Recorriendo el Madrid gamberro que sedujo a Pío Baroja

Por tabernas y cafés, tiendas oscuras y pensiones de mala muerte, de Cascorro a Lavapiés y de Las Vistillas a la montaña de Príncipe Pío, este mapa ilustrado permite recrear el Madrid que encandiló a Pío Baroja

Pío Baroja era asiduo a la cuesta de Moyano. Foto: Álvaro López del Cerro | Madrid Destino.

Se sentía atraído por los bajos fondos y recorría sin descanso los barrios de las clases populares, de golfos, hampones y gamberros. Pío Baroja exploraba ávidamente un Madrid a caballo entre los siglos XIX y XX que luego plasmaría en obras como La busca o El árbol de la ciencia, donde una ciudad en constante transformación deja de ser mero escenario para convertirse en protagonista de la acción.

Tabernas y cafetuchos, tiendas oscuras, casas de citas y pensiones de mala muerte eran algunos de los lugares preferidos del escritor que, aunque nacido en 1872 San Sebastián, pasó la mayor parte de su vida en Madrid.

Ahora, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, rastreamos sus lugares favoritos de la ciudad en un nuevo Mapa Cultural Ilustrado creado por el Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid.

Pío Baroja en su despacho en una imagen de 1946. Foto: EFE.

El Madrid de Pío Baroja

Como un explorador, Baroja excedía los límites de los barrios burgueses para explorar los suburbios –algunos se encontraban a escasa distancia del mismo centro-. Tras la llegada de su familia a Madrid en 1886, cuando el futuro autor de Zalacaín el aventurero contaba con 14 años, ingresó en lo que hoy es el Instituto de San Isidro, en la calle Toledo.

Desde allí se aventuraba por la Ribera de Curtidores y la Plaza de Cascorro en el Rastro, recorría Las Vistillas y Lavapiés, se acercaba a la montaña de Príncipe Pío, entonces con cuevas horadadas que servían de viviendas y, por supuesto, pateaba las callejuelas del centro donde delincuencia y prostitución estaban a la orden del día.

El entonces extrarradio (la ciudad crecía reventando sus límites cada poco tiempo) también era objeto de la curiosidad de Baroja: Cuatro Caminos, Las Ventas, Vallecas y los cementerios del otro lado del Manzanares eran frecuentes en sus paseos, y de ellos sacaba material para sus novelas.

El mapa de los lugares favoritos de Pio Baroja en Madrid.

De hecho, su visión del mundo -perteneció a la Generación del 98– se refleja también con sus descripciones del Madrid de la época, al que imprimió la amargura, la nostalgia y el hastío existencial compartidos en los trabajos de estos autores.

Mapa Ilustrado

Todos esos lugares y el propio Madrid del cambio de siglo se pueden rastrear en este recorrido que propone el mapa, ilustrado por Borja Bonafuente, y que estará disponible gratuitamente desde el próximo mes de octubre en bibliotecas, librerías, centros culturales y puntos turísticos de la ciudad.

Así, el itinerario, de 14 puntos, arranca en la Calle de la Misericordia, junto al Monasterio de las Descalzas Reales, en pleno centro, donde se ubicaba la casa de su tía Juana Nessi y donde él mismo vivió de 1895 a 1902, así como una panadería Viena Capellanes donde entra en contacto con gentes que luego retratará en su trilogía La Lucha por la vida.

El Instituto de San Isidro (Toledo, 39) y la Facultad de Medicina (Atocha, 106) son las siguientes paradas, donde terminó el bachiller y comenzó a estudiar medicina respectivamente (hoy la antigua facultad acoge el Colegio de Médicos, a escasos metros del Museo Reina Sofía).

La Puerta del Sol era también un hervidero de gente en época de Baroja. Foto: Agustín Martínez | Madrid Destino.

Le siguen la Puerta del Sol, “foco y foro de Madrid” según Carmen Caro, sobrina nieta del escritor y encargada del texto que acompaña al mapa y el propio Pío Baroja escribió “Se formaban grupos de vagos, cesantes y vendedores de baratijas; los tullidos ofrecían cerillas sentados en un carrito como una caja, que empujaba con dos palos en el suelo; las floristas ofrecían sus claveles o sus nardos, y otras vendedoras, números de la lotería”.

Del Teatro Real a las corralas de Lavapiés

La plaza de Isabel II y el Teatro Real, que frecuentaban personajes muy diferentes a los de otros lugares que atraían a Baroja, y la calles en torno a Segovia (“callecitas estrechas, solitarias y melancólicas” escribió) y Toledo, de la que reniega por haber perdido “todo su carácter” están también en la ruta, que nos conduce después a la Calle Mayor y el Paseo del Prado.

Las Vistillas se describen como uno de los lugares favoritos del escritor y de hecho aparece en varias de sus novelas y en sus memorias.

Las Vistillas o la Calle Toledo están también en la ruta. Foto: Hiberus @ Madrid Destino.

Le gustaba especialmente el contraste de paisajes que se veía: “Desde aquellas alturas, a cuyos pies pasaba la ronda de Segovia, se veía el campo amarillento que se extendía hasta Getafe y Villaverde, los cementerios y una ermita con sus tapias grises y sus cipreses negros. El cauce relativamente ancho del Manzanares, de color de ocre, aparecía surcado por alguno que otro hilillo de agua negra».

De aquí pasamos a la corrala (Sombrerete, 13), construcciones habituales en el barrio de Lavapiés con un patio central en torno al cual se arracimaban casas distribuidas en galerías, “verdaderos hormigueros humanos”, escribe Baroja.

Su casa en Ruiz de Alarcón, 12, en el barrio de los Jerónimos y el cerrillo de San Blas, donde se levanta el Real Observatorio de Madrid y donde el escritor sitúa un episodio de La busca son las últimas paradas, que coinciden con el punto en el que se encuentra su estatua, obra del escultor Federico Coullaut-Valera Mendigutía y ubicada al lado de los puestos de libreros de la Cuesta Moyano que tanto frecuentó.

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