Galicia: una ruta por las villas marineras del fin del mundo

Los antiguos creían que la costa de Finisterre era el último confín de la civilización. Con un Atlántico siempre embravecido, recorremos el litoral de Muros a Muxía

El puerto de Muros, con sus barcas esperando salir a capturar. Foto Turismo de Galicia

Los romanos creían que esos acantilados rocosos y esas playas rodeadas de arbustos eran el último confín que podían pisar. Ahí estaba el mar, el océano Atlántico, una barrera infranqueable cuando se navegaba más allá de una jornada de la costa.

Este rincón de Galicia era el Finis Terrae, el fin del mundo, tierra de mitos y dudas, un sitio donde las tribus celtas que precedieron a los soldados del Imperio levantaron altares para honrar al sol que cada día moría en el horizonte.

Las villas marineras de la Costa da Morte vieron zarpar barcos que nunca regresaron al caer atrapados por tormentas; así como a miles de vecinos que dejaron atrás las tierras gallegas para cruzar el océano en búsqueda de una nueva vida.

Aquí se cruzan esas historias verdaderas con las leyendas, las tradiciones con una forma de ver la vida más relajada, en pueblos tan ricos en historia como gastronomía.

Vista de Muros desde el Monte Louro. Foto Turismo de Galicia

Muros                                                                                                                   

Para conocer estas villas Turismo de Galicia sugiere iniciar el recorrido en Muros, el punto donde las Rías Baixas se despiden; en un paraje donde antiguamente había baños termales que permitían curar enfermedades reumáticas con baños de algas y agua de mar.

En Muros se encuentra uno de los molinos de marea más grandes de Europa, que aprovechaba los movimientos del océano para generar energía motriz

Antes de llegar a Muros el visitante se encuentra con el Pozo do Cachón, uno de los molinos de marea más grandes de España, que funcionó desde el s.XIX hasta hace pocos años, y que aprovechaba los vaivenes del océano como fuerza motriz para impulsar un molino.

El curioso molino de mareas. Foto Turismo de Galicia

Su historia se puede conocer en el centro de interpretación que hay en el lugar, donde los suelos transparentes permiten ver los mecanismos que daban vida las maquinarias.

Por el puerto de Muros

El pasado y presente de Muros con el océano se siente en los jardines del Paseo Marítimo, con el puerto protegido por los montes Costiña y Ribeiriño y los edificios de galerías blancas y acristaladas que resguardaba a los marineros que arreglaban sus redes y las pescantinas que lavaban y secaban las capturas.

Cuando llega la hora de la descarga los muelles cobran una vida inusitada, con una lonja siempre activa que también comercializa los pescados de los puertos cercanos.

Calle de Muros. Foto Turismo de Galicia

El casco histórico está configurado de manera que las calles conducen al puerto, con sus palacios góticos e iglesias, y con la vida que transcurre en la Praza da Pescadería Vella.

Paisajes de la Costa da Morte

El viaje sigue por la carretera AC-550 que serpentea junto al mar, pasando por la playa de San Francisco y el monte Louro, y luego la hermosa laguna de As Xarfas, donde las garzas llegan gracias a la abundancia de pequeños reptibles y anfibios.

En estos tramos las rías de la Costa da Morte son más estrechas, en un periplo que pasa por los pueblos de Lira, Caldebarcos y O Pindo hasta llegar a Ézaro.

En un mirador cercano se puede ver la atropellada desembocadura del río Xallas como cascada en el mar, un fenómeno geográfico único en Europa.

Cabo y faro de Fisterra. Foto Turismo de Galicia

Fisterra

La parada siguiente es Fisterra, ciudad marinera que creció como un abanico con el puerto en el epicentro, con sus edificios de galerías blancas que miran las olas como espectadores silenciosos.

La lonja de Fisterra es la primera que abre la puerta a los turistas, que apenas pueden comprender los cantos de las rápidas subastas

Faro de Fisterra. Foto Turismo de Galicia

Esta villa es famosa por sus parrilladas y bodegones en el puerto, donde las lubinas, pulpos y navajas a la plancha o a las brasas son un manjar inolvidable.

El puerto nunca cesa de estar vivo, con las embarcaciones de palangre, nasas o betas que llegan con la captura de mar adentro, y que luego buscará mejor postor en la lonja.

La de Fisterra es la primera de Galicia que abrió las puertas al turismo, donde es un espectáculo ver y oír la danza de los precios a un ritmo que pocos oídos entrenados pueden comprender.

Vista aérea de Muxía. Foto Turismo de Galicia

Secaderos de congrio

Seguimos camino al norte por la AC-445 y la AC-2301 rumbo a Muxía, la tercera de las villas marineras de la Costa da Morte.

Una de las postales que sorprende en las cercanías son los secaderos de congrios, estructuras de madera llamadas cabrias que recuerdan a jaulas, donde se deja que el sol y el viento del mar trabajen estos pescados.

La práctica se remonta al siglo XV, y forjó una relación de hermandad comercial con Calatayud, donde estos proporcionaban cuerdas de cáñamo para los barcos y los gallegos pagaban con lotes de congrio seco.

Peregrina en Fisterra. Foto Turismo de Galicia

Leyendas y fenómenos

El lugar está vigilado por el santuario de A Virxe da Barça, centro de peregrinación con magníficas vistas panorámicas.

Aquí hay fenómenos geológicos extraños como la Pedra de Abalar, un megalito de nueve metros de largo que se mueve ligeramente cuando alguien se subía; y otros cargados de leyenda como la Pedra dos Cadrís, donde se dice que si uno pasa por debajo nueve veces se curan los dolores reumáticos.

Muxía tambié tiene una potente oferta gastronómica en las marisquerías y restaurantes del puerto, donde al probar la empanada de maíz con congrio o el guiso local se abre un universo de sabores de mar y tierra, que sintetizan el espíritu de esta región de Galicia.

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