La UE se prepara para responder a los aranceles de EE. UU., aunque prioriza evitar la escalada
La Comisión Europea ultima una ofensiva comercial por valor de 93.000 millones de euros si no se alcanza un acuerdo con Washington antes del 1 de agosto
El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, en una rueda de prensa al término de un consejo de ministros de la UE.
Bruselas se mueve con cautela pero determinación. Aunque el mensaje oficial desde la Comisión Europea insiste en que la prioridad es alcanzar una solución negociada con Estados Unidos antes del 1 de agosto, los preparativos para una respuesta arancelaria contundente avanzan sin pausa. Si las conversaciones con la administración Trump no prosperan, la Unión Europea aplicará el próximo 7 de agosto una serie de represalias económicas que podrían suponer un punto de inflexión en la tensa relación transatlántica.
La tensión entre Washington y Bruselas se remonta a abril, cuando la Casa Blanca impuso un arancel del 25% al acero y al aluminio europeos, marcando el inicio de una nueva fase de guerra comercial entre aliados históricos. Como respuesta, la Comisión diseñó un plan de contramedidas que quedó congelado tras un acercamiento negociador impulsado por Trump. Sin embargo, ese periodo de tregua podría estar a punto de expirar.
La primera tanda de medidas de la UE contempla un recargo del 25% sobre 21.000 millones de euros en productos estadounidenses, ya autorizados pero aún no aplicados. Se trata de una lista cuidadosamente elaborada que afecta a bienes emblemáticos y estratégicos como motocicletas, bourbon, textiles o productos agrícolas.
Una segunda oleada de aranceles, lista para activarse
A esta primera fase se suma ahora una segunda lista de contramedidas más amplia, centrada en productos estadounidenses por valor de 72.000 millones de euros. Inicialmente, se hablaba de un volumen superior —cerca de 95.000 millones—, pero el alcance fue recortado tras las consultas con los Estados miembro, que pidieron cautela para evitar daños colaterales innecesarios a las economías europeas.
La estrategia europea pasa ahora por fusionar ambas listas en un solo paquete arancelario, más claro y coherente, que podrá entrar en vigor el 7 de agosto si no hay avances significativos antes de esa fecha. Según el portavoz de Comercio de la Comisión, Olof Gill, el objetivo es estar “preparados para cualquier escenario”, aunque sin cerrar la puerta a una salida pactada.
Las conversaciones entre Bruselas y Washington continúan a nivel técnico y político. El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, tiene prevista una nueva ronda de contactos con su homólogo estadounidense, el secretario de Comercio Howard Lutnick. Esta llamada será clave antes de que Sefcovic informe directamente a los embajadores de los 27 Estados miembro sobre el estado de la negociación.
El tiempo apremia. El 1 de agosto vence el plazo informal que Donald Trump impuso como límite para cerrar un nuevo acuerdo comercial. Si no se alcanza un entendimiento, la Comisión Europea activará las represalias seis días después, una decisión que necesitará el respaldo formal de los gobiernos europeos, aunque las conversaciones técnicas ya han allanado el camino.
Trump endurece su postura
Desde el otro lado del Atlántico, las señales que llegan no invitan al optimismo. Según información publicada por el Financial Times, la Casa Blanca estaría considerando elevar al 15-20% los aranceles sobre productos europeos, un incremento respecto al 10% actual que se aplica a gran parte de las exportaciones procedentes de la UE.
Además, en esa propuesta preliminar, Washington contempla rebajar del 50% al 25% los aranceles sobre los coches y componentes europeos, lo que podría parecer una concesión, pero sigue representando un castigo significativo para una de las industrias clave del Viejo Continente.
Bruselas quiere evitar una espiral de confrontación, pero no está dispuesta a ceder sin garantías. La preparación de las contramedidas no solo es una herramienta disuasoria, sino también un mensaje político: la Unión Europea defiende con firmeza sus intereses comerciales y no tolerará presiones unilaterales.
Los productos estadounidenses que podrían verse afectados por los aranceles europeos incluyen bienes icónicos y de gran carga simbólica, como el whisky de Tennessee, maquinaria agrícola, prendas de vestir, motocicletas o incluso determinadas tecnologías. El objetivo es maximizar el impacto político sin perjudicar excesivamente a los consumidores europeos.
Un pulso con repercusiones globales
El enfrentamiento entre Bruselas y Washington va más allá de simples cifras comerciales. Se trata de un pulso geopolítico sobre el equilibrio de poder en el comercio internacional y el respeto a las reglas multilaterales. En un contexto global cada vez más inestable, la Unión Europea busca reafirmar su autonomía estratégica y su capacidad de reacción frente a decisiones unilaterales.
El 7 de agosto se perfila como una fecha clave. Si no hay avances en las negociaciones, será el día en que Europa deje de contenerse. Pero incluso si se evita el choque, el episodio habrá demostrado que la UE está decidida a plantarse, con hechos, frente a cualquier intento de imponerle condiciones comerciales injustas.