Los pueblos medievales de Cataluña más bonitos para tu próxima escapada 

Tierra de buen comer, de playas paradisíacas, de esquí, de turismo y de pueblos medievales. Cataluña presenta rincones totalmente desconocidos en su geografía que merece la pena visitar

Hostalric, Girona

Pueblos como Hostalric atesoran la historia de Girona. Foto: Judit Matarin | Arxiu Imatges PTCBG.

Los pueblos medievales son ideales para una escapada de fin de semana o para la planificación de tus próximas vacaciones. Si tienes pensado visitar Cataluña próximamente, quédate en este artículo para conocer otros lugares más allá de Barcelona, Rosas, Tarragona, Salou o el Pirineo catalán. 

Santa Pau (Girona)

En la comarca de La Garrotxa, uno de los mejores exponentes de paisaje volcánico de la península Ibérica, con cuarenta volcanes dormidos, se encuentra Santa Pau.

Santa Pau, en Girona
Santa Pau. Foto: Pep Sau | Arxiu Imatges PTCBG.

Perfecto ejemplo de pueblo medieval cuyo núcleo urbano se formó al abrigo de un castillo, en este caso el de los barones de Santa Pau, su casco antiguo aún conserva el trazado original, en el que destaca la plaza Mayor, porticada, con sus curiosos arcos irregulares, además de las murallas y el castillo, compacto y robusto que se levanta en el punto más alto del pueblo.

Entre sus calles empedradas y empinadas y tras algún quiebro imposible, encontramos la sobria iglesia de Santa María y el Portal del Mar, desde donde obtener una perspectiva de los valles de los alrededores.

Paisaje volcánico de La Garrotxa. Foto: Laurence Norah | Archivo PTCBG.

Santa Pau es además la puerta de entrada perfecta para visitar volcanes emblemáticos como el de Santa Margarida o el Croscat, los dos más famosos de la zona. ¿Quieres hacerlo más emocionante? Prueba a visitarlos desde un globo.

Para comer, una buena opción es el restaurante Can Xel, todo un clásico en la zona (sus orígenes se remontan a 1931) donde la cuarta generación familiar ofrece una buena representación de la denominada cocina volcánica.

Monells (Girona)

En un rincón del Baix Empordà, Monells destaca por su precioso legado medieval que vale la pena descubrir. De pequeño tamaño (apenas cuenta con 200 vecinos) pero ingente belleza, el pueblo fue escogido como escenario de la película Ocho apellidos catalanes, lo que catapultó su fama.

Rodeado por el Paraje Natural de les Gavarres, simplemente aparca el coche y deja que tus pasos te lleven hasta la plaza porticada de Jaume I.

Construcciones medievales y tradicionales casas de piedra se suceden en esta villa cuyo origen se remonta al siglo XII y al castillo de los Vizcones de Bas, aunque hoy apenas se conserva algún lienzo de su muralla.

Monells. Foto: Jordi Renart | Arxiu Imatges PTCBG.

Sí hay, en cambio, numerosos arcos en sus preciosas calles empedradas y salpicadas de macetas que ponen la nota de color.

Todas las calles confluyen en la plaza, también porticada, donde antaño se celebraba un importante mercado y que hoy sigue siendo el punto neurálgico de la localidad, aunque ahora ocupado por tiendas, bares y restaurantes.

Al otro lado de la Riera del Rissec, que divide el pueblo en dos, hay que pasear por el barrio del Castell donde se alzan el Ayuntamiento y la Iglesia de Sant Genís.

ielha (Lleida)

Capital de la Val d’Aran, ningún recorrido por el valle estaría completo sin hacer parada en Vielha, una coqueta ciudad pirenaica ubicada en la confluencia del Garona con el Nere, a algo menos de mil metros de altitud.

En Vielha, las grandes avenidas dominadas por tiendas de deportes de aventura y turismo activo, de productos gastronómicos o boutiques contrastan con las callecitas más estrechas del casco antiguo, salpicadas por restaurantes, bares y vinotecas donde degustar los mejores sabores del valle.

Vielha, capital de la Vall d'Aran.
Vielha, capital de la Val d’Aran. Foto: Unexpected Catalonia | Unsplash.

La iglesia de Sant Miquèu, dedicada al santo que fue también príncipe con su imponente torre octogonal rematada con un esbelto campanario de pizarra, típico de Val d’Aran, se alza en el centro de Vielha junto al edificio porticado del Ayuntamiento y el edificio de Correos que oculta en su interior el preciado Cristo de Mijaran.

Al pasear hay que ver el Museo Etnológico, ubicado en la Torre del General Martinón (una casa del siglo XVII), la casa señorial Ço de Rodès y el Museo de la Lana, que guarda una teledora Mülle Jenny, testigo del auge que tuvo el sector textil en Val d’Aran durante el siglo XIX..

Ripoll (Girona)

No por nada Ripoll es denominado cuna de Cataluña y es que en este municipio es clave para la historia y la identidad catalanas gracias a la figura del conde Wifredo el Velloso y el monasterio de Santa María, un importante centro cultural durante la Edad Media donde, por ejemplo, se redactaron tres Biblias que actualmente custodian los museos vaticanos.

Capital de la comarca del Ripollés, bañado por los ríos Ter y Freser, Ripoll es también un enclave natural privilegiado rodeado de cumbres, bosques y prados.

Ripoll. Foto: María Geli Pilar Planagumà | Archivo PTCBG.

Pasear hoy por las calles de Ripoll es hacer por un conjunto de arte románico único en el mundo, con el citado monasterio al frente, con su pórtico del siglo XI y su claustro único de doble planta.

El Museo Etnográfico de Ripoll, en la antigua casa señorial de Can Budallés, la exposición permanente Scriptorium, sobre la historia de la localidad o La Farga Palau de Ripoll, testigo del floreciente pasado industrial de Ripoll son otros de los lugares imprescindibles.

La butifarra a la brasa es una de las especialidades de la zona. Foto: Toni Vilches | Archivo PTCBG.

Además, en la localidad vecina de Sant Joan de les Abadesses puede contemplarse otra joya de la época medieval, una abadía fundada también por Wifredo el Velloso que forma parte de la ruta de Tierra de Condes y Abades y participa del mito del conde Arnau.

Para comer o cenar reserva en la Brasería Grill El Molí, en el mismo centro del municipio y con especialidades como la carne a la brasa (muy buena la espalda de cabrito y la butifarra a la brasa), las torradas con anchoas y escalivada, las alcachofas con romesco, los pies de cerdo o el bacalao con salsa de escalivada.

Peratallada (Girona)

Otro imponente conjunto medieval lo encontramos en la localidad de Peratallada, en el Baix Empordà. En perfecta armonía, su arquitectura invita a pasear por sus estrechas calles y cruzar bajo los numerosos arcos que nos saludan a nuestro paso.

Peratallada. Foto: Jordi Gallego i Caldas | Arxiu Imatges PTCBG.

En el paseo, merece la pena parar ante la iglesia de San Esteban, el castillo-palacio o la Plaza de Les Voltes, todos ellos referentes históricos y arquitectónicos.

Además, la villa destaca por su oferta artesanal y gastronómica y entre los callejones del centro despuntan sugerentes restaurantes donde abandonarse a los tesoros gastronómicos locales.

Bausén (Lleida)

En el Bajo Aran destaca la localidad de Bausén, uno de los pueblos que mejor conservan su estética rústica, como se ve en sus viviendas de piedra y sus tejados de pizarra.

Desde aquí hay hermosas vistas del valle de Torán, hito natural que compite con la belleza del bosque de Carlac, un hayedo milenario ubicado a poca distancia.  

En el pueblo está la iglesia de Sant Pèir Ad Víncula, del siglo XVIII, relacionada con la leyenda de los amantes de Bausén y su amor prohibido, que tuvo como desenlace el cementerio pagano más pequeño (y con mejores vistas) de España.

Bausén, en la Vall d'Aran
Bausén. Foto: Wikimedia Commons

Besalú (Girona)

El puente viejo de Besalú, con siete arcos y una torre, pone la alfombra roja para acceder a esta localidad, uno de los conjuntos medievales más importantes y mejor conservados de Cataluña.

Ubicado en el corazón de la provincia de Girona, en la comarca de la Garrotxa, el puente, de estilo románico, atraviesa el río Fluviá hasta llegar a una torre de defensa que tiene una puerta de hierro levadiza.

Besalú y su puente medieval. Foto Turismo de Cataluña

En su larga historia el puente (protagonista de premiadas novelas) fue arrasado por inundaciones, volado en batallas y vuelto a reconstruir una y otra vez; la última después de la Guerra Civil.

Las callejuelas zigzagueantes de Besalú, por las que parece vayamos a retroceder en el tiempo, conducen a una bonita Plaza Mayor, ideal para tomar un aperitivo contemplando las casas medievales.

Además, hay que visitar el muy bien conservado barrio judío, así como la iglesia del monasterio de San Pedro de Besalú y San Julián, el antiguo hospital de peregrinos, la casa Cornellá, la iglesia de San Vicente y la sala gótica del Palacio de la Curia Real.

Un sitio curioso es el Museo de Miniaturas y Microminiaturas, donde se pueden ver objetos extraños como una Torre Eiffel construida sobre una semilla de amapola.

Castellfollit de la Roca (Girona)

El pueblito más pequeño en extensión de la comarca de La Garrotxa (y uno de los más pequeños de Cataluña), Castellfollit de la Roca espera sin embargo con un impactante perfil que justifica el desvío para visitarlo.

Sobre un acantilado rocoso de 50 metros de altura se asienta esta villa medieval de calles estrechas y hermosas vistas a los valles de los ríos Fluvià y Toronell.

El pueblo de Castellfolit de la Roca en Girona.
Castellfolit de la Roca. Foto: Foto Laurence Norah | Arxiu Imatges PTCBG.

En su singular trazado, no apto para quienes sufran de vértigo, destacan el campanario de la iglesia de Sant Salvador y el reloj de la torre de Sant Roc, que marca el ritmo de este pueblo al borde de sus abruptos riscos y que parece flotar sobre los paisajes del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.

Camprodon (Girona)

En la comarca de El Ripollès, entre cumbres que casi rozan los 3.000 metros como las del Puigmal o el Bastiments, encontramos también preciosos pueblos de sabor medieval como Camprodon.

En pie, desde el siglo XII, el puente nuevo sobre el río Ter es la imagen icónica de este pueblo de postal, perfecto para realizar todo tipo de actividades de montaña, incluido senderismo, BTT y esquí en la estación de Vallter 2000.

Camprodón. Foto: Maria Geli y Pilar Planagumà | Archivo PTCBG.

La propia localidad destila historia en cada rincón, gracias a lugares como el monasterio de Sant Pere, la iglesia de Santa María y Sant Cristòfol de Beget, por citar algunas muestras del románico.

Además, Camprodon cuenta con un curioso museo dedicado al compositor catalán Isaac Albéniz, nacido en esta villa en 1860. También se celebra anualmente un festival de música que lleva su nombre.

Tampoco hay que perderse, en el plano gastronómico, sus famosos embutidos, especialmente el bull y la longaniza, y sus galletas, especialmente las que elabora la compañía Birba.

Iglesia de Sant Cristòfol de Beget. Foto: María Geli y Pilar Planagumà | Archivo PTCBG.

Tossa de Mar (Girona)

Reconocido este 2023 por la plataforma Best Places to Travel como uno de los 20 mejores destinos europeos para conocer este año, Tossa de Mar, en la comarca de La Selva, dibuja su reconocible silueta entre los azules del cielo y el mar Mediterráneo.

Joya de la Costa Brava, la localidad recibe con sus playas de arena fina y dorada y sus calas enmarcadas por pinos y acantilados, además de murallas que casi tocan el agua, un castillo con una grandiosa torre del Homenaje y la espectacular Vila Vella, un recinto amurallado construido entre los siglos XII y XIV como defensa ante las incursiones de los piratas.

Tossa de Mar. Foto: Hecktic Travels | Archivo PTCBG.

El dulce aroma de la vegetación que rodea Tossa de Mar flota en este hermoso pueblo de pescadores con mucha historia e historias que contar. Por ejemplo, las de la Turissa romana, la Tursa medieval y la Tossa de Mar que en la actualidad invita a disfrutar de sus playas, su naturaleza, su cultura, su gastronomía y un sinfín de actividades.

Hostalric (Girona)

Su nombre, Hostalric, nombre procede de un hostal del siglo XI junto al camino real de Barcelona a Francia. Su estratégica situación le permitió obtener privilegios como el mercado y la Carta Puebla y en el siglo XIV era ya una villa fortificada con 600 metros de muralla y 10 torres.

Gran parte de esta estructura se conserva en excelente estado, que junto a su castillo (S.XIII) es un Bien Cultural de Interés Nacional que puede recorrerse con la original visita con llave. 

Hostalric, Girona
Hostalric. Foto: Domus Sent Sovi | Arxiu Imatges PTCBG.

En la Oficina de Turismo entregan una llave y una hoja de ruta que permiten abrir e iluminar el recinto medieval, pasear por los caminos de ronda, escalar lo más alto de la torre museo Ararà, disfrutar de las vistas desde la torre de los Frailes y explorar la cueva del Relliguer.

Al caminar por la alargada villa medieval se pasa por el Raval, la plaza de los Bous, la calle Major, la plaza de la Vila y el Portal de Barcelona, etcétera. En Semana Santa celebra un Vía Crucis Viviente con una feria medieval y en septiembre el festival Gastroart

Pals (Girona)

Entre la montaña y el mar, otra parada imprescindible de esta ruta de pueblos bonitos por la Costa Brava es Pals. Pueblo medieval aupado sobre un promontorio desde el que se domina una amplia llanura y el azul del cercano Mediterráneo, el paseo por sus calles empedradas llega a parecer irreal, como de película histórica, por lo perfectamente bien conservado del conjunto.

Lo mejor es tomarse con calma el paseo por la villa amurallada y protegida por la Torre de les Hores, sobre todo por las pronunciadas cuestas, y paladear cada uno de sus rincones, muchos de ellos decorados con flores que rompen con su colorido la tonalidad de la piedra.

Pals. Foto: Arxiu Imatges PTCBG.

Monumentalidad aparte, Pals es muy conocido por la calidad de sus arroces, con arrozales que riega el río Daro muy cerca del pueblo o bien en las marismas que hay poco antes de su desembocadura en el mar.

Una playa kilométrica que invita a nadar con las islas Medes como compañeras se cuenta también entre los muchos atractivos de esta localidad del Baix Empordà.

Arties (Lleida)

Perfecto pueblo de postal, con sus casas de piedra y contraventanas de madera, ya sea nevado o cuajado de flores, Arties se encuentra ubicado a 1.143 m de altitud bajo la sombra del macizo de Montardo (2.833 m), donde confluyen los ríos Garona y Valarties.

Arties. Foto: Los Pueblos más Bonitos de España.

Entre sus grandes atractivos se cuentan su ubicación, a solo 7 km de Vielha, la capital del Valle de Arán, y a otros 7 km la estación de esquí de Baqueira Beret, que lo convierte en un auténtico hervidero chic en los meses de invierno.

También cuenta con patrimonio cultural, con la iglesia parroquial de Santa María de Arties, una construcción románica del siglo XI al XII, como referente. Sus dos campanarios, de finales del siglo XIII y principios del XIV respectivamente, y sus pinturas murales, son sus principales atractivos.

La Iglesia de San Juan, de principios del siglo XIV y estilo gótico, actualmente sede de diferentes exposiciones temporales; los restos del castillo de Arties o Entrasaigües; los Baños de Arties; o sus casas señoriales de los siglos XVI y XVII son otros de sus referentes.

Trinxat de Gasconha en Arties. Foto: Urtau.

El propio Parador de Arties, conocido como Casa de Don Gaspar de Portolá, es una joya de la arquitectura aranesa de los siglos XIV y XV.

Por supuesto, no dejes de pasear por sus calles realizando paradas en sus bares y restaurantes donde saborear la gastronomía local en lugares como Urtau (fantástica su barra de pinchos), La Casuca de Arties, Hotel Casa Irene, Lits y Pinotage, una original propuesta ya que se trata de un restaurante sudafricano pero que respeta la tradición aranesa.

Castelló d’Empúries (Girona)

El pasado medieval sigue aún muy presente en Castelló d’Empúries, donde se puede rastrear en calles y en edificios como el palacio de los condes o la lonja.

Próximo a la desembocadura del río Muga, en el golfo de Roses y con una ubicación perfecta para conjugar patrimonio, cultura, naturaleza y playa, no hay que perderse la Basílica de Santa María, el majestuoso edifico de estilo gótico construido entre los siglos XII y XV, el Ayuntamiento, la Casa Gran del siglo XIV, el portal de la Gallarda (levantado entre los siglos XI y XII), el Pont Vell, el convento de Santa Clara y los restos de las murallas.

La fuente, la lonja y la basílica de Santa María en Castelló d'Empùries.
Castelló d’Empúries. Foto: Oscar Rodbag | Arxiu Imatges PTCBG.

Si es posible, se recomienda hacer coincidir la visita al pueblo con el Festival Terra de Trobadors, en septiembre, con música de la época, combates de caballeros y mercado medieval.

Peralada (Girona)

En el Alt Empordà, a apenas 7 km de Figueres, el Castillo de Peralada, antigua residencia de los condes de Peralada, es un reclamo turístico en sí mismo.

La parte más singular, y también más antigua del castillo, son las dos torres que flanquean la entrada, construidas durante la primera mitad del siglo XIV.

Peralada
Peralada. Foto: Maria Geli, Pilar Planaguma | Arxiu Imatges PTCBG.

En esta villa se respira la esencia medieval en sus calles, edificios y monumentos bien conservados, a los que se unen numerosas experiencias turísticas que permiten disfrutar del pueblo, como el Museo de la Villa, con el claustro románico de Sant Domènec, hoy sede de la oficina de turismo, la iglesia de Sant Martí, en el punto más alto de la colina, y restos de murallas de diferentes épocas.

En el emblemático castillo-palacio se celebra anualmente el Festival de Música Internacional de Peralada mientras que, cerca de los jardines que rodean el castillo, en el Celler Perelada, se organizan visitas a la bodega y catas de vinos y cavas de la Denominación de Origen Empordà.

Meranges (Girona)

Para muchos referente del esquí en Girona, con estaciones como La Molina, Masella o Font Romeu, la comarca de la Cerdanya forma además parte de la Vía Románica que cruza el Pirineo catalán.

Meranges, en el Pirineo de Girona
Meranges. Foto: Maria Geli, Pilar Planagumà | Arxiu Imatges PTCBG.

Aquí encontramos hermosas localidades como Meranges, a 1539 metros de altitud y puerta de entrada a los lagos de Malniu, Mal, Amagats y al pico Puigpedrós (2.915 metros), la cumbre más elevada de la provincia de Girona.

Casi en la frontera con Andorra y Francia, este pueblo de calles empinadas y antiguas casas bajas reserva algunas sorpresas, como la iglesia de Sant Sadurní, de estilo románico, la capilla de Sant Antoni, los restos de un molino viejo y el curioso Museu de l’Esclop (zueco), ya que Meranges acogió a los últimos fabricantes de este tipo de zapato.

Durro (Lleida)

Seguimos en Lleida y el Pirineo Catalán pero cambiamos de valle, concretamente nos movemos a la Vall de Boí para conocer Durro, un pueblo diminuto (apenas llega a los 80 habitantes) en la Alta Ribagorza.

De calles empedradas, este pueblito medieval es lo más parecido a la definición de paz y desconexión, con atractivos como la Iglesia de la Natividad de la Madre Dios de Durro, del siglo XII y estilo románico lombardo que destaca por su torre de cinco pisos que ostenta el título de Patrimonio Mundial de la Unesco, compartido por un conjunto de templos del valle.

Durro. Foto: Los Pueblos más Bonitos de España.

También en Durro encontramos la ermita de San Quirce, en lo alto de la montaña a la que se accede por un camino que se puede realizar andando o en coche. Una vez desde el mirador de la ermita se disfrutan de unas vistas privilegiadas del Valle.

Otra visita obligada, aunque en este caso para reponer fuerzas, es el restaurant Casa Xoquin, en la plaza mayor de la localidad, de comida tradicional que incluye delicias como el canelón de ceps, el trinxat de la Cerdanya, las croquetas caseras de jamón, manitas de cerdo y cocido o una muy recomendable hamburguesa.

Llívia (Girona)

En la Baja Cerdanya, el pueblo de Llívia, en la falda del Carlit, es una isla española en territorio francés como consecuencia del Tratado de los Pirineos de 1659 y del Tratado de Llivia de 1660.

Llívia. Foto: Maria Geli y Pilar Planagumà | Archivo PTCBG.

El núcleo histórico de Llívia se levanta a los pies de lo que fue un imponente castillo, hoy en ruinas, y entre sus tesoros destaca la farmacia Esteve, de origen medieval (ya existía en 1415) lo que la conveirte en una de las más antiguas de Europa.

En manos de la misma familia durante 23 generaciones, finalmente León Antonio Esteve la cerró en 1942 confiando su custodia al ayuntamiento y, más tarde, a la Diputación de Girona.

Farmacia de Llívia. Foto: María Geli y Pilar Planagumà | Archivo PTCBG.

Además, hay que visitar la torre de Bernat de So, la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, La Hípica y el museo municipal.

Para comer nos quedamos con El Bistrot de Llívia con diferentes menús desde 25 euros, comida abundante y platos destacados como el trintxat y el conejo a la brasa y, en otoño e invierno, la sopa de cebolla.

Comenta el artículo

Deja una respuesta

a.
Ahora en portada