Vic, un viaje a la capital gastronómica de la Cataluña interior

Tradiciones, salchichones, trufas negras, un templo romano y los ojos de Picasso en torno a Vic: razones por que la comarca de Osona es la 'Cataluña auténtica'

De los muchos que llegó a haber, solo un secadero de salchichones sobrevive en el casco histórico de Vic. Foto: Casa Riera Ordeix.

A Vic la llaman la ‘ciudad de los santos’ por las muchos instituciones religiosas que ha albergado a lo largo de la historia. Y a la zona de Osona, de la que Vic es capital, muchos la conocen como ‘la Cataluña auténtica’, por la cantidad de tradiciones autóctonas que aquí se preservan y un sentimiento generalizado de singularidad histórica. Pero esta zona del interior de la provincia de Barcelona, casi a igual distancia de Girona, Lleida y la propia capital catalana, hace gala de alguna particularidad más.

Vic, capital gastronómica

Vic, por ejemplo, podría postularse perfectamente a ser la capital gastronómica de la Cataluña interior. Motivos no faltan y se pueden constatar acudiendo los días de mercado (martes y sábado por la mañana) a la Plaza Mayor de esta ciudad de algo más de 45.000 habitantes.

Allí, decenas de productores locales ponen a la venta sus mejores artículos, desde frutas y hortalizas, quesos, chacinas, licores y otros bebedizos hasta, en sus respectivas temporadas, castañas y trufas negras.

Mercado semanal. Foto: Osona Turisme.

De este último producto sorprende que varios puestos lo ofrezcan tal cual, fresco o en alimentos procesados, a cualquiera que esté dispuesto a comprarlo. Gran diferencia respecto a lo que ocurría hasta fechas relativamente cercanas, cuando los buscadores de trufas vendían este manjar de una forma casi clandestina, en aparcamientos y lugares ocultos a miradas profanas.

Meca de la trufa negra

Por fortuna, los tiempos cambian y la Península Ibérica se ha convertido en la auténtica meca mundial de este manjar. En Vic, en concreto, hasta celebran un importante certamen anual en torno a la trufa negra (Trufforum) en el que participan, durante tres días, alguno de aquellos buscadores (cada vez menos, pues con el abandono de los bosques, encontrar trufas salvajes se antoja un trabajo casi heroico), cultivadores, científicos y cocineros que ponen en valor sus cualidades organolépticas y sus muchas posibilidades culinarias.

Foto: Trufforum.

Como ejemplo, la edición de 2022 ha contado con la presencia de los chefs Oriol Castro (Disfrutar), Jordi Coromina (L’Horta), Oriol Sala (El Gravat) y Nandu Jubany (Can Jubany). Éste responsable del magnífico cóctel de bienvenida, con la trufa negra como protagonista. Por supuesto.

Salchichón de Vic

Pero, desde el punto de vista gastronómico, si hay un producto que identifique a Vic ese es el salchichón. La ciudad está plagada de comercios en los que se vende este producto, junto a otras hermanas chacinas.

La forma tradicional de elaborar el salchichón dice que ha de hacerse solo a partir de la carne picada de los jamones (las patas traseras) del cerdo, condimentada con sal marina y pimienta negra, embutida en la propia tripa del animal y puesta a secar durante meses, colgada en un lugar seco y con temperatura estable.

Foto: Casa Riera Ordeix.

De los muchos secaderos que había en Vic solo ha sobrevivido en el casco histórico el de Casa Riera Ordeix. El resto han preferido mudarse a los polígonos de la comarca de Osona para agilizar logística y transporte, como Casa Tarradellas o La Piara.

Riera Ordeix es pues una auténtica reliquia en Vic, conservando su sede de siempre, distribuida en cinco plantas. Cada una de ellas, a resguardo de la climatología exterior, está revestida con viejas vigas y suelos de madera de los que cuelgan los salchichones y resto de productos de la marca. Muy recomendable la visita, pero mejor hacerlo con el el apetito saciado: el aroma que desprenden estas chacinas despierta los más profundos instintos del más inapetente…

Edificios modernistas

El cerdo (sus procesados, más bien) sigue siendo la gran fuente de riqueza de la zona. Y esa prosperidad queda patente en el patrimonio arquitectónico de la ciudad, en el que llaman especialmente la atención sus edificios modernistas.

De todos ellos destaca, por su gran tamaño y por la riqueza ornamental de la fachada y sus interiores, la Casa Comella. La construyó, a finales del siglo XIX, el arquitecto Gaietà Buigas (el mismo del monumento a Colón en Barcelona) y hoy alberga, aparte del Casino de la ciudad, varios restaurantes, tiendas de moda y otros negocios.

Plaza mayor de Vic. Foto: Osona Turisme.

Justo enfrente, en una de las esquinas de la Plaza Mayor se encuentra otro emblema gastronómico de la ciudad, Forn Franquesa, con su principal especialidad: las dulces (y deliciosas) cocas de Perafita, hechas en horno de leña.

Un templo romano

Muchísimo antes de la prosperidad que trajeron las industrias cárnicas y textiles desde finales del siglo XIX, Vic fue ciudad romana y un relevante núcleo medieval con propio castillo, el de los Montcada.

Al derribarse los muros de éste (a finales de ese mismo siglo) salieron a la luz los restos de un antiguo templo de la época clásica. A partir de ellos, se decidió hacer una reconstrucción historicista del mismo, que hoy es uno de los elementos monumentales más sorprendentes de la ciudad.

Campanario de la catedral de Vic. Foto: Osona Turisme.

Muy llamativa es también la Catedral de San Pedro, construida a partir del siglo XI. Aunque, a decir verdad, lo que queda en pie de esa temprana época es el campanario, de un bonito estilo lombardo, como los conocidos templos de la zona pirenaica.

El interior de la iglesia está casi completamente decorado con los frescos realizados por el pintor Josep Maria Sert, que culminó su gran obra maestra después de tres intentos: el penúltimo lo destrozó el gran incendio que sufrió este lugar durante la Guerra Civil Española (1936-39).

30.000 obras de arte medieval

En la misma plaza de la Catedral está también una de las grandes joyas de Vic, su Museo Episcopal, que alberga una de las colecciones de arte medieval más importantes del país, con casi 30.000 obras de un valor excepcional.

Altar de Santa Maria de Lluçà. Foto: Turismo de Cataluña.

Una de ellas, es el altar del monasterio (o canóniga) de Santa Maria de Lluçà, en la cercana subcomarca del Lluçanès. Una obra en madera de chopo que mantiene los vivos colores con que fueron pintadas sus escenas bíblicas. Dicen algunos que los grandes y expresivos ojos de los personajes que están representados en el altar inspiraron a Picasso para los característicos retratos que realizó durante la época cubista. Cierto o no, el parecido es bastante razonable.

Hoy en la iglesia de este recoleto monasterio (a unos 35 kilómetros de Vic) se puede observar una réplica del altar. Anexo a ella, el pequeño claustro románico es un compendio escultórico (en forma de capiteles historiados) de ese estilo, en el que se respira (literalmente) paz y armonía. Tan solo y nada menos.

Ya que hemos salido de Vic, merece una visita el restaurante Ca la Cinta, en el serrano pueblo de Sant Agustí de Lluçanès, muy conocido entre los ciclistas y senderistas por sus soberbios desayunos “de tenedor”, que sirven de jueves a domingo.

Restaurante Ca la Cinta.

También por los amantes de la cocina tradicional de la zona, contundente, variada, sabrosa, muy de temporada y a unos precios sorprendentes. Buenos ejemplos de los platos que sirven aquí son la coca de recapte, el canelón de verduras con su parmentier, la oca con peras o el arroz con pato y setas.

El Castillo de Montesquiu

Cerca de Vic, a unos 30 kilómetros, también está el Castillo de Montesquiu. Singular edificio (y amplio parque) de origen medieval, propiedad a lo largo de los siglos de las más diversas familias, que lo transformaron desde un simple baluarte a una bien ornamentada residencia palaciega. En 1976 se lo cedió a la Diputación de Barcelona su última moradora: Mercedes Juncadella, representante de una familia de industriales de la alta burguesía barcelonesa.

Castell de Montesquiu. Foto: ©J.Santaugini | Osona Turisme.

Por último, e igualmente recomendable, en dirección a Girona, está Travertet, localidad a la que vienen muchos amantes de la naturaleza y del senderismo a disfrutar de sus riscos, o acantilados. Éstos se perfilan, de forma absolutamente vertiginosa, unos 400 metros de altura sobre tupidos bosques mediterráneos.

En Travertet se encuentra el restaurante L’Horta, donde el ya mencionado chef Jordi Coromina desarrolla toda su creatividad transformando verduras y otras delicias de productores locales en platos de altísima cocina.

Foto: Restaurant L’Horta.

Además, Jordi es un apasionado investigador en la creciente tendencia de las bebidas fermentadas, ofreciendo productos tan sorprendentes al paladar como sus kombutxas, con diferentes combinaciones de ingredientes naturales.

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