La estrategia industrial valenciana en la encrucijada: más allá de Ford, Volkswagen y las grandes corporaciones extranjeras

La transición hacia el vehículo eléctrico, la competencia asiática y la relocalización europea están redefiniendo las reglas del juego

La estrategia industrial valenciana en la encrucijada: más allá de Ford, Volkswagen y las grandes corporaciones extranjeras

La estrategia industrial valenciana en la encrucijada: más allá de Ford, Volkswagen y las grandes corporaciones extranjeras

Durante medio siglo, el corazón industrial de la Comunitat Valenciana ha latido al ritmo de Ford Almussafes. Su llegada, en los años setenta, transformó por completo la estructura económica regional: atrajo inversión extranjera, generó miles de empleos directos e indirectos y creó un tejido de proveedores que convirtió al metal y la automoción en los motores del crecimiento.

Sin embargo, hoy ese modelo muestra signos de agotamiento. La transición hacia el vehículo eléctrico, la competencia asiática y la relocalización europea están redefiniendo las reglas del juego. Y la pregunta se impone: ¿qué rumbo tomará la estrategia industrial valenciana si Ford o Volkswagen no fueran ya su eje tractor?

Un modelo industrial en revisión

La dependencia de unas pocas grandes empresas ha generado una estructura vulnerable. Cuando la automoción estornuda, toda la economía valenciana se resfría. La desindustrialización silenciosa, visible en la pérdida de peso del sector secundario sobre el PIB regional, revela una carencia de visión estratégica a largo plazo. Las políticas públicas han sido reactivas, más centradas en salvar empleos que en anticipar los cambios estructurales.

La Comunitat necesita pasar de una política de coyuntura a una estrategia de transformación industrial que articule un nuevo modelo productivo. La industria valenciana no puede limitarse a ensamblar piezas; debe producir conocimiento, tecnología y valor añadido. Las oportunidades están ahí: la economía circular, la producción de hidrógeno verde, los materiales sostenibles, la biotecnología aplicada a la salud o la inteligencia artificial industrial.

Pero sin una visión integradora —que combine industria, formación, innovación y territorio— el riesgo es repetir errores del pasado: dispersión, proyectos inconexos y pérdida de cohesión territorial.

Cohesión y vertebración como ejes estratégicos

El futuro industrial valenciano no puede depender únicamente del eje Valencia–Almussafes. La cohesión territorial debe convertirse en un principio rector. Castellón, con su potente clúster cerámico y químico; Elche y Elda, con su capacidad innovadora en el calzado; o Alcoy, con su tradición textil y su apuesta por la economía circular, son ejemplos de que la reindustrialización debe ser policéntrica.

Reforzar estos polos exige infraestructuras logísticas, formación especializada y una administración ágil que acompañe los procesos de inversión. Sin coordinación entre las distintas capas institucionales —autonómica, local y europea—, el tejido productivo seguirá fragmentado y vulnerable.

La estrategia: de los gobiernos a las empresas

Hablar de estrategia industrial no es hablar solo de política pública; también es hablar de cultura empresarial. En un entorno global donde la ventaja competitiva se redefine cada seis meses, la estrategia es el idioma común entre el sector público y el privado. Las empresas que sobreviven no son las más grandes, sino las que piensan mejor su dirección.

Cada vez más pymes valencianas están comprendiendo que la planificación estratégica no es un lujo, sino una herramienta de supervivencia. Su enfoque ilustra una idea central: la estrategia no es un documento, sino una práctica cultural que impregna la toma de decisiones, desde el taller hasta el consejo de administración.

La creación de capacidades tecnológicas propias 

La estrategia industrial valenciana debe priorizar la creación de capacidades tecnológicas propias, apostando por la automatización, la analítica de datos y la ciberseguridad.

Además, urge fortalecer los lazos entre universidades, institutos tecnológicos y empresas. La transferencia de conocimiento no puede seguir siendo el eslabón débil del sistema valenciano de innovación.

La digitalización y automatización, es otro de los vectores indispensables. Los fondos europeos Next Generation han supuesto una oportunidad sin precedentes para modernizar el tejido industrial, pero su impacto real sigue siendo desigual. Muchas pymes, por falta de recursos o asesoramiento, no logran convertir las subvenciones en ventaja competitiva.

De la reacción al propósito

El gran desafío no es solo económico, sino cultural. La Comunitat Valenciana necesita pasar de la reacción al propósito: de esperar a que llegue la próxima multinacional, a construir su propio proyecto de futuro.

Una estrategia industrial moderna no se limita a atraer inversiones, sino que busca crear ecosistemas de valor. Para ello se requiere liderazgo político, visión empresarial y una sociedad civil comprometida con el cambio.

La transición verde y digital no es una amenaza, sino una oportunidad para redefinir la identidad productiva valenciana. Pero esa transición solo será posible si existe una planificación compartida, sostenida en el tiempo y respaldada por todos los actores económicos y sociales.

Conclusión: diseñar el futuro

La Comunitat Valenciana se encuentra en una encrucijada histórica. Si el futuro no puede depender de Ford ni de Volkswagen, debe construirse sobre una base más sólida: el conocimiento, la innovación y la cooperación.

El nuevo horizonte industrial no vendrá dado por decreto, sino por la capacidad colectiva de pensar estratégicamente.

La estrategia —a nivel de gobierno, empresa y sociedad— es la verdadera infraestructura que necesita la Comunitat Valenciana.
Porque en el siglo XXI, los territorios que prosperan no son los que producen más, sino los que piensan mejor su futuro.

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