La ciberseguridad, nuevo eje estratégico de la competitividad
España tiene los ingredientes, el talento y la determinación para estar entre los referentes internacionales
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La digitalización avanza a una velocidad que supera nuestra capacidad de asimilación. Cada proceso, cada decisión crítica y cada interacción entre empresas, administraciones y ciudadanos depende hoy de sistemas conectados. En este escenario, la ciberseguridad ya no es un ámbito técnico reservado a especialistas. Es el factor que determina la competitividad de un país, porque condiciona su continuidad económica, la confianza en sus instituciones y, en última instancia, su estabilidad social.
Los ciberataques que hoy copan los titulares ilustran esta transformación. Han dejado atrás el ruido mediático para centrarse en lo verdaderamente decisivo: detectar el punto débil. Ya no hablamos de grupos que buscan notoriedad. Hablamos de actores capaces de paralizar cualquier organización que no haya invertido en una cultura sólida de prevención, detección y respuesta. Son ataques silenciosos, dirigidos y cada vez más sofisticados.
Por eso es tan peligroso seguir entendiendo la ciberseguridad como un coste o una capa final que se añade cuando «todo lo demás ya está hecho». La seguridad debe ser un principio de diseño. Debe integrarse en los sistemas, en los procesos y en la toma de decisiones desde el minuto uno. Y debe formar parte de la cultura de la compañía o la institución, de cada persona que la compone. Esta concienciación no puede quedarse en las organizaciones: debe trasladarse también a la ciudadanía.
España tiene ante sí una oportunidad real de liderazgo si es capaz de articular una visión que combine tres fuerzas que ya están presentes: empresas que avanzan en su digitalización, talento tecnológico en crecimiento y ecosistemas innovadores capaces de generar soluciones punteras. El reto es conectarlas con una estrategia de país coherente, sostenida en el tiempo y orientada a generar confianza, inversión y capacidad de respuesta.
La Comunidad Valenciana ofrece un ejemplo claro de este potencial. Desde Startup Valencia observamos cómo la colaboración entre startups, empresas e instituciones está acelerando la creación de tecnologías que hace unos años parecían inalcanzables. La ciberseguridad se ha convertido en un punto de encuentro natural. Requiere velocidad, diversidad de capacidades y una visión global. Justo aquello que un ecosistema innovador bien articulado es capaz de aportar.
Aun así, conviene asumir una realidad que ya nadie discute: el ataque llegará. La cuestión no es si ocurrirá, sino cuán preparados estaremos cuando suceda. Y esa preparación no puede depender de esfuerzos aislados. Necesita una estrategia nacional compartida, inversión sostenida, políticas públicas coherentes y una alianza estable entre sector privado, administraciones y comunidad emprendedora.
Las economías más innovadoras del mundo son también las que han desarrollado las mejores infraestructuras y capacidades de defensa digital. Israel, Estonia o Finlandia demuestran que cuando la seguridad es un pilar estructural, la innovación no solo crece: se multiplica. La ciberseguridad no es un freno, es una ventaja estratégica. Es el requisito previo para competir a escala global.
España tiene los ingredientes, el talento y la determinación para estar entre los referentes internacionales. Para lograrlo, debemos entender algo esencial: la ciberseguridad no es una molestia ni una carga. Es la base sobre la que construiremos nuestra prosperidad digital durante las próximas décadas.
Sin ciberseguridad no hay innovación. Sin innovación no hay competitividad. Y sin competitividad no hay futuro.