Colònia Sant Jordi: el rincón de Mallorca donde el tiempo se ha detenido

Las tradiciones de los pescadores persisten en un paisaje de salinas, playas de arena blanca y aguas turquesas, con solitarias calas y faros por descubrir

El faro de Ses Salines, una de las imágenes más buscadas del sureste de Mallorca. Foto Alejandro Moneo

En el extremo sureste de Mallorca un antiguo pueblo de pescadores ha tenido un cambio radical en las últimas décadas gracias al turismo. Sin embargo la rápida expansión urbanística no ha liquidado la forma de vida de muchos pescadores, que siguen capturando gigantescos atunes como generaciones atrás, o la milenaria historia que emana de las salinas de la zona.

En la Colònia Sant Jordi se puede ver esta unión entre pasado y presente con los bloques construidos para el turismo con antiguas casas de piedra, en un pueblo donde la mayor propuesta gastronómica y comercial se concentra en el pequeño paseo marítimo que aloja el puerto deportivo.

Aunque si alguien busca rincones detenidos el tiempo puede pasar por los cercanos núcleos de Les Salines (con su bonita plaza rodeada de casas blancas) y Santanyí, donde en su mercado semanal se puede atrapar un espíritu pueblerino más tradicional.

Les Salines y Santanyí son pueblos que con Colònia Sant Jordi presentan una estampa diferente del sur de Mallorca

Vistas de Colònia Sant Jordi. Foto Alejandro Moneo

También puede hallarse en el pueblo de pescadores de Cala Figuera, escondido entre los acantilados rocosos tapizados de pinos e higueras.

Las casas blancas con sus ventanas y puertas verdes le dan un toque cromático para recordar, y gracias a su ausencia de playas, ha quedado a salvo de la topadora urbanística.

Las islas de Cabrera

Esta zona de Mallorca es para venir a encontrarse con la naturaleza. Por ejemplo, desde los amarraderos de Sant Jordi zarpan las excursiones al archipiélago de Cabrera, un conjunto de 19 islotes de impactante belleza, vergel de biodiversidad y hogar de un gran número de pequeños reptiles, aves marinas y mamíferos.

La inagotable belleza de Mallorca. Foto Alejandro Moneo

Sin embargo la gran riqueza está debajo de sus aguas turquesas, con 500 especies de fauna marina, como doradas, lubinas, meros, pulpos, erizos, tortugas y sepias.

Las playas de la Colònia Sant Jordi

La belleza de Cabrera compite con los atractivos naturales que hay cerca de la colonia, como la playa de Es Trenc, con sus arenas blancas y sus aguas claras que parecieran haber sido trasladadas del Caribe.

Con 2,5 km es la más larga de Mallorca, lo que garantiza soledad a muy poca distancia del pueblo.

A uno y otro lado del pequeño núcleo urbano se despliega un rosario de más playas y calas, que en algunas de ellas solo se puede llegar son en barco, como las excursiones que ofrece la empresa Náutica Colonia.

Playas y costas solitarias para descubrir. Foto Alejandro Moneo

Una de ellas es la preciosa y solitaria Cala Marmols, de acceso bastante complicado si alguien se anima a llegar a pie; la de Es Caragol y su abundante fauna submarina gracias a la gran presencia de posidonias; la de Tugores que permite hacer snorkel en aguas de poca profundidad; o la de Es Carbó con algunas de las aguas más transparentes del lugar.

Faros y rocas

Con el vaivén de la embarcación se divisa el Faro de Ses Salines, silencioso vigilante de estas costas escarpadas que fue inaugurado en 1863 en el punto más meridional de la isla, y al que también se puede llegar tras una intensa marcha de senderismo de cinco horas por los acantilados desde el Cap de Ses Salines.

Una de las solitarias playas de la zona. Foto Alejandro Moneo

También en barco se llega a la curiosa formación natural de Es Pontàs, un arco de roca que emerge entre las aguas claras, y que es uno de los puntos más buscados por los cazadores de atardeceres para subir a Instagram.

Este capricho geológico de la naturaleza también se puede ver desde la costa, sentado en los bancos que están en el mirador de Es Pontàs.

Las salinas

Pero sin duda uno de los paisajes más surrealistas son Las Salinas de d’Es Trenc. Se trata de una zona declarada como Área Natural de Especial Interés, que desde los tiempos del neolítico produce sal por la evaporación del agua del mar.

La explotación de la sal marina se remonta al neolítico, y ya había sido reconocida por

La combinación de sol, viento, escasa humedad y las técnicas tradicionales permiten elaborar diferentes tipos de sal marina, como las 10.000 toneladas anuales que produce la compañía Salinas de Levante.

El extraño paisaje de las salinas. Foto Alejandro Moneo

Es un trabajo artesanal que se realiza durante los meses del verano, en que los obreros rastrillan la capa superficial y vierten el producto en cestos para quitar el agua y que termine su secado bajo un sol de justicia.

Es un duro trabajo que se realiza antes que llegue el anochecer para evitar que la humedad del aire disuelva los cristales de sal.

El ronqueo del atún

Otra actividad que permanece inalterable con el paso del tiempo es el ronqueo del atún, el proceso de corte y despiece de estos gigantescos peces.

Es una técnica que se realiza, sobre todo, entre abril y mayo cuando el atún salvaje migra a aguas más cálidas para desovar, y a lo largo de junio cuando regresa al Océano Atlántico.

El ronqueo de atún. Foto Alejandro Moneo

De cada pieza se pueden extraer unas 25 partes comestibles, que se preparan en platos de toda la vida y en otros más sofisticados como los que se ofrecen en el restaurante Salicornia, ubicado en primera línea del mar como parte del hotel Honucai.

Allí el chef Pablo Tomás (quien ha pasado por Drolma y El Bulli) hace una interesante relectura de los platos tradicionales mallorquines, que se ofrecen en un espacio decorado como una extensión del mar.

Tartar de atún del restaurante Salicornia. Foto Alejandro Moneo

Es la misma estética del Honucai, hotel boutique de 78 habitaciones que es uno de los pocos que, además de servicios como su solárium, salas de reuniones y su sofisticada terraza The Top, tiene todo preparado para recibir a ciclistas y ofrecer desde taller de reparación hasta zonas de lavado.

Y si uno tiene ganas de salir a pedalear pero no tiene bici, no importa: aquí se pueden alquilar y dejar que se descubran nuevos paisajes del sur de Mallorca.

a.
Ahora en portada