Cuatro escapadas para disfrutar del río Llobregat

No muy lejos de Barcelona el río Llobregat invita a realizar senderismo para descubrir colonias industriales, deltas llenos de naturaleza y pueblos con huellas medievales

El Llobregat a su paso por Gironella. Foto Jorge Franganillo – CC

En sus 170 kilómetros, desde la Sierra del Cadí hasta el Mediterráneo, el río Llobregat ha sido durante siglos fuente de vida, donde los pueblos prehistóricos y luego los íberos se instalaron a su vera; en núcleos que luego generaron en villas medievales y pueblos, y ya entrado el siglo XIX, en un ramillete de colonias industriales.

A un lado del Llobregat se ven las imponentes formaciones rocosas de Montserrat, y su desembocadura, rodeada de pistas de aterrizaje, cultivos y ciudades, acoge un valioso ecosistema fluvial.

Estas gemas de la historia y la naturaleza se pueden encontrar en las diferentes rutas de senderismo que se pueden realizar en su recorrido. Veamos algunas de las que sugiere la Diputación de Barcelona.

La ruta de las colonias textiles

La fuerza del río era la fuente de energía necesaria para impulsar los molinos medievales, y ese mismo principio fue el que buscaron las empresas textiles que se instalaron junto al Llobregat.

Estas no estaban solas, a su lado los empresarios levantaron colonias con viviendas para obreros y personal jerárquico, escuelas, campos de deportes, teatros, bibliotecas y otros servicios.

Algunas presentan un austero estilo industrial pero otras despliegan maravillas modernistas que son un auténtico viaje en el tiempo.

Torre del amo en Viladomiu Nou
Torre del amo en Viladomiu Nou. Foto Turismo de Berguedá

Una ruta para conocer estas colonias industriales es la que va desde Cal Rosal a Puig-Reig, en la franja meridional del Berguedá.

A lo largo del Llobregat hay colonias industriales que quedaron detenidas en el tiempo, pueblos construidos por empresarios para alojar a sus obreros y personal jerárquico

Se trata del recorrido señalizado como PR C-144, que transcurre entre campos de cultivo, bosques y una vegetación ribereña de particular belleza.

Son 16 kilómetros que se pueden hacer en unas cuatro horas, donde apenas hay un ligero desnivel en el primer tramo, y luego sigue por un terreno muy llano.

En él se descubren las colonias industriales de Cal Rosal, la Ametlla de Caserres, Viladomiu Nou (atentos a conocer la Torre del Amo), del Guixeró, Cal Prat y la de Cal Pons, ya en Puig-Reig.

Torres de Cal Pons. Foto Turismo del Berguedá

En el trayecto se pueden hacer paradas en la localidad de Gironella y pasear por su casco antiguo.

Los que tengan espíritu para seguir andando, o prefieran dejarlo para otro día, pueden continuar en una segunda etapa desde Puig-Reig a Balsareny, en el Bagues; donde en otros 16 km además de la citada Cal Pons se pasa por las colonias de Cal Marçal, Cal Vidal, Cal Riera y Soldevilla.

Ruta de la acequia

La segunda etapa de la ruta anterior finaliza en Balsareny. Entre esta antigua localidad y la ciudad de Manresa hace seis siglos se trazó un canal medieval para llevar agua del Llobregat hasta la capital del Bages.

Para conocerla hay una ruta que se desvía del río y transcurre por la Acequia de Manresa, que en sus casi 25 km atraviesa el Pla de Bages por bosques, campos y pueblos históricos que fueron rodeados de polos industriales.

Camino de la acequia de Manresa. Foto Fèlix González – CC

Uno de los puntos de salida es la Esclusa de los Manresans, en Balsareny -donde hay un interesante castillo-, y en el camino se pasa por los acueductos de Santa María y Conangle, el cerro del Cogulló -con restos de un poblado ibérico- y la surrealista montaña de sal, con restos de las minas de potasa.

Antes de llegar a Manresa se atraviesan los pueblos de Sant Iscle y Santa Victoria, hasta que el bonito Parc de l’Agulla con su pantano marca el punto final.

Viaje por la historia

Entre las localidades de Sant Fruitós de Bages y Sant Vicenç de Castellet el río acompaña en buena parte del trayecto de 20 km, que requiere unas cinco horas y media de caminata; razón por la que muchos prefieran hacerlo en bicicleta.

Siguiendo las marcas del sendero GR-3, desde la iglesia de Sant Fruitós se pasa por el monasterio de Sant Benet de Bagues, en un recorrido que sigue por la casa de veraneo del pintor modernista Ramon Casas.

La ruta de Sant Fruitós de Bages a Sant Vicenç de Castellet abunda en detalles históricos como el puente medieval de Vilomara

Abadía de Sant Benet de Bagues. Foto Kristobalite – CC

Al conectar con la margen derecha del Llobregat se llega al paraje de Els Tres Salts, donde enfrente se ve el conjunto de tinas de Talamanca que servía para almacenar el vino y las herramientas de los agricultores, cuando esta comarca era una importante productora vitivinícola.

El puente medieval de Vilomara añade otro toque histórico, un paso que permite cruzar el río y llegar al punto final, en Sant Vicenç de Castellet.

El Delta del Llobregat

La desembocadura del Llobregat forma parte de un ecosistema de marismas, bosques y campos de cultivo con una intensa presión urbanística que se extiende en una planicie de 98 kilómetros cuadrados.

Mirador en la desembocadura del Llobregat. Foto Turisme del Baix Llobregat

Desde Barcelona se puede llegar muy fácilmente a El Prat del Llobregat, ciudad de la que parte un sendero que bordea el río y otros caminos que conducen a reservas como la del Remolar o Filipines, lugares de cría y alimentación de una gran variedad de aves migratorias.

También está uno de los bosques de pinos sobre dunas mejor conservado del litoral catalán, y por supuesto, la playa, con sectores bien dotados de servicios como la de El Prat y tramos de difícil acceso pero que mantienen sus grandes arenales en estado natural.

El Delta del Llobregat cuenta con una abundante fauna de aves. Foto Víctor – CC

Los aviones que descienden en el aeropuerto dan una nota disonante, en un entorno donde también se encuentran hectáreas de cultivos pertenecientes al Parque Agrario, reconocido por productos como sus alcachofas y la cría del pollo de pata azul.

En los caminos de juncos y otras plantas de la cuenca salobre se pueden visitar restos históricos como El Semáforo (construido para comunicarse con el castillo de Montjuïc con un telégrafo de banderas) y la caserna del antiguo Cuartel de Carabineros, levantada para evitar el contrabando en las costas.

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