Priego de Córdoba, aceite y agua entre telares

Junto al impresionante paisaje de las sierras Subbéticas, Priego de Córdoba despliega colorido, patrimonio y gastronomía

Priego de Córdoba. Foto: Turismo de Andalucía.

Priego de Córdoba es la prueba, hecha ciudad, de que el aceite y el agua, en algunas ocasiones, pueden mezclarse para crear algo hermoso.

No tengo más que ascender hasta el balcón del Adarve, mirador por excelencia que corona el icónico del Barrio de la Villa, para observar los interminables campos de olivos, cuyas hileras arbóreas llegan incluso a escalar las laderas de las suaves montañas que conforman el parque natural de las Sierras Subbéticas.

Casi sin moverme del sitio, puedo escuchar el rumor de los manantiales que corren bajo el suelo de la ciudad y que aparecen, aquí y allá, en fuentes y plazas por toda ella.

“La Fuente del Rey es la más importante y bella de todas, pero en Priego el agua es como la sangre que fluye por nuestras venas y arterias”, me dice Lucía, quien trabaja como técnico de turismo en Priego, y cuyo conocimiento y amor por esa tierra va más allá de su propia generación.

El agua y las fuentes son omnipresentes en Priego de Córdoba. Foto: Turismo de Andalucía.

Y es ella la que me cuenta algunos secretos de Priego que jamás había oído. Como, por ejemplo, que ese lugar que parece tener una clara vida agrícola siempre tuvo una gran vocación industrial, sobre todo en materia de tejidos.

La importancia del textil y la confección en Priego

La existencia de grandes extensiones de campos de moreras en los alrededores de Priego hizo que, desde casi los tiempos de la pacificación tras la reconquista de los Reyes Católicos, las gentes del pueblo comenzarán a dedicarse a trabajar la seda y el tafetán, tan valorado hoy en día para trajes de noche y ropas de verano.

La aparición del algodón y la maquinaria propia de la Revolución Industrial hicieron que la industria de la seda cayera en desgracia.

Entonces, a partir de finales del siglo XIX, los prieguenses se adaptaron y abrieron hasta 40 fábricas y un millar de telares que trabajaron el algodón.

Los olivos rodean Priego hasta donde alcanza la vista. Foto: Turismo de Andalucía.

“En torno a 1960, los telares prieguenses no podían competir con los de Cataluña, que utilizaban ya otras fibras sintéticas y mejores maquinarias. Entonces la gente comenzó a emigrar”, me cuenta Lucía, quien sabe bien de lo que habla porque su madre, Manoli García Zafra, fue una de esas emigrantes.

Manoli tenía 6 hermanas y un hermano, y al no poder trabajar en la fábrica de tejas que tenía su padre y no querer ser monja casi a la fuerza, decidió aprender el manejo de un urdidor en una de las fábricas de algodón de Priego.

Ese conocimiento le valió para conseguir un trabajo en el sector textil de Terrasa, lugar al que emigró cuando las cosas pintaron bastos en la industria algodonera prieguense, viviendo allí entre 1962 y 1974.

Como ella, partieron miles de personas que hoy en día tienen estrechos vínculos familiares con zonas industriales catalanas.

“Pero no nos rendimos nunca. Después llegaron los talleres de confección”, prosigue Lucía.

La mole del castillo domina Priego de Córdoba. Foto: Turismo de Andalucía.

En los años 80, la confección hizo de Priego de Córdoba uno de los referentes de la moda y la calidad textil en España.

“Mi abuela siempre decía que una prenda de buena calidad es como el amor de una madre por una hija: te acompaña toda la vida”, me dice Lucía, quien, después suelta una carcajada y me confiesa que la frase no es suya, sino que es el eslogan de una magnífica campaña publicitaria realizada por Hecho en Priego, la marca que certifica la calidad textil con denominación de origen Priego de Córdoba.

Un buen ejemplo de esa ropa de calidad lo encuentro en Confecciones Loyma, quienes llevan creando prendas distintas desde 1989. Allí, me aseguran que es muy complicado competir con los reducidos precios de la ropa confeccionada en países asiáticos o africanos, pero siguen en la brecha porque aún hay gente que premia lo bueno sobre lo barato.

Una buena mesa donde el aceite es protagonista

Lucía me saca de mi ensimismamiento textil para recordarme que mi cuerpo necesita energía y me sugiere un buen sitio para recargar pilas: el restaurante La Ribera.

Para llegar a él caminamos por parte del Barrio de la Villa, con su laberinto de estrechas calles a las que se asoman unas casas de fachadas encaladas decoradas por macetas en las que crecen geranios y jazmines.

Iglesias y casonas nobles dan cuenta del barroco en Priego. Foto: Turismo de Andalucía.

Después embocamos la parte barroca de la ciudad, donde iglesias, antiguas casonas nobles y palacios denotan el pasado de bonanza económica del Priego de los siglos XVII y XVIII.

Finalmente, justo antes de llegar al restaurante, nos encontramos con la mole iluminada del castillo de Priego, que tras una profunda y reciente renovación se ha convertido en un museo de gran calidad.

En La Ribera nos espera José Luis Momparler (de nuevo la conexión catalana en su apellido), un tipo vivaz, simpático e interesante, que además de ser capaz de organizarnos un magnífico show cooking en poco más de cinco minutos, es también asesor gastronómico y posee una empresa de servicios turísticos llamada 4u.

José Luis nos prepara, en un santiamén, un espectacular salmorejo y un sabroso y tierno filete de bacalao con una salsa secreta, marca de la casa.

Cochinillo crujiente a baja temperatura. Foto: La Ribera Restaurante.

Durante la cena, nos habla de la importancia de la materia prima en la mesa prieguense, destacando el papel del aceite de oliva, pero también del turismo asociado al ‘oro líquido’.

Oleoturismo, un valor al alza

Me lo demuestra al día siguiente, cuando visitamos la almazara Fuente La Madera. El producto que sale de sus molinos y prensas es un aceite de oliva virgen extra que forma parte de la D.O.P. Priego de Córdoba, la más premiada del mundo.

Ellos comercializan la marca NUVE, inspirada en la altura del olivar del que se recogen las aceitunas para crear ese aceite. Y es que, esos árboles se encuentran en las faldas de La Tiñosa, el pico más alto de la Subbética.

El oleoturismo es uno de los grandes activos de la zona. Foto: Turismo de Andalucía.

Además, entienden el oleoturismo como un conjunto de experiencias variadas, no solo gastronómicas, habiendo acogido incluso visitas de poetas que se inspiran perdiéndose al atardecer entre los olivos y amantes de la ciencia que suspiran bajo los cielos estrellados que amparan la almazara.

Poco después me encuentro ante una gran mesa de madera noble con cuatro pequeños vasos alineados que serán protagonistas de mi primera cata de aceite.

Con cacao, almendras, azúcar y canela se elabora un curioso postre de Piego: el turrolate

Con las explicaciones de la experta Paqui resulta más sencillo entender las diferencias entre esos distintos caldos de los dioses.

Tras otra magnífica comida con sopa de pintarroja, revuelto de collejas y chivo al ajillo arriero como protagonistas, llega el momento de probar un dulce exclusivo de Priego: el turrolate.

El turrolate típico de la subbética cordobesa. Foto: Galenda.

“Comenzó a elaborarse en el siglo XVIII, y se fabrica con cacao, almendras (o cacahuete), azúcar y canela”, me cuenta Lucía mientras sostengo entre mis dedos una barrita cilíndrica recubierta de chocolate. Antes de que ella prosiga con explicación, ya me lo he comido.

Escucho, de fondo, su voz, diciendo que “aquí se suele regalar a las madres que acaban de dar a luz, porque dar suerte”. Pero yo estoy concentrado en su delicioso sabor. Delicioso, como todo en Priego de Córdoba.

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