La ruta más romántica por los lagos de Italia

Desde las islas Borromeas a Bérgamo, pasando por el exclusivo Lago de Como, esta ruta descubre los encantos del norte italiano que fascinaron a Goethe y Hemingway

La hermosa Varenna, en el Lago de Como. Foto Travelspot

En las franjas norte de Lombardía y el Piamonte las glaciaciones han dejado sus huellas en un abanico de lagos, desde pequeños como el de Pusiano a grandes formaciones como el Maggiore, donde el encanto de sus pueblos compite como atractivo con el lujo que hay en las villas y hoteles de sus costas.

Son valles que han fascinado a grandes figuras de la literatura, un magnetismo que ya había atrapado a los patricios romanos que habían instalado sus villas de verano.

El valle del Lago Maggiore. Foto Minree | Pixabay

Una ruta para desconectar

Una forma interesante de descubrir las bellezas de estos paisajes es a través de un recorrido de 213 kilómetros que se puede hacer entre cinco y siete días, con punto de partida en las costas del Lago Maggiore y finalizando en la ciudad lombarda de Bérgamo.

Esta propuesta forma parte de las 41 rutas por carretera de En ruta por Europa (Lonely Planet – GeoPlaneta); una completa guía para viajar con el coche o la autocaravana por Italia, Francia, Gran Bretaña, Irlanda, Suiza, Austria, Portugal, Alemania y, por supuesto, España.

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En cada destino, además de las descripciones de los atractivos en cada escala del recorrido, se recomiendan desvíos a sitios cercanos o actividades destacadas para tener la mejor experiencia de viaje.

Desde el Lago Maggiore

Volviendo a los lagos italianos, la sugerencia de los autores es iniciar este periplo con una amplia cobertura de la margen este del Lago Maggiore, que comparten Suiza e Italia.

Desde que los patricios romanos quedaron atrapados por la belleza de estos lagos el lugar fue objeto de deseo de nobles, aristócratas y celebridades

Una de las elegantes villas de Stresa. foto 12019 | Pixabay

En pueblos como Stresa se ve cómo el lugar ha atrapado a familias de la aristocracia italiana y europea, que a fines del siglo XIX han construido fastuosas mansiones, muchas transformadas ahora en exclusivos hoteles boutique.

Enfrente de esta villa están las islas Borromeas, donde palazzos como el de Borromeo o Madre emergen entre las aguas como barcos con jardines y fincas dueñas de un lujo decadente.

La localidad de Verbania espera tras la frondosa vegetación de la reserva naturaleza de Fondo Toce. Los rincones más atractivos están entre el laberinto de callejuelas que desembocan en la orilla, donde se puede visitar la Villa Taranto y su hermoso jardín con 20.000 especies de plantas.

Si hay que elegir una época, se sugiere que sea la última semana de abril, cuando se celebra la Semana del Tulipán, con los jardines y calles tapizadas por el color de esta flor de origen turco.

Los jardines de Villa Taranto. Foto Mattia Astorino | Unsplash

Pequeños pueblos, grandes villas

A un tiro de piedra de la frontera suiza está Cannobio, antigua ciudadela medieval que actualmente presume de sus casas de colores pastel, y punto de partida para excursiones para sitios como el Castillo de Malpaga, entre dos islotes rocosos; o los bosques de Malesco, donde se pueden encontrar con cascadas como la que transcurre por la garganta del Orrido di Sant’Anna.

Tras retroceder a Verbania y cruzar el lago en ferry a Laveno la ruta sigue hacia Varese, atravesando la naturaleza que despliega el parque regional Campo del Fiori.

Varese destaca por los palacios que ha levantado la nobleza de Milán desde la Edad Media

Este fue el lugar elegido por la nobleza de Milán para levantar palacios como el de Estense, que si bien no está abierto a visitas sí tiene grandes jardines abiertos al público.

Costa de Cannobio. Foto Orca Tec | Pixabay

O el de Villa Panza, dueño de patrimonio de 150 pinturas que se pueden descubrir en una visita que incluye el paso por fastuosos salones como el Impero.

Tras armarse con un poco de paciencia por la estrecha SS342 se llega a Como, caracterizada como una de las joyas de la corona.

Como, el enclave aristocrático de los lagos

Y no es para menos: además del encanto de su laberíntico casco antiguo la costa del lago está tapizada de grandes mansiones como las que se ve en la Passeggiata Lino Gelpi, rincones de retiro de grandes celebridades, así como otras transformadas en hoteles que saben que el lujo no tiene por qué ser ostentoso.

Otras fueron convertidas en centros de arte, como la Villa Olmo; y están las que presentan jardines de acceso público como la Villa del Grumello y la Villa Sucota.

Como fue una ciudad que creció gracias a la industria textil de la seda, como da fe el Museo della Seta. Y si alguien quiere comprar alguna corbata o pañuelo, puede pasar por elegantes locales como A Pici.

Una de las villas del Lago de Como. Foto EzPzPics | Pixabay

El encanto de Bellagio

Para llegar a Bellagio hay que transitar 32 kilómetros por la hermosa carretera SS583, donde cada tanto la gente se detiene a fotografiar el paisaje lacustre en dirección al norte.

Bellagio es un pueblo de postal, con sus barcas en el puerto, sus campos de cipreses y sus calles empedradas.

Desde aquí se pueden realizar excursiones en el lago a pueblos de pescadores como Loppia o Pescallo, donde desde babor o estribor se descubren grandes villas como la de Melzi d’Eril asomando entre el follaje, en las que también se perciben las estatuas neoclásicas que decoran sus grandes jardines.

Para no tener que dar un largo giro en U por la margen sur del Lago Como desde Bellagio parten ferries hasta Tremezzo, donde destaca la Villa Carlotta, en honor de la princesa prusiana que lo recibió como regalo de bodas en 1847.

Puerto de Bellagio. Foto Mphoto48 | Pixabay

Edificada en el siglo XVII cuenta con un jardín tapizado de naranjos, camelias y azaleas, mientras que las paredes de la finca atesoran numerosos cuadros y estatuas de alabastro blanco.

Varenna, la ciudad de las cuestas

Vuelta a cruzar el estrecho paso del lago, y el viajero seguirá unos pocos kilómetros a Varenna, donde las casas desafían a la ley de gravedad en la complicada orografía del pueblo.

Para contemplar panorámicas de la localidad y el lago si hay ánimo se puede subir 40 minutos hasta el Castello di Vezio, antiguo puesto defensivo en la Edad Media, que se convirtió en centro de arte y sitio clave para los amantes de la cetrería, para darle un guiño histórico.

Monasterio de Santa Catarina del Sasso, cerca de Varese. Foto Pascvii | CC

Más relajado, es el paseo por la Villa Cipressi, al que se llega por el camino de la Piazzale Martiri della Libertà, siempre lleno de flores.

Llegada a Bérgamo

Bérgamo es el último punto de este viaje por los lagos del norte italiano; ciudad políticamente vinculada a Milán pero con una fuerte influencia veneciana, como se ve en los edificios de la Piazza Vecchia.

Vistas de Bérgamo. Foto Olga Filippova | Pixabay

Sus gruesas murallas protegen un denso casco céntrico, donde se puede ver la catedral barroca que está frente a la Piazza del Duomo o la más bonita basílica de Santa Maria Maggiore, con capillas góticas y renacentistas.

La ciudad, además de las vistas que se presentan desde las murallas, también tiene un interesante acervo artístico que espera en la Accademia Carrara, con una colección de 1.800 obras pertenecientes al conde Giacomo Carrara.

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