Viaje por las ciudades y regiones que solo existen en los libros

De Macondo a Región, y de Santa María a Vigata, diez escritores hacen las maletas y viajan por el mundo para encontrar las raíces de geografías literarias

Los pueblos costeros de Colombia tienen rastros de Macondo. Foto Guillermo Barberá

Semanas atrás, cuando Isabel Allende presentaba en conferencia de prensa su libro Violeta, recordó que en sus novelas nunca dice que transcurren en Chile; aunque es obvio que se trata del país sudamericano por las descripciones de sus ciudades y paisajes, la forma de hablar de su gente y sus vaivenes políticos y económicos.

“De esa forma nadie me va a acusar de inexactitudes geográficas o históricas”, dijo.

Hay escritores que hablan de sus tierras sin nombrarlas. Otros inventan pueblos, regiones o países enteros para tener toda la libertad creativa sin que vengan los fastidiosos de guardia a marcar alguna imprecisión.

Con el libro Regiones Imaginarias la Editorial Menguantes se lanzó a la aventura literaria de cartografiar diez sitios que –se supone- solo existen en la imaginación de sus autores. Pero ahí mucho más por descubrir.

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Mucho más que una recopilación de citas literarias

Porque a diferencia de la Tierra Media de Tolkien o de la Narnia de C.S. Lewis estas regiones sí tienen una ligazón con la realidad, y por supuesto, con la vida de sus creadores.

Estas regiones literarias tienen una ligazón con la realidad, y por supuesto, con la vida de sus creadores

No es una recopilación de mapas y citas literarias, sino que los coordinadores del proyecto Bernardo Gutiérrez y Luis Fernández Zaurín encomendaron a diez escritores a que viajaran, explorasen y encontraran las fuentes de la realidad en estas fantasías.

Diez ejemplos de metaliteratura

Lo que tenemos es un interesante ejemplo de metaliteratura, donde en un nivel está la descripción del pueblo ficticio a través de las calles, los residentes, las sierras o las costas de una región real; y en otro está el relato de cada escritor en su pesquisa, donde puede haber textos epistolares, relatos en primera persona, crónicas periodísticas y ensayos literarios.

Camiones en un desierto similar al de Hudayb. Foto Daniel Loewe

Estos Indiana Jones de las letras tenían que buscar ciudades y regiones que solo pueden encontrarse con la brújula de las letras, y con la idea de responder unas preguntas clave.

“¿Hasta qué punto puede la ficción modificar, alterar o influir en la realidad? ¿En qué medida puede una geografía concreta ser la base real de mundo fantástico?”, dicen Luis Fernández Zaurín y Bernardo Gutiérrez en el prólogo.

Los textos son acompañados por mapas de González Macías, construidos entre las pistas dejadas por los escritores y la documentación aportada por los ‘exploradores imaginarios’.

Buceando en búsqueda de Benet (y Llamazares) en León

En la búsqueda de estas regiones imaginarias encontramos a Álvaro Colomer entrenando en un cursillo de submarinismo para sumergirse en el pantano del Pantano del Porma, en la provincia de León, donde Juan Benet situó su comarca ficticia de Región.

Las aguas taparon siete aldeas, una de ellas cuna de Julio Llamazares. Y allí está la presa diseñada por este ingeniero y autor de Volverás a Región, como una metáfora de su literatura críptica.

“No existe coincidencia entre la orografía leonesa y el territorio regionato” dice Colomer, quien asegura que la tierra ficticia de Benet es “una hipérbole de aquella España hoy inexistente”.

Cada capítulo cuenta con un mapa de la región imaginaria creado por González Macías. Foto Editorial Menguantes

Cada pueblo es Macondo

En cambio, en su búsqueda de Macondo, la ciudad donde Gabriel García Márquez situó su monumental Cien años de soledad, La hojarasca y otras obras Bernardo Gutiérrez se encuentra que cada pueblo cercano a Aracataca (y Aracataca misma) reclaman ser el Macondo auténtico.

“Aquí es más real Remedios la Bella levitando con una sábana que una atleta colombiana que regresa de las Olimpíadas con una medalla. Todos viven en Macondo aunque no lo sepan”, dice Gutiérrez, quien se sorprende que casi nadie terminó de leer los libros de García Márquez, pero que todos conocen sus historias.

En Aracataca y otros pueblos “todos viven en Macondo aunque no lo sepan”, dice Bernardo Gutiérrez

La nostalgia rioplatense de Santa María

Use Lahoz destila la misma nostalgia que Juan Carlos Onetti en su recorrido de las calles frías y húmedas de Palermo, el barrio montevideano que tiene todas las señales de la imaginaria Santa María.

“Sin duda Onetti creció aquí. Montevideo era una melancolía desplegada frente al mar”, que trasluce en obras como El pozo, El astillero o La vida breve.

Diez fotógrafos acompañaron a los cronistas en su búsqueda de ciudades literarias. Foto Kim Manresa

Otras búsquedas de ciudades imaginarias

Gabi Martínez suda y se enceguece con el desierto árabe en su búsqueda de Hudayb, la región creada por Abderrahmán Munif entre oasis de beduinos y pastores previos al boom petrolero y ciudades que emergieron como campamentos industriales entre las arenas.

Enrique Vila-Matas echa mano a sus recuerdos para situarnos en Babàkua, también conocida como la Península del Mal, surgida de la imaginación de la cubano-portugesa María Lima Mendes; que todo parece indicar que estaría por Mozambique.

Es fácil deducir que Vigata está en Sicilia, pero la búsqueda que emprende Valentino Necco del pueblo de Andrea Camilleri le lleva a tomar caminos que ni Montalbano hubiera imaginado.

Mapa donde se ubicaría el Macondo de García Márquez. Foto Editorial Menguantes

Chelo Álvarez-Stehle rastrea los orígenes del Yoknapatawpha de William Faulkner, Luis Fernández Zaurín sufre con la indiferencia de los habitantes de Sayula para dar con Comala, el pueblo de Pedro Páramo creado por Juan Rulfo; Elisa Reche camina y camina por una Calcuta agobiante para hallar Malgudi, surgido de las escrituras de R.K. Narayan; y Chika Unigwe retrata las costumbres de los pueblos de Nigeria para presentarnos la aldea de Umofia, de Chinua Achebe.

Además de los textos y los mapas, este viaje imaginario por regiones inexistentes es ilustrado por fotografías de Kim Manresa, Sandra Balcells, Guillermo Barberà, Oscar Bonilla, Marta Calvo, Albert Ferrer, Jaime León, Daniel Loewe, Patricia Martisa y Rex Miller; para dar testimonio que si bien esas regiones son inventadas, hay trazos de la realidad que se pueden atrapar.

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