Los tres factores que explican por qué hay microchips pero no llegan a los coches

Desde el covid, los productores de semiconductores apuestan por fabricar un tipo componentes más avanzados utilizados en la informática

Un microchip.

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La automoción confiaba en poder estabilizar las idas y venidas que la escasez de semiconductores provoca en su producción después de las vacaciones, ya que preveía más oferta de estos componentes. Sin embargo, Seat ha tenido que decretar otro erte, la fábrica de Volkswagen en Pamplona tiene las campas llenas de vehículos incompletos y los centros de Stellantis en Figueruelas y Vigo se enfrentan a paros intermitentes desde hace semanas. Y es que es verdad: hay más chips, pero no de los que necesitan las automovilística. 

Aunque se producen en las mismas fábricas, los semiconductores utilizados para la fabricación de coches y para otros dispositivos con componentes electrónicos no son los mismos.  “No tiene nada que ver un chip de última generación del nuevo smartphone, con el chip que pueda tener montado un el automóvil y que da la presión de los neumáticos”, explica César Franco, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid a Economía Digital. Los teléfonos y otros productos informáticos cuentan con semiconductores más modernos, integrados y pequeños que aquellos utilizados en la automoción. 

La crisis de los semiconductores apareció de la mano de los primeros confinamientos decretados tras el estallido de la pandemia. Encerrada en casa, gran parte de la población mundial corrió a comprar nuevos ordenadores, teléfonos móviles o tablets, fuera por entretenimiento o para poder teletrabajar. Esta creciente demanda mudó las fábricas de microchips hacia la producción masiva del tipo de semiconductor que requiere la informática, en un momento en qué las plantas automovilísticas estaban paradas. 

El ciclo de vida de estos productos suele ser de entre dos a cinco años, de forma que sus ventas han disminuido tras el boom de 2020. Además, la inflación y las pesimistas perspectivas económicas hacen que los consumidores se lo piensen dos veces antes de comprar productos que no son de primera necesidad.

Por estos motivos, hay más disponibilidad de semiconductores, pero de aquellos destinados a la informática de consumo. Los principales productores mundiales de chips no han querido dar marcha atrás y volver a fabricar para la automoción, dado que se trata de sistemas más rudimentarios y toda la industria tiene la vista puesta en las tecnologías 4.0.

Pese a esta bajada de la demanda, las plantas siguen en “pleno rendimiento”, fabricando preventivamente para garantizar la producción en los próximos años, según el gerente de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (AESEMI), Alfonso Gabarrón: “Lo que hay es un vacío productivo de las necesidades del automóvil”. 

Por otro lado, tampoco es igual el número de semiconductores que requiere un coche que un ordenador. “Depende de la gama, pero un coche actual de combustión puede tener más de cien”, añade el decano de los ingenieros madrileños. Los microchips presentes en un automóvil pueden estar incorporados tanto en los sensores de luz, como en los sistemas de entretenimiento o los de seguridad. Como más sofisticado es el vehículo más chips necesita: un coche eléctrico y conectado puede llegar al millar.

Guerra, sequías y el conflicto de China y Taiwán

Más allá de sus particularidades, el sector de los semiconductores no se escapa, ni mucho menos, de la coyuntura geopolítica actual. Mientras se empezaba a recuperar de la pandemia y los cuellos de botella que generó en las cadenas de producción, nuevos factores como la guerra en Ucrania, los últimos cierres por la política cero covid en China o los paros en las fábricas por la sequía han vuelto a trastocar la producción. También lo ha hecho el último choque político entre China y Taiwán.

En este sentido, el 85% de la producción de semiconductores se concentra en Taiwán, Corea del Sur y China, en este orden. La alta dependencia y la distancia geográfica entre las automovilísticas europeas y los productores asiáticos de chips ha incrementado las dificultades de abastecimiento, beneficiando a los fabricantes de coches de Asia.

Para intentar acercar los diferentes procesos de la cadena, la Unión Europea aprobó la Ley Europea de Chips, la norma comunitaria que pretende impulsar el sector movilizando 43.000 millones de euros en los próximos años. Aunque construir fábricas de semiconductores requiere tiempo y dinero, algunas inversiones deberían de empezar a dar sus frutos el año que viene.

Acercar la producción

“Estamos buscando relocalizar la producción y acercar los procesos”, indica Gabarrón, mientras pide hacer un “reparto con cabeza” según las necesidades específicas del mercado: “No todos tenemos que producir lo mismo”. En España, donde el sector es pionero en diseño, el Gobierno ha aprobado el Perte del chip, con una dotación de 12.250 millones de euros de inversión pública hasta 2027. Las ayudas que derivará deberán de impulsar la totalidad de la cadena, pero sobre todo la fabricación. 

Estas inversiones tienen como objetivo preparar el sector para otra posible crisis. Además, los expertos apuntan a un despegue de la demanda de semiconductores en los próximos años, generada tanto por las tecnologías 5G, como el despliegue total del vehículo eléctrico. “Va a haber una demanda aún más grande. Vamos hacia un mundo más sensorizado y automatizado y más inteligente”, concluye el Franco.

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