mar y montaña vegetal, con algas gallegas, setas y salicornia, es un ejercicio de coherencia y territorio, donde cada ingrediente tiene sentido. Y sin perder de vista a otras paellas de verduras, la de setas de temporada o la de calabaza y tofu, que siguen la misma línea.
Los postres mantienen el listón. El cheesecake de anacardos con confitura de limón, la crema de Sant Josep o el flan de coco y mango cierran la experiencia sin sensación de sustituto ni concesión. Cabe puntualizar que el precio medio es de 25€ a 30€ sin bebida, para recordar que este tipo de restaurantes no tienen por qué ser caros.
Vrutal
Hay un momento, bastante temprano en la experiencia Vrutal, en el que uno deja de pensar que está en un restaurante vegano. No porque lo oculte —no lo hace— sino porque deja de importar. Ya lo dice su slogan: “El único restaurante en Barcelona donde no pensarás si el menú es de origen animal, vegetal o cósmico”. Lo que manda aquí es la suculencia, la contundencia y una cierta voluntad hedonista que no suele asociarse, de entrada, al recetario plant-based. Y sin embargo, ahí está: hamburguesas que manchan los dedos, entrantes que llenan, sabores que se quedan.

Con un primer local en Poblenou (Rambla de Poblenou 16) y otro más reciente en el Eixample (Diputació 200), pertenece al grupo Beleavers, abanderados del veganismo con restaurantes como 26 Kg o Blu, entre otros. Y la receta funciona, ya que Tripadvisor lo ha colocado entre los 10 mejores veganos del mundo.
Son hamburguesas, manchan los dedos y uno queda más que satisfecho. Y, sin embargo, no llevan ni pizca de carne
La clave de Vrutal también está en desmontar estereotipos. Aquí no hay raciones tímidas ni platos que pidan disculpas. Las hamburguesas son grandes, complejas y bien pensadas. Cada una lleva no menos de cinco ingredientes, y todas buscan ese equilibrio entre sabor, textura y memoria gustativa. La French Kiss es probablemente la más icónica: proteína de guisantes, foie vegano casero, mayonesa de trufa, manzana y cebollas caramelizadas. La Blind Date juega la carta de la hamburguesa clásica bien ejecutada, mientras que otras, como la Caesar Portobello o la Banh Mi, se permiten tener identidad propia sin necesidad de imitar nada.

Antes de llegar a ese territorio, conviene detenerse en los entrantes, que aquí no son un mero trámite. Las nuevas gírgolas primitivas justifican por sí solas la visita; las patatas bravas con shiitake, salsa trufada y parmesano vegano son un ejemplo de cómo elevar un clásico sin traicionarlo. Los nachos caseros con frijoles negros y salsa cheddar, así como el mediterranean delight (hummus, tzatziki, crema de anarcardos y remolacha) y las alitas crujientes de coliflor son un interesante juego de fusiones.
La carta de cócteles está bien trabajada. Hay clásicos reinterpretados, creaciones de autor y una atractiva variedad de kombuchas caseras, ginger beer artesanal y mocktails con sentido. El café, de especialidad, y los vinos, bien seleccionados, completan una propuesta coherente.

En cocina manda Lorenzo Scurci, con pasado en proyectos de alto nivel y una idea clara: aquí no se cocina para convencer a nadie, sino para que el cliente disfrute. Y quizá por eso funciona. Además, el precio medio de 25€ a 30€ también es un buen motivo para ir. Y volver.