Estrategia sin red, red sin estrategia
España no necesita más promesas, necesita planificación realista. Y una transición que no sea solo verde, sino también segura, eficiente y económica

Un agente de la Policía Municipal dirige el tráfico tras el apagón eléctrico en Madrid / Europa Press
El blackout del pasado lunes ha puesto sobre la mesa una verdad incómoda: la transición energética española está avanzando sin resolver su infraestructura. La transición energética no puede sostenerse sobre un sistema diseñado para un mundo que ya no existe. Y, sin embargo, eso es lo que está ocurriendo. Aspiramos a un sistema limpio y renovable, pero lo estamos intentando construir con decisiones estratégicas mal planteadas y decisiones operativas postergadas.
Tenemos un sistema eléctrico del siglo XX intentando absorber una transición del siglo XXI. España está volcando un mix energético radicalmente distinto sobre una red diseñada para otra época. La red eléctrica actual fue pensada para un sistema centralizado, predecible y gestionado desde grandes generadores. El sistema de hoy es descentralizado, intermitente y mucho más dinámico. Las renovables exigen flexibilidad, control en tiempo real, almacenamiento distribuido, digitalización masiva y una capacidad de interconexión mucho mayor. No basta con instalar más placas solares o aerogeneradores si no se invierte en preparar el sistema que debe absorber esa energía. En este contexto, invertir en red no es un coste: es una condición habilitante del modelo. Un sistema mal adaptado genera interrupciones, pérdidas de eficiencia, sobrecostes, incertidumbre regulatoria y pérdida de confianza inversora.
- «El debate sobre si mantener o no las nucleares no es solo técnico: es político, económico y geoestratégico»
Aquí se juega el diseño a largo plazo. El debate sobre si mantener o no las nucleares no es solo técnico: es político, económico y geoestratégico. Francia lo tiene claro. Alemania se lo está replanteando. España, en cambio, parece haber cerrado la puerta sin haber evaluado los costes y beneficios de esa decisión. Podemos compartir que avanzar hacia un sistema basado en renovables es deseable. Pero hacerlo sin red de seguridad, sin capacidad de respaldo, y sin modelizar los riesgos extremos, es una temeridad. Traducido, una mala gestión de riesgos y elevada exposición a fallos sistémicos. La planificación energética no puede basarse en aspiraciones ideológicas, sino en escenarios, probabilidades y coste-oportunidad. La pregunta clave no es “cómo acelerar la transición”, sino: ¿podemos permitirnos una transición sin red de seguridad?
Por lo tanto, más que seguir construyendo un discurso, es hora de construir infraestructura. El pasado lunes constatamos una disonancia entre el qué y el cómo, entre los objetivos declarados y los medios reales. La transición energética no puede basarse en fe ni en relato: debe sostenerse sobre decisiones estratégicas con base en datos, y sobre decisiones operativas ejecutadas a tiempo. Si el qué es descarbonizar, el cómo pasa por respaldo, redes y gobernanza técnica. Sin eso, la transición será más cara, más vulnerable y menos creíble. Y acabará generando el efecto contrario al que se busca: más desconfianza social, más volatilidad en el suministro, y más costes ocultos para empresas y hogares.
«Lo ocurrido no era imprevisible: fue una contingencia anunciada, mal anticipada y peor gestionada»
Quizá el Gobierno sí pueda sacar algunas lecciones del blackout. Primera: teníamos todas las señales. Informes europeos, advertencias de expertos, medios alertando del riesgo de blackouts. Lo ocurrido no era imprevisible: fue una contingencia anunciada, mal anticipada y peor gestionada. Segunda: la energía es también una cuestión de seguridad nacional. Un apagón masivo paraliza hospitales, comunicaciones, transporte, servicios de emergencia. Aún no hemos interiorizado que la seguridad energética es infraestructura crítica. Tercera: la transición energética exige responsabilidad política. No basta con edulcorar fallos graves con discursos triunfalistas. Cuando el sistema falla, alguien debe responder. Y cuando millones de ciudadanos se ven afectados, tenemos derecho a exigir explicaciones.
España no necesita más promesas, necesita planificación realista. Y una transición que no sea solo verde, sino también segura, eficiente y económica. Eso implica asumir que la red eléctrica necesita inversiones urgentes, y que el debate sobre las nucleares no puede seguir aparcado por razones ideológicas. Porque una transición sin respaldo es un salto sin red. Y en economía, los saltos sin red tienen consecuencias.