Estrategias de descarbonización

Antes que apostarlo todo –o casi todo– al desarrollo tecnológico de unas energías no tan renovables, ya que dependen de minerales a explotar en lejanos y ajenos yacimientos, deberíamos modificar el enfoque

Imagen de archivo de un parque eólico

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El planeta no da más de sí. Las alarmas han saltado desde todos los ángulos de análisis y desde cualquier serie histórica de datos. Estamos ante una situación de emergencia global que afectará -ya está afectando- a cada rincón del globo. Vamos tarde y hay que actuar de una vez. Como las medias tintas no son la solución, la Unión Europea se ha propuesto el objetivo de alcanzar la neutralidad climática para el año 2050. Es un objetivo ambicioso a la vez que imperativo.

Neutralidad climática

¿Qué implica realmente esto de la neutralidad climática? Es un equilibrio que consiste en no emitir más gases de efecto invernadero (CO2, dióxido de carbono, el principal) de los que podemos contrarrestar o eliminar. ¿Cómo emitimos GEI? Prácticamente con cada actividad que llevamos a cabo. Las más relevantes son la generación de energía por quema de combustibles fósiles, el transporte con vehículos de combustión, la industria manufacturera intensiva en energía y la ganadería por sus emisiones de metano y óxido nitroso. ¿Y cómo se contrarresta la emisión de gases de efecto invernadero? Esencialmente, mediante la acción de los árboles y las plantas, auténticos sumideros naturales de carbono a través de la fotosíntesis.

Si repasamos las emisiones de CO2 vemos que China es la responsable del 30% de las emisiones y que Estados Unidos lo es de un 13,5%. La Unión Europea se puede considerar un actor secundario pues sus emisiones suponen alrededor del 8% del total, en un nivel similar al de India. Pero en realidad, ¿tiene sentido realizar este ejercicio de cómputo? En absoluto. Si Europa controla sus emisiones, estará contribuyendo a la solución global del problema, pero además estará también reduciendo el impacto del cambio climático en su propio territorio. Es por esto que ningún país puede quedarse atrás en el objetivo de la neutralidad climática.

Además de esta gran razón general, la acción de cada territorio para el control de emisiones resulta imprescindible por otros motivos. Cumplir con los objetivos de bajas emisiones será un requisito para el acceso a fondos y planes comunitarios de todo tipo. Adicionalmente, el propósito de descarbonización se constituye en un estímulo excepcional para la I+D y con ello en un factor esencial para la competitividad y el progreso de cada economía.  

Europa pasará de depender de los países árabes o de Rusia, proveedores de energías fósiles, a atar su destino a países africanos, a Turquía o a China para el desarrollo de las energías renovables.

Cómo descarbonizar

En principio, vislumbramos cuatro medios esenciales para conseguir la descarbonización: utilizar energías renovables para evitar la emisión de CO2 de las energías fósiles, emitir menos gases efecto invernadero cambiando la forma de hacer las cosas (economía circular, teletrabajo…), reducir la actividad económica y la actividad humana en general o conseguir captar CO2 mediante la reforestación con especies propias de cada hábitat y el fomento de la llamada agricultura regenerativa.

Entre las cuatro opciones anteriores, la UE y el mundo parecen darle prioridad al uso de energías renovables frente a las energías fósiles. Pero las llamadas «tecnologías limpias» -baterías eléctricas, paneles solares, aerogeneradores, etc.- requieren el uso intensivo de minerales como cobalto, litio, coltán, tierras raras… de los que Europa carece casi por completo. Estamos cayendo en el mismo error que supuso fundamentar la actividad económica en el petróleo o el gas. Europa pasará de depender de los países árabes o de Rusia, proveedores de energías fósiles, a atar su destino a países africanos, a Turquía o a China para el desarrollo de las energías renovables.

A pesar de la emergencia, quizás sea necesario repensar la estrategia. Antes que apostarlo todo –o casi todo– al desarrollo tecnológico de unas energías no tan renovables si dependen de minerales a explotar en lejanos y ajenos yacimientos, deberíamos modificar el enfoque.Tal vez haya que intensificar la acción hacia la generación de nuevos procesos mucho más eficientes desde un punto de vista energético, multiplicar los esfuerzos por diseñar sistemas de captura y almacenamiento de carbono –CCS–, incidir en las inversiones necesarias para el ahorro energético de edificios e instalaciones, rebajar al mínimo las actividades prescindibles que provocan altas emisiones (desde la operativa de las criptomonedas hasta la proliferación de los cruceros turísticos) y articular una política forestal y agraria completamente renovada que sustituya los criterios de pura productividad por los de sostenibilidad. Cuanto más se avance en estas líneas, menos sometida quedará Europa a los vaivenes de la política internacional.

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