Un viaje por las historias más calientes de la Guerra Fría
El libro ‘Osos, átomos y espías’ Pere Cardona recorre diferentes episodios de la Guerra Fría, muchos de ellos desconocidos, para ofrecer una mirada diferente al conflicto que dividió al mundo

Ensayo atómico en Bikini. Foto James Vaughan
Decir Guerra Fría es un oximorón, no se puede hablar de una guerra si es fría. Porque si bien entre 1945 y 1989 no hubo una declaración bélica formal entre el bloque liderado por EEUU y el de la URSS, ese período fue muy caliente.
Y si no se llegó a los tiros (o a los misiles, en todo caso) fue por el temor a la destrucción mutua y porque, por fin, las palomas prevalecieron sobre los halcones.
El juego de ajedrez global
Esas cuatro décadas fueron un juego de ajedrez entre dos visiones antagónicas de entender la política y la sociedad.
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Pueden ponerle el adjetivo que quieran, que el mundo libre vs el imperio de mal, que el paraíso de los trabajadores contra el capitalismo más despiadado, pero al final el destino del mundo estuvo en manos de un puñado de jerarcas en Washington y Moscú, con peones y alfiles en Berlín, Varsovia, Londres, Praga y algunas ciudades más.
Las historias desconocidas de la Guerra Fría
Más que un repaso enciclopédico de esos años una mejor forma de comprensión es a través de las historias de algunos de sus protagonistas, como los que presenta Pere Cardona en Osos, átomos y espías (Principal).
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Cardona es un divulgador histórico apasionado por la Segunda Guerra Mundial, con algunos libros y un portal de referencia consultado por aficionados de este conflicto.
La Guerra Fría fue un ajedrez dirigido por jerarcas de Moscú y Washington, con peones en Berlín, Londres, Varsovia y otras ciudades
Con este libro cambia ligeramente de tercio y analiza las consecuencias de aquella guerra que llevó al mundo a sus peores infiernos, pero que paradójicamente con la división del mundo en dos bloques llevó a unos de los períodos de paz global más largos que jamás se hayan visto.
Espías, héroes y traidores
En este mundo no se puede hablar de héroes en el sentido clásico: lo que para unos son figuras ejemplares para otros son seres despreciables. Por ello los espías son las figuras más grises de la política, mezcla de burócratas y traidores, capaces de vender a su madre por un puñado de billetes pero también de poner su vida y la de su familia en peligro por sus ideales.
Así Cardona presenta a Robert Meeropol, quien cuenta la historia de sus padres, los Rosenberg, el matrimonio de Nueva York que por medio del espionaje ayudó a la URSS a desarrollar la bomba atómica.
Pero claro que no eran los únicos espías soviéticos en EEUU, como reveló Ígor Gouzenko en su deserción a Occidente, otra historia llena de ribetes rocambolescos.
También se escucha a Gary Powers Junior contar la historia de su padre, el piloto del avión espía U2 que fue abatido en 1960 en territorio ruso y protagonista de uno de los mayores escándalos diplomáticos de la Guerra Fría
Y conocemos a Trigon, el nombre clave de Alexsandr Ogoródnik, quien fue perseguido por la agente Marti Peterson en un fascinante juego oculto del gato y el ratón que supera a muchas películas de espías.
Aciertos y chapuzas del mundo del espionaje
Las historias de espías van relacionadas con la carrera atómica, porque fueron las correas de transmisión de los avances en la investigación nuclear de uno y otro bando, muchas veces plagadas de información falsa, revelación de secretos de alta sensibilidad y chapuzas varias.
Cardona repasa los fallidos intentos de la CIA en asesinar a Fidel Castro. Según los servicios cubanos, fueron 638
Sí, porque en el mundo del espionaje no todo es perfecto. Muchas veces se cometen errores garrafales, y otros son pequeños traspiés que luego desatan una tormenta.
Así Cardona repasa varios de los intentos fallidos para asesinar a Fidel Castro (638 veces, según la dudosa cronología de los servicios secretos cubanos), de los cuales algunos parecen más propios de la agencia de Mortadelo y Filemón.
También revela que la Fuerza Aérea de EEUU usó osos grizzly como conejillos de Indias para probar los asientos eyectables de los bombarderos B-58; y recorre los diferentes trucos que usaron los berlineses del Este para huir al lado occidental del Muro; uno más increíble que otro.
El surrealista fin de la Guerra Fría
Y el autor entra en los entresijos de uno de los episodios más absurdos del siglo XX, cuando el portavoz del gobierno de la RDA Günter Schabowski tropezó con sus palabras en una conferencia de prensa y aseguró que los ciudadanos de Alemania del Este podían viajar libremente a Berlín Oeste.
Sus palabras corrieron como la pólvora y precipitó la caída del Muro. Era el 9 de noviembre de 1989, y con toda justicia, ese día se podría considerar el último de la Guerra Fría.