¡Cuídense, humanos, de los Idus del Clima!

Los técnicos y científicos se esfuerzan en mejorar el "marketing" de sus mercancías, algo que ha generado bizarras estrategias de "greenwashing", muchas veces con la inestimable colaboración de grupos ecologistas que se prestan a blanquear la invasión eólica de espacios naturales o el derribo indiscriminado de presas

El ambientalista británico y autor de la denominada "Teoría de Gaia", James Lovelock, posa en la plaza del Obradoiro, antes de recoger esta noche el premio Fonseca 2009, otorgado por la Universidad de Santiago de Compostela

El ambientalista británico y autor de la denominada «Teoría de Gaia», James Lovelock, posa en la plaza del Obradoiro, antes de recoger esta noche el premio Fonseca 2009, otorgado por la Universidad de Santiago de Compostela. EFE/Lavandeira jr

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Hace ahora un año que nos dejó James Lovelock, el fundador del movimiento ecologista y el primero en llamar la atención sobre ciertas anomalías climáticas. Lovelock fue uno de los primeros en posicionarse a favor de la energía nuclear frente a los combustibles fósiles, lo que convirtió en detractores a muchos de sus antiguos partidarios. Pensaba que “la ciencia ha prestado demasiada atención a los gases de efecto invernadero que aumentan la temperatura, pero poca a la respuesta de la Tierra como un organismo”.

Hace exactamente una década, se celebró la reunión anual del Milken Institute, un debate entre algunas de las figuras más poderosas de Silicon Valley. En opinión de algunos integrantes de esa élite, el mundo de los «bits» que constituye todo, desde internet a las redes sociales, ha experimentado asombrosos saltos hacia adelante, mientras que el mundo de los «átomos», que constituye cosas como la energía nuclear, se ha perdido en décadas de estancamiento. 

Sin embargo, si Marc Andreessen y los de su élite de opinión quieren que el público en general se entusiasme con la energía nuclear y los superconductores, tienen la respuesta en su propio patio trasero, en ChatGPT. Los seres humanos necesitan ver y comprender por sí mismos los beneficios del progreso. 

Vivimos en una fase de transición, en la que lo antiguo sigue presente y lo nuevo aún no ha empezado a desperezarse; mientras unos ven solamente crisis y caos, otros atisbamos ilusiones

Para Peter Thiel, puede que lo bueno esté por llegar y se abran camino brillantes posibilidades que, sin duda, cambiarán nuestra forma de ver el futuro de la humanidad. Vivimos en una fase de transición, en la que lo antiguo sigue presente y lo nuevo aún no ha empezado a desperezarse. Mientras unos ven solamente crisis y caos, otros atisbamos ilusiones. 

Es evidente que los técnicos y científicos se esfuerzan en mejorar el marketing de sus mercancías. Esta dinámica, a menudo perversa, ha generado bizarras estrategias de greenwashing, muchas veces con la inestimable colaboración de grupos ecologistas que se prestan a blanquear la invasión eólica de espacios naturales o el derribo indiscriminado de presas, haciendo gala de un sectarismo incompatible con la necesaria refundación de todos los principios originales del movimiento ecologista. Insistir en defender posturas radicalmente obsoletas tan solo conducirá a un suicidio colectivo. La metamorfosis de lo sostenible en pernicioso. Y la renuncia al futuro por culpa de una visión fatalista del presente.

 La Humanidad aún no ha superado la fase planetaria de las civilizaciones y ni siquiera ha conseguido establecer una base permanente en nuestro satélite. Muchos cantos de sirena avisan de las tenebrosas sombras de lo que llaman pomposamente Antropoceno, como si el ser humano fuera el único culpable de todo lo malo que nos pasa. Ahora solo se habla de decrecer, sin que nadie explique en qué consiste eso.

Es llamativo que no se haya abierto un debate ordenado y riguroso acerca del peligro de la burbuja renovable y de los próximos proyectos de privatización del agua, que dejaría de ser un bien público. Nadie en este escenario de títeres se atreve a lanzar propuestas serias para un crecimiento ordenado cuyos objetivos tendrían que superar y mejorar las metas infantiloides de una Agenda 20-30 que pretende, en el fondo, metas muy diferentes a las que dice defender. Y sin energía nuclear no solo no superaremos la fase de Homo Sapiens, sino que estaríamos condenados a retroceder a la de Homo Habilis. Piensen en eso. Y cuídense de los Idus del Clima.

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