Ibiza: como disfrutar del paraíso sin multitudes

Mucha gente prefiere evitar viajar a Ibiza en verano para evitar el agobio del turismo. Antes de que llegue la temporada alta sugerimos un recorrido por su franja sur para descubrir su belleza con calma

El islote de Es Vedrà, visto a la distancia. Foto Jaume Capellà | Arxiu AETIB

Mucha gente prefiere evitar las bellezas de Ibiza en verano para evitar el agobio del turismo. Antes de que llegue la temporada alta sugerimos un recorrido por los paisajes de su franja sur

Es una de las joyas del Mediterráneo, pero por la popularidad que el turismo le otorgó muchas personas esquivan viajar a Ibiza en verano. Quizás una solución para los que buscan tranquilidad ea visitar la isla blanca en mayo o junio, cuando las temperaturas suben y se puede disfrutar de sus atractivos sin problemas.

Esta propuesta de 55 km está tomada del libro La vuelta a España en 80 viajes de un día (o más) de Anaya Touring, una abundante recopilación de destinos de la Península y las islas para hacer en moto o coche; un total de 10.000 kilómetros de geografía para descubrir.

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Allí se recopilan 80 paseos, algunos de 50 km y otros que se pueden extender hasta poco más de 300 km, divididos en grandes regiones geográficas.

La elección de Ibiza

En el apartado Mare Nostrum I. Mediterráneo norte hay varios recorridos por la costa y el interior de Cataluña y la Comunidad Valenciana, así como de las Baleares.

La propuesta es hacer un viaje de 55 km por la franja sur de la isla, desde la cala d’Hort de un lado y las playas de es Cavallet del otro

El conjunto religioso de Sant Josep de sa Talaia. Foto Pere Coll | Arxiu AETIB

Centrados en Ibiza, la propuesta de este libro esquiva las visitas a la ciudad de Eivissa, que merecen un capítulo aparte, y se centra en un recorrido por su franja sur, entre la Cala d’Hort de un lado y la playa de es Cavallet, del otro.

El punto de partida es el pueblo de Sant Josep de sa Talaia, a solo 10 km de la ciudad capital. Tras desviarse a la torre del Pirata, atalaya defensivo del s. XVII, se puede llega a la hermosa playa de Cala d’Hort, con las simpáticas casetas para resguardar las llaüts, las barcas de pesca tradicionales.

Desde su arena fina y las aguas turquesas se divisa el islote de Es Vedrà, con su forma cónica, sitio buscado por amantes del buceo y por los esotéricos que aseguran que hay fuerzas energéticas en el lugar.

La torre de Pirata y el islote de Es Vendrà. Foto Jaume Capellà | Arxiu AETIB

Una cala más bonita que la otra

La parada siguiente es el núcleo de es Cubells, a seis kilómetros, donde se encuentran acantilados como los de cap Llentrisca, donde también hay huellas de los pescadores con sus rampas para embarcaciones que se sumergen en el mar.

Dado que el acceso es complicado, y los servicios no existen, es una zona poco frecuentada e ideal para los que buscan bellezas solitarias.

Más concurrida es la vecina Cala Jondal, tres kilómetros más adelante, con su playa de 500 mts con mucha piedra y poca arena, donde en la parte superior se ven varias viviendas que imitan a la arquitectura tradicional ibicenca pero que son residencias de lujo.

Chiringuito en Sa Caleta. Foto Jaume Capellà | Arxiu AETIB

Varias calas repiten el paisaje de pequeñas casetas de madera u hormigón donde los pescadores guardan los llaüts, sus pequeñas barcas

Cala Codolar es la escala siguiente, tras dejar atrás sa Caleta, que también replica el paisaje de casetas con barcas y pequeñas rampas de troncos de sabina.

Huellas fenicias

En este punto se puede visitar el yacimiento fenicio-púnico más antiguo de Ibiza, que data del s. VII a.C., uno de los cuatro sitios catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El lugar apenas recibe turistas, y el nombre viene de las formas redondeadas que el mar moldeó en las rocas.

Poblado púnico en Sa Caleta. Foto Arxiu AETIB

Playas y salinas

El extremo sur es una península que acoge el Parc Natural de ses Salines, paraje de dunas y pinares donde se ha extraído sal durante milenios, sitio que multitud de aves acuáticas tienen como refugio en sus viajes migratorios, con especies como patos, ocas, flamencos, garzas y águilas pescadoras, entre otras.

Allí se encuentran dos hermosas playas, la de es Cavallet y ses Salines.

Paisaje de Ses Salines. Foto Arxiu AETIB

Esta última playa tiene cerca de un kilómetro de largo y apenas 20 metros de ancho, con abundante presencia urbana, y donde su extremo norte es buscada para realizar deportes acuáticos, sobre todo windsurf.

El Parc Natural de ses Salines es refugio de cientos de aves acuáticas, que anidan o descansan en sus rutas migratorias

Es cierto que en verano puede ser agobiante, pero en primavera, se puede disfrutar más tranquilo, aunque hay que ver si el agua tiene buena temperatura para poder realizar snorkel.

Del otro lado de la lengua de tierra está la playa de Es Cavallet, paraje muy buscado por los que hacen nudismo, protegido por dunas que le dan una cierta privacidad.

Playa de Es Cavallet. Foto Jaume Capellà | Foto Arxiu AETIB

En medio de ellas, como un espolón, está el cabo de sa Torre, donde se encuentra la estructura defensiva del siglo XVIII construida para evitar las incursiones piratas.

Desde allí se divisa el isla de Es Penjats (de los Ahorcados), el punto más meridional de Ibiza, y donde -se dice- se ahorcaba a los delincuentes para que sirva como advertencia a los piratas que merodeaban por la zona.

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