El País Vasco está lleno de magia y mitos (solo hay que saber descubrirlos)

Una ruta diferente por la Vizcaya profunda, un viaje desde Lekeito hasta Vitoria donde las leyendas están a un paso de convertirse en realidad

La magia del santuario de Urkiola, en el corazón de Vizcaya. Foto Tate Kieto-Flickr

Nadie niega la excelencia de la gastronomía del País Vasco o la belleza de los paisajes que se pueden descubrir en coche o bicicleta. Pero si es por rutas temáticas, eta vez ofrecemos una que se aleja de los tópicos y despliega las leyendas de estas tierras de valles y costas.

Estamos hablando de la Ruta de la Euskadi Mágica, que sin entrar en misticismos, propone conocer la Vizcaya profunda atravesando los valles de norte a sur hasta llegar a la ciudad de Vitoria.

Los encantos de un pueblo de pescadores

El punto de partida es el pueblo de Lekeitio, entre la desembocadura del río Lea y el mar Cantábrico, abundante en palacios como los de Uriarte, Oxangoiti, Uribarri y Abaroa.

La furia del mar en Lekeitio. Foto Zigor Garcia Barbarias – CC

Desde la costa de Lekeitio cuando baja la marea se puede llegar caminando hasta la isla de San Nicolás

Allí hay un puerto donde se pueden probar excelentes pescados en los restaurantes cercanos y una isla, la de San Nicolás, a la que se puede acceder caminando cuando baja la marea.

La iglesia con las rocas gigantescas

Tras tomar el coche por las carreteras BI-2405 y BI-633 la primera parada acerca a Markina-Xemein, pueblo con un bonito centro medieval con sus casas-torre, y con una sólida tradición en el juego de la pelota vasca en la modalidad de cesta-punta.

Allí está la iglesia de San Miguel de Arrentxinaga, que en su interior hay tres gigantescas rocas apoyadas entre sí, y que crean una curiosa capilla de piedra.

Dice la leyenda que los hombres que busquen casarse tienen que pasar tres veces por el portal pétreo.

Las rocas de la iglesia de San Miguel de Arrentxinaga. Foto Donostia San Sebastian 2016 – CC

El águila profanadora que fundó un monasterio

El siguiente punto es Ziortza-Bolíbar, donde en la antigua colegiata de Zenarruza -dueña de un templo gótico con un interesante claustro renacentista- hay una curiosa leyenda: se dice que el conjunto fue fundado donde un águila dejó una calavera que había atrapado durante un enterramiento en el año 968.

En esta localidad nacieron los antepasados de Simón Bolívar, militar venezolano que liberó su país, Colombia y Ecuador; como lo recuerda un museo en el lugar.

Monasterio de Zenarruza. Foto Jose Antonio Gil Martinez – CC

La diosa de los antiguos vascos

Tras pasar por el puerto de Trabakya, todo un desafío para los ciclistas, se llega a la localidad de Durango.

Entre sus atractivos históricos hay que conocer el gran pórtico de madera que cierra uno de los lados de la iglesia de Santa María de Uribarri.

Más leyendas se encuentran en el crucifijo de Durango y en las cuevas de la sierra de Amboto, donde se decía que vivía la diosa Mari

En el museo de Durango se puede ver la cruz de Kurutziaga, un monumento de 4,3 metros lleno de representaciones de estilo gótico, que fue escondido, mutilado y reconstruido; y que se supone que fue levantado para expiar la herejía del fraile Alonso de Mella en el siglo XV.

Al sur de la localidad sus murallas de piedra caliza se topan con la sierra de Amboto. En una cueva de este lugar la tradición dice que vivía Mari, divinidad de los pueblos precristianos que habitaban estos valles.

Valle cercano a Markina-Xemein. Foto Donostia San Sebastian 2016 – CC

La piedra que garantiza conseguir pareja

El viaje sigue al puerto de Urkiola, con pendientes de hasta 14º de inclinación -todo un martirio para los amantes de las dos ruedas-, y tras tomar la carretera BI-623 se llega al Parque Natural de Urkiola, donde los valles siempre brillan de color verde.

Entre los bosques de hayas y frescos hay un santuario que cuenta con una iglesia y una torre barroca.

Los amantes de las leyendas sabrán que allí hay una roca de tamaño considerable, apodada como ‘el meteorito’ (aunque no lo sea).

Santuario de Urkiola. Foto José Ramón Martínez – CC

Aquí hay otra costumbre similar a la de la iglesia de San Miguel de Arrentxinaga: quien busque pareja tiene que llegar el 13 de junio, día de San Antonio, y dar siete vueltas alrededor de la masa pétrea en el sentido de las agujas del reloj. ¿Es efectivo? Quién sabe…

Retomando la carretera hacia el sur se pasa por Otxandio, un pueblo de presencia señorial con una iglesia barroca demasiado grande para el tamaño de la localidad.

Tras bordear el embalse de Urrunaga el terreno deja atrás las montañas de Vizcaya y cambia por el paisaje más suave de la llanura alavesa.

Valle de Otxandio. Foto Roberto Al – CC

Otro embalse es el Ullibarri-Gamboa, tan grande que en verano se habilitan playas de bandera azul. La naturaleza también está presente en el Parque Ornitológico de Medixur, que se puede recorrer a pie o en bicicleta.

Y a poca distancia se llega a Vitoria, una de las ciudades más verdes de España, dueña de una interesante vida cultural y gastronómica de la que hablaremos en otro momento.

a.
Ahora en portada