Descubriendo Vilna, la capital báltica más desconocida y sorprendente
Desde un magnífico casco histórico, coronado por más de 20 iglesias, hasta un barrio autoproclamado república independiente. La capital de Lituania guarda infinidad de sorpresas siempre en comunión con la naturaleza

Vistas de la Universidad y el campanile de San Juan de Vilna. Foto: Gabrielius Khiterer.
Fue Gediminas, el Gran Duque de Lituania, quien, en el año 1323, hizo de Vilna una capital próspera al invitar a las gentes de la zona a trasladarse allí con sus familias. Casi 700 años más tarde, la ciudad no para de reinventarse para ofrecer un sinfín de propuestas, siempre aunando cultura y arte: una visita a una antigua prisión convertida en centro cultural, un paseo en globo sobrevolando el casco viejo, un barrio declarado república independiente…
Tanto es así que durante la primera parte de la pandemia, el aeropuerto se convirtió en autocine. “La creatividad se disparó esos días” cuenta Leonardas Kuzminskas, guía del país. “En las cafeterías hasta compartíamos mesa con maniquís”.
Dicen que solo son necesarios 1.969 pasos para conocer los principales atractivos de Vilna. Un número no muy elevado debido a que la ciudad es fácilmente abarcable caminando. Sin embargo, para explorar todos sus encantos de una forma tranquila, tal vez sean necesarios algunos más.
Explorar Vilna
Para empezar, nada mejor que hacerlo en el casco histórico, uno de los de mayor tamaño catalogados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Edificios medievales, barrocos y otros más modernos se entremezclan bajo los característicos tejados rojos de Vilna.
Entre ellos se reparten nada menos que 28 iglesias de las cuales destaca la Catedral de San Estanislao y San Vladislav, de estilo neoclásico. Junto a ella se alza un campanario de 57 metros de altura que originalmente fue una torre defensiva. Nos hallamos en la plaza de la Catedral, el corazón de la capital y donde fluyen todos sus relevantes acontecimientos.
Ascendiendo por la colina del parque que se levanta detrás, ya sea a pie o en funicular, llegaremos a la Torre de Gediminas. Desde los restos del antiguo castillo obtendremos una de las mejores panorámicas, además de la del mirador Subasciaus o la que muestra la colina de las Tres Cruces al atardecer.
De vuelta a la Plaza de la Catedral, buscaremos el patio secreto de la Escuela de Filosofía, un bonito espacio de estilo barroco en el que seguramente pasaron mucho tiempo los cuatro premios nobeles que salieron de esta facultad.
La Universidad de Vilna es considerada la más antigua del este de Europa. Creada por los jesuitas en el siglo XVI, abarca un conjunto de patios que conectan edificios tan espectaculares como la biblioteca. Muy cerca, la Calle de la Literatura expone obras de arte a modo de homenaje a los escritores y poetas vinculados con Vilna.
De prisión de la Gestapo a centro cultural
La animada calle Pilies cruza todo el casco histórico fusionándose con otras para acabar en la Puerta del Amanecer, parte de la antigua muralla que alberga una capilla del siglo XIX hasta la que llegan peregrinos de todo el mundo. Por el camino, la Plaza del Ayuntamiento es uno de los puntos con más vida de la parte antigua.
Desde esta puerta de entrada podremos llegar al mercado de Hales, abierto en 1906 y con variados puestos en los que nos haremos una idea de la deliciosa gastronomía lituana, resultado de una mezcla de productos locales, recetas de los países vecinos e ingredientes exóticos.
En la zona nueva, la vía Gedemino Prospektas, de dos kilómetros de longitud, es donde se reparten las tiendas de las grandes firmas y construcciones emblemáticas como el Parlamento o el Museo de las Ocupaciones y las Luchas por la Libertad, localizado en el viejo edificio de la Gestapo y KGB y en el que se puede visitar la prisión utilizada durante el periodo de la ocupación nazi y la época soviética.
Otra muestra estremecedora de tiempos pasados es la antigua prisión de Lukiskes, convertida en un centro cultural para artistas en el que se llevan a cabo eventos, festivales y conciertos. Además, ha sido escenario de rodaje de la cuarta temporada de la aclamada serie de Netflix Stranger Things.
Ante la ribera del Vilnia o Vilnelé se ubica la llamativa iglesia de Santa Ana de la que se enamoró Napoleón, reconstruida con 33 tipos de ladrillos diferentes
Los enormes bloques de ladrillo investidos por alambre de espino ocupan toda una manzana del barrio de Taurakalnis. “Desde niño me pareció un sitio terrorífico y misterioso en medio de la ciudad” explica Leonardas.
Ahora el misterio que encierran sus paredes queda resuelto con una visita por sus angustiosas celdas, aunque el terror sigue azotando su historia. Abierta en 1905 y en funcionamiento hasta 2019, debido a sus malas condiciones, ha sido visitada ya por más de 70.000 lituanos desde su apertura al público.
El barrio de Vilna que se declaró república independiente
La desahogada urbe se funde en todo momento con la naturaleza por medio de parques, bosques y ríos. Es ante la ribera del Vilnia, también conocido como Vilnelé, donde se ubica la llamativa iglesia de Santa Ana de la que se enamoró Napoleón. Fue reconstruida tras un incendio con más de 33 tipos de ladrillos.
A continuación, el apacible Jardín Bernardine marca el camino hasta el distrito bohemio de Užupis. Užupis significa “sobre el río” y es tras cruzar un estrecho puente sobre el Vilnia, cuando nos adentramos en esta autoproclamada república independiente.
En ella los artistas dan rienda suelta a su imaginación haciendo que el arte brote por todos lados: un banco colgando de un puente, una escultura de una sirena encajada en la pared del río, unas gigantescas sillas sobre el agua, una bañera custodiada por dos personajes pintados en una pared…
Užupis tiene su propio presidente, cuatro banderas –una por estación-, moneda y una constitución grabada en varios idiomas en uno de los muros que dan la bienvenida al colorido barrio.
Una Vilna inesperada entre la naturaleza
Al atardecer Vilna cambia por completo y se vuelve más animada y sofisticada. Especialmente en bares como Bardakas, donde se concentra gran parte de la acción nocturna o Bar BIX, el más antiguo de la ciudad.
Para despedir esta localidad verde, nada mejor que hacerlo elevándonos en globo aerostático desde el parque Vingio. Vilna es una de las pocas ciudades europeas en la que los globos pueden sobrevolar su casco histórico. ¡Y qué espectacular es despertar sobre los tejados de la capital báltica para descubrir desde las alturas todos los lugares que hemos paseado!