48 horas en Zaragoza: tradición y modernidad en una ciudad ideal para una escapada

En un fin de semana o en los próximos festivos Zaragoza propone combinar sus propuestas culturales con una gastronomía tan exquisita como abundante

La Basílica del Pilar, el monumento más emblemático de Zaragoza. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Seguramente alguien dirá que un par de días no son suficientes para conocer todo lo que hay que ver en Zaragoza. Puede ser. Pero por lo menos en 48 horas se pueden visitar algunos de sus principales monumentos, pasear por algunas de sus áreas más modernas, empaparse de cultura del pasado y el presente, y probar sus diversos tipos de gastronomía.

Por supuesto que no se puede ir a Zaragoza sin visitar su hito más famoso, la Basílica del Pilar. Y lo vamos a hacer, pero en la última parte de esta escapada.

Promoción para diciembre

Una buena oportunidad para conocer la capital de Aragón es aprovechar la promoción de Horeca, la asociación local de hoteles y restaurantes.

Hasta el 12 de diciembre está vigente el programa Promhotel Navidad en Zaragoza, que presenta descuentos del 10% en los alojamientos participantes (con desayuno incluido). Las reservas se realizarán a través de la web de hoteles, para aprovecharla del 15 al 18 de diciembre.

Estos anfitriones nos habían sugerido que el primer punto para conocer las nuevas caras de Zaragoza es descubrir CaixaForum. Y tenían razón.

La moderna sede de CaixaForum. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El edificio diseñado por Carme Pinós fue construido en 2014 como si fueran dos cubos encajados, en una estructura donde casi no hay líneas curvas.

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Este centro cultural, revestido de 1.500 placas troqueladas, es una audaz muestra de la arquitectura más vanguardista; donde en sus salas de 400 y 800 m2 se exponen en estas semanas las muestras Mamut y Tattoo. Arte bajo la piel.

Exposición sobre mamuts. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

CaixaForum es uno de los edificios que revelan la apuesta de Zaragoza por la modernidad

Además de su auditorio con capacidad para 250 personas y varias aulas, CaixaForum tiene una recomendada cafetería en la tercera planta con recomendadas vistas sobre los barrios del Centro y Delicias.

La Aljafería

A pocos minutos andando del CaixaForum llegamos a otro de los sitios históricos imprescindibles: la Aljafería.

El palacio y fortaleza con secciones que datan del siglo IX fue embellecido por el rey Abu-Yafar; quien llevó el arte islámico a una de sus máximas expresiones, como se puede ver en las arquerías y salas del pórtico norte, en el elegante oratorio y en su pequeño jardín con naranjos del Patio de Santa Isabel.

La Aljafería. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Como tantos otros edificios que cayeron en manos cristianas, los sucesivos monarcas aragoneses lo han modificado a sus gustos, como se puede ver en la visita por la fastuosa Sala de Trono, la de los Pasos Perdidos y la Torre del Trovador.

Salas del pórtico norte. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Si bien se puede entrar por cuenta propia para conocer este monumento -actual sede de las Cortes de Aragón- lo mejor es apuntarse a una visita guiada y conocer cómo buena parte de la historia de la comunidad, que a la larga también fue la de uno de los reinos de la España medieval que se convirtió en un imperio comercial y militar, pasó por estas paredes.

El Festín de Babel

La esperada pausa gastronómica del mediodía fue en el restaurante El Festín de Babel. Abierto hace 20 años, el cocinero Sergio Ortas propone un viaje por las cocinas del mundo pero a través de platos poco conocidos.

“Empezamos combinando platos del Cáucaso y Senegal, y así fuimos creando revisiones de diferentes tipos de cocina popular del mundo”, dijo.

Allí se pueden probar el ragú de berenjenas con cebollas confitadas (típico de Tailandia), los dados de salmón marinado con membrillo de manzana de Singapur y el excelente blinis con boletus confitados y crema smetana de Ucrania.

Sabores del mundo en El Festín de Babel. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El restaurante El Festín de Babel elabora un viaje por las comidas populares y otras poco conocidas de diferentes partes del mundo

De principales, las elecciones fueron para la musaka de berenjena y ternasco griegas y las carrilleras estofadas al modo ‘goulash’ de inspiración checa.

Un syrniki de queso suave de Lituania y el ravioli de mango caramelizado propio de México cerraron este viaje gastronómico regado por un Alquez de bodegas Sommos.

Patio de la Infanta

La tarde estuvo dedicada a dos puntos clave del arte en Zaragoza. Uno es el Patio de la Infanta, reconstrucción de un solar renacentista que de milagro no fue vendido por un anticuario parisino y que desde 1980 se encuentra en la sede central de Ibercaja.

Sus columnas no dejan ni un centímetro sin presentar una alegoría de estilo plateresco al amor, la astrología, el arte, el esoterismo, la política y la historia; elemento escultórico que hay que descubrir con paciencia.

Tapices en el Patio de la Infanta. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

De las paredes laterales cuelgan valiosos tapices de la escuela flamenca de los siglos XV y XVI, que exponen motivos bíblicos y otras manifestaciones artísticas.

Museo Goya

El otro punto fue el museo dedicado al pintor aragonés más universal: Francisco de Goya.

El edificio ofrece una visita en sus cuatro plantas que se inicia con un viaje audiovisual para conocer la vida y obra del artista en su contexto histórico, y luego se pasa por otras salas que ofrecen obras de arte de los estilos que le antecedieron como el Gótico tardío, el Renacimiento y el Barroco, con obras de Rembrandt, el Bosco, Zurbarán y Velázquez, entre otros.

Retratos reales en el Museo Goya. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

La segunda planta está enteramente dedicada a Goya, con una sala con pinturas religiosas y retratos de monarcas como Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma; y otra sección se centra en su larga producción de grabados, con las series dedicadas a la Tauromaquia, los estremecedores Desastres de la guerra y los Disparates donde combinaba la incorrección política con la sátira y la denuncia social.

En la tercera, se revela cómo Goya ha influenciado en el arte de los siglos posteriores, tanto en España como en otras partes del mundo.

A tener en cuenta la exposición que hasta mediados de febrero descubre el arte de Fernando Botero, que con su homenaje a la obesidad creó un lenguaje artístico único desde Colombia.

La Parrilla Albarracín

Llega la noche decidimos probar la cocina aragonesa más tradicional. El lugar elegido fue La Parrilla Albarracín, un restaurante cercano al foco gastronómico de la calle Cádiz que apuesta por la tradición a través de porciones abundantes.

Estos días el Museo Goya presenta una exposición dedicada a Fernando Botero, que con su homenaje a la obesidad creó un lenguaje artístico único

Tras la tapa de madre de cordero (bombón de ternasco con lámina de parmesano y chupito de queso crema curado) pasaron las migas a la pastora (con torrezno, huevos fritos y uvas), la longaniza a la parrilla con patatas y el bacalao al chilindrón.

La Parrilla de Albarracín y su apuesta por la tradición. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Ante tanta abundancia hubo que hacer un esfuerzo para degustar la paletilla de ternasco, muy tierna y con abundante jugo.

Y de remate, un yogurt con frutos rojos; todo maridado por el tinto de garnacha Tres Picos, de la bodega Borsao.

El local tiene un precio medio de 30 euros, y los fines de semana suele estar siempre lleno a pesar de su amplia capacidad de mesas.

Domingo por la mañana

Por suerte nuestro hotel Alfonso estaba a pocos pasos del casco histórico, y fue la base ideal para descubrir Zaragoza.

De cuatro estrellas, con suites de dimensiones generosas, el establecimiento presume de un diseño vanguardista en sus muebles y decoración, que presenta reliquias como baúles y mapas antiguos para sintetizar la idea de modernidad y tradición de la ciudad.

Su variado desayuno sirvió para calentar motores y ponernos en marcha para conocer otras caras de la ciudad.

Acuario de Zaragoza

La decisión fue poner rumbo a La Expo, el conjunto urbano que ha quedado tras la Exposición Universal de 2008 que cambió considerablemente la fisonomía de Zaragoza.

Cuidado con el peligroso cocodrilo del Nilo. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El único pabellón que nunca cerró sus puertas desde aquel evento es el Acuario, el más grande de Europa dedicado a la fauna de agua dulce y hogar de 6.000 ejemplares distribuidos en 75 espacios.

El centro está organizado en cinco ámbitos que representan algunos de los ríos más importantes del mundo: el Nilo, el Amazonas, el Mekong, el Darling Murray (Australia) y por supuesto, el toque local del Ebro.

En sus gigantescas peceras de dos millones de litros se puede ver la mayor concentración mundial de los arapaimas, gigantescos peces del Amazonas que llegan a los tres metros de largo, acompañados de pacúes y otros ejemplares tropicales.

Y no solo se los puede ver: también es posible nadar entre ellos, a través de las inmersiones y los bautismos de buceo que ofrece el Acuario.

El Acuario tiene el tanque de agua dulce más grande de Europa. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Otras estrellas del lugar son el cocodrilo del Nilo de 4,5 metros siempre amenazante con sus mandíbulas, las diversas rayas como las hermosas moteadas, un pulpo sumamente inteligente (como todos), la tortuga de caparazón blando que se mueve al vaivén de su nado y los esturiones

También hay hipocampos, peces sin ojos, otros pulmonados y curiosidades como el gurami de Tailandia que puede reconocer a su dueño como cualquier mascota.

Y no todos son peces y moluscos, también hay una nutria, un par de titís, ranas venenosas, iguanas, lagartos como el varano salvator (hermano menos del dragón de Komodo) y otras especies del mundo animal.

Javier González, su director técnico, recuerda que el 90% son especies nacidas en cautiverio, y otras provienen de incautaciones de traficantes.

En el Acuario es posible bucear entre gigantescos peces de las aguas del Amazonas

El acuario también aloja otras especies animales. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

“Este no es un depósito de animales, la idea es que los visitantes, sobre todo los niños, reciban un mensaje de educación y conservación”, detalla a Tendenciashoy.

En la visita no dejen de pasar por Aquarium, la terraza de la tercera planta donde hay un restaurante y un bar, con magníficas vistas del paseo ribereño junto al Ebro flanqueado por el Pabellón Puente diseñado por Zaha Hadid y la Pasarela del Voluntariado, firmada por Santiago Calatrava.

Casa Agustín

La pausa del mediodía fue en un nuevo restaurante de visita obligada. Casa Agustín abrió en octubre tras estar 45 años dictando cátedra de gastronomía tradicional en el pueblo teruelense de Albalate del Arzobispo.

Su dueño Antonio Miguel Serón sigue la receta familiar con platos de porciones pantagruélicas, donde las orejas de cerdo son una de sus piezas indiscutidas.

Claro que las hemos probado, pero no fue lo único. También pasaron el bacalao con pimiento como tapa de entrante, las almejas vivas, las alubias con almejas y verduras (cocinadas durante toda la noche a la brasa), unas gigantescas cigalas perno de Huelva de 22 cm (sin contar las tenazas) y dos tiernos medallones de solomillo de vaca rubia vieja.

Carnes y mariscos de Casa Agustín. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

De postre, una crocante teja almendrada y un charlotte de pistacho.

A pesar de tener una capacidad de 75 personas Casa Agustín está casi siempre lleno, con un precio medio de 30 euros (sin bebidas). Por ello, las reservas son casi obligadas.

La basílica del Pilar

Para recuperar el ritmo decidimos esperar al atardecer en el sitio más emblemático de Zaragoza: la Basílica del Pilar.

El templo del siglo XVIII, construido sobre las estructuras de iglesias más antiguas, presenta una sucesión de torres de ladrillo donde la inspiración mudéjar dialoga con otros estilos, una postal de largos atalayas que se ve a la distancia y que sirve como referencia cada vez que se quiera dirigir a El Casco, o sea el centro histórico.

La Basílica del Pilar vista desde el Puente de Piedra. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Hay que tomarse un buen rato para ver las capillas barrocas y de otros estilos, el imponente retablo mayor del siglo XVI, la reja del coro, el gigantesco órgano, el domo que se eleva a 80 metros y la sobriedad del mármol, el jaspe y el bronce en la Santa Capilla; entre otros rincones.

En El Casco se despliega un variado número de edificios históricos que se descubren cada pocos pasos, como la vecina Catedral del Salvador (La Seo) con un interesante estilo mudéjar, la sala de exposiciones La Lonja, el museo Mater Dei, las ruinas de la muralla romana, el Puente de Piedra -aquí la selfie con las cúpulas es obligatorio-, el pasaje de El Ciclón y la vida comercial que se palpita a lo largo de calles como Alfonso I o Don Jaime.

La catedral de la SEO. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

La Gerencia del Tubo

El Tubo es un laberinto de pequeñas calles en el centro donde los residentes hacen un culto del tapeo y los cócteles. Desde el emblemático El Zaragozano (la terraza de Plaza España donde todos se encuentran) hasta el futbolero Malabares, cada bar es un hormiguero de gente donde a nadie le importa abrirse paso.

También hay nuevos restaurantes a tener en cuenta, como La Gerencia del Tubo, donde Carlos Martín Sans homenajea al pasado minero de Teruel con innovadores platos de su creación.

En ‘La Gerencia del Tubo’ Carlos Martín Sans homenajea al pasado minero de su pueblo y su familia con una relectura de los platos aragoneses

Las creaciones de La Gerencia del Tubo. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Su propuesta fue probar la croqueta de carabineros con huevos rotos, el canelón de pularda trufada, el guiso fino de anguila con carrillera de atún rojo y azafrán, la picaña de ternera Angus en tataki y de postre, el melocotón al mostillo sobre cremoso de queso curado; que con un tinto Care de Bodegas Cariñenas se presenta a un precio medio de 30 euros.

Su propuesta de combinación de sabores tradicionales y preparaciones de vanguardia es una síntesis de lo que ofrece Zaragoza: un interesante pasado que marida con un futuro que espera ser descubierto.

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