La pesadilla de España: quedar en tierra de nadie

El experto en buen gobierno, Víctor Lapuente, asegura que se debe decidir entre caminar hacia el norte, como hace Eslovenia o Estonia, o hacia el sur, como Grecia o los países del Este

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España tendrá en pocas semanas un nuevo jefe del Estado. España es una monarquía parlamentaria. El Rey Juan Carlos I ha abdicado. Le sucede el Príncipe Felipe, que será coronado como Felipe VI. Puede ser un paso de gran trascendencia institucional. En democracia, a pesar de que el país sufre una grave crisis económica, las instituciones se garantizan su continuidad. Pero, ¿puede continuar igual un estado con graves disfunciones internas?

Víctor Lapuente, barcelonés, nacido en 1976, es profesor de Ciencia Política e investigador en el Quality of Government Institute de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia. Acaba de revolucionar a un nutrido grupo de empresarios y directivos que asistieron a las jornadas económicas del Cercle d’Economia en Sitges. Apuntó, sin tibiezas, que la calidad de los gobiernos de España, en algunos aspectos no supera al de Botswana, y provocó que uno de los padres de la Constitución , Miquel Roca, se enfadara, y le llamara la atención por “ese error” sobre la comparación.

¡Son las instituciones!

Pero Lapuente forma parte de una nueva generación de investigadores que bebe de las mismas fuentes, de estudios científicos, de análisis de datos. Lapuente cita el libro de Acemoglu y Robinson, Por qué fracasan los países, y los análisis a partir de los Worldwide Governance Indicators, del Banco Mundial. Lo que indican es que el buen funcionamiento de las instituciones es determinante.

“Nos equivocaríamos todos si pensamos que será, de nuevo, la mejoría de la economía la que nos traiga soluciones, porque, precisamente, la economía ha empeorado en los países que, antes del inicio de la crisis, tenían peores instituciones”, afirma Lapuente a Economía Digital.

Con Lapuente hay otros estudiosos y expertos, como Luis Garicano, autor de El dilema de España, o César Molina, autor de otro libro, Qué hacer con España, que abundan en que la prioridad es la mejora de la gobernanza.

Corrupción de las elites

Lapuente dispara. Asegura que existe una gran paradoja en el país. La corrupción es mínima, si se atiende a la percepción de los ciudadanos en su experiencia directa. Sólo el 2% se ha sentido víctima de un soborno en el último año, inferior a la media europea, que es del 4%, y muy por debajo de los países del Este o del sur, con porcentajes del 10% y del 15%. Pero cuando se refieren a si hay corrupción “en la parte alta”, hasta el 95% considera que está muy extendida.

Es decir, los funcionarios que tratan con el ciudadano en el día a día, profesores, médicos, administrativos, cumplen su función, mejor, incluso, que en buena parte de los países europeos.

Pero las élites, la llamada clase dirigente, se aprovecha de sus contactos con prácticas clientelares y nepotistas. Lapuente afirma que “nuestra corrupción está poco extendida, pero, donde existe, es muy intensiva: las cantidades económicas documentadas por las autoridades judiciales y policiales en nuestros casos de corrupción más icónicos resultan incomprensibles en otras democracias occidentales”.

La decisión

Todo ello le lleva a decir a este investigador que se está produciendo una división en Europa, entre el modelo nórdico y el modelo del sur. Y que España debe elegir. “España, normalmente acompañada de países como Francia, Portugal, Eslovenia o Estonia, tiende a ocupar un interregno entre estas dos Europas tan dispares”.

Y puede hacer dos cosas. “O se dirige hacia el Norte, como está haciendo Eslovenia o Estonia, que han mejorado mucho, o va hacia el sur, como Italia y Grecia, o la Europa del este, que no remontan”.

La tragedia del boom inmobiliario

Lapuente admite una cuestión que es dramática, porque se ha producido en pocos años. “Hasta el boom inmobiliario, España no estaba en una posición peor que los grandes países europeos, como Alemania o los nórdicos, se acercaba a ellos, con una buena progresión en la calidad de sus instituciones, pero a partir de ese boom todo se ha deteriorado muy rápidamente”.

El dinero rápido, la especulación, el enriquecimiento sin hacer casi nada, ha sido letal para España, según Lapuente. En ese sentido, Catalunya, por ejemplo, no evoluciona de forma distinta al resto de España. “Los indicadores, incluso, son peores en el caso catalán, con una percepción particularmente mala en 2009”, que es cuando se descubrió el caso del Palau de la Música.

Política bisexual

¿Cuál es el problema? Lapuente explica que él es partido de la “política bisexual”. Ha escrito sobre ello, pero se explica. “España está en el peor de los dos mundos”. En el primero están los países muy desregulados, –Reino Unido o EEUU– y en el segundo los estados en los que el Gobierno tiene un papel desmesurado –Francia–.

Este investigador, que vive en Suecia, reclama “que se desregule mucho en el ámbito económico, que se facilite la creación del pastel, con menos trabas de todo tipo, pero que se distribuya luego más y mejor ese pastel”. Y en eso el modelo es Dinamarca. Es la política bisexual.

Registradores y abogadas del estado

Otro asunto, en España muy característico, es la intrusión de los funcionarios en la política, y los políticos en la administración. Lapuente señala que en los países que lideran casi todos los indicadores de calidad de gobierno, como Nueva Zelanda o Canadá, pasando, claro, por Dinamarca, se han creado instituciones “donde ni los políticos ‘colonizan’ la administración ni los funcionarios ‘colonizan’ la política”.

Pero en España, el presidente del Gobierno es un registrador de la propiedad, y la vicepresidenta es una abogada del Estado.

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