Calumniar al tejido productivo no es la solución

El Gobierno de España ataca con nombres y apellidos a las grandes superficies alimentarias; señala, nombra y juzga a tantas empresas vecinas de Galicia, mientras esas empresas, empresarios y empresarias seguimos buscando soluciones y salidas

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, durante el pleno del Senado, este martes en Madrid

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, durante el pleno del Senado, este martes en Madrid. EFE/ Zip

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En 2020 las empresas gallegas facturaron 89.500 millones de euros, aportando al PIB de España un valor añadido bruto de 21.000 millones, un 6% más que el ejercicio anterior. Con más de 36.500 compañías en la comunidad, el empleo generado fue de 397.060 trabajadores, correspondiendo el 42,48% a contrataciones a mujeres.

Solo la provincia de A Coruña recogió una facturación de 36.196 millones de euros en el 2020, mientras que el total de Galicia fue de algo más de 90.000. Más de un tercio del volumen de negocio de las empresas de la comunidad se gestó en la ciudad y su área. La presencia de empresas destacadas fue y es una de las claves de este liderazgo, pero también esa amplísima telaraña resistente formada por pequeñas y medianas compañías que conforman un tejido generador de riqueza y de puestos de trabajo.

En 2021, Galicia en el mercado exterior no solo logró mantener e incluso superar los 20.000 millones en operaciones, sino que se colocó entre las cinco comunidades en volumen de ventas, por detrás de Cataluña o Madrid y superando al País Vasco. Un importante sostén de las exportaciones gallegas corresponde a dos gigantes: la automoción y el textil. Los dos juntos representan el 50 % del negocio con terceros países.

Por entonces, Galicia representaba el 5 % del Producto Interior Bruto español y el 8 % de las exportaciones de todo el país. Ese mismo ejercicio la cifra del PIB fue de 63.230 millones de euros, con lo que fuimos los sextos en el ranking de PIB de las comunidades autónomas.

Además, Galicia se colocó como la segunda comunidad que más contribuyó al PIB de España desde el sector eólico, que supone el 0,49 % del Producto Interior Bruto. En la comunidad gallega este porcentaje se duplica y ocupamos la tercera posición en cuanto a energía eólica generada (15,8 % del total del país) –por detrás de Castilla y León y Aragón– y la cuarta en potencia instalada, con 182 parques y 3.867 megavatios.

Galicia cerró 2022 entre las tres únicas comunidades que recuperaron niveles prepandémicos de PIB, según BBVA Research. La misma fuente augura que creceremos un 0,7% en 2023 y un 3,4% en 2024 y que crearemos 17.000 empleos en dos ejercicios, gracias al impacto de los fondos europeos.

Galicia no es diferente al resto de España. Aquí nos enfrentamos a la necesidad de apoyar iniciativas capaces de desarrollar estrategias de exportación, teniendo en cuenta nuestra estructura empresarial de micro pymes, pymes y autónomos. De las 248.245 empresas con sede en nuestra comunidad detalla el Instituto Galego de Estadística (IGE) que el 86,3 % cuentan con 0 o 2 empleados en nómina.

Dicen los economistas que para medir el tamaño de una empresa debe evaluarse su estructura, hacer un análisis global y sectorial para comparar cada uno consigo mismo. También le pedimos que lo haga el Gobierno.

La inversión pública se reduce en Galicia en un momento en el que se debería impulsar la reactivación

Porque, aunque el 40% de las empresas de nuestra comunidad autónoma espera una coyuntura económica desfavorable en 2023 -pese a lo que dicen del gallego-, tan solo el 13% prevé caídas en su facturación. Y las principales razones son las disrupciones en la cadena de suministro, el alza extraordinaria de la inflación y de los tipos de interés, con el consiguiente encarecimiento del coste de la deuda y la dificultad de acceso a la financiación; el incremento sin precedentes del coste energético; la creciente tensión geopolítica y el reparto de los Fondos Next Generation, que no terminan de cuajar.

Sin embargo, las firmas de Private Equity se muestran ligeramente más optimistas que el tejido empresarial gallego, ya que el 60% considera que el impacto de la situación económica será moderado y el 35% confía en que la evolución de la economía gallega será más favorable que la del país.

Los fondos de inversión siguen apostando principalmente en Galicia por alimentación, salud y deporte y TIC como los sectores de mayor interés, mientras que la biotecnología, el forestal y las energías renovables son los que tienen más potencial. Galicia tiene que “jugar”, dicen algunos especialistas, con mayor producción industrial en mercados distintos que los que sean exclusivamente el francés y portugués. Se nos llama a apostar por alimentación especializada en bio o productos medicalizados. Pero no es el caso del Gobierno de España.

El Gobierno de España ataca con nombres y apellidos a las grandes superficies alimentarias; señala, nombra y juzga a tantas empresas vecinas de Galicia… Mientras esas empresas, empresarios y empresarias seguimos buscando soluciones, salidas y nos aliamos para que, por ejemplo, el Noroeste esté en el mapa, también.

La inversión pública se reduce en Galicia en un momento en el que se debería impulsar la reactivación. Y es que es en estos momentos de desaceleración y de mayor brecha con la media española cuando resultará clave reforzar políticas industriales y fomentar la innovación para acortar la distancia con la media española ¡y no al contrario! Pero desde luego, lo que no ayuda nada es calumniar al tejido productivo, mientras aumentamos salarios mínimos y buscamos medidas desesperadamente, para conservar e incluso seguir creando empleos y riqueza para el conjunto del Estado, no lo olvidemos.

Cuando el gasto de las administraciones es notablemente inferior en la comunidad y cuando el mercado exterior se sigue concentrando en la automoción y el textil: Vemos contradicciones, especialmente si revisamos las cifras del principio.

Y aunque hay un repunte de las exportaciones energéticas, debido al aumento de precios se hablan de las llamadas «trampas del desarrollo», donde numerosas regiones, entre las que se encuentra Galicia, dicha convergencia se detiene de manera bruscamente. Y entonces se produce un estancamiento a nivel de PIB per cápita, productividad y empleo.

Por ello, apelamos a políticas públicas distintas, con un fomento de la tecnología y la eficiencia en las empresas. Proponemos soluciones, redundo nuevamente. Pero sobre todo empezamos por la actitud. En épocas complicadas el sentido en Galicia se agudiza a “sentidiño”, y a él y con él apelamos, es el ejemplo que le queremos dar a las voces que vienen buscando y creando confrontación y sin traer fórmulas a cientos de empresarias y empresarios que suman al total del producto interior bruto del conjunto de España. Dividir en este caso no trae victoria. El Gobierno ha de recapacitar en su estrategia.

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