Galicia en datos

Un grupo de peregrinas durante una etapa del Camino de Santiago en Portomarín. EFE/ Eliseo Trigo

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Cuantas cosas buenas tiene nuestra tierra. Son tantas que casi me da vértigo hablar de ellas sin caer en el chauvinismo. De repente suenan las gaitas de fondo y empezamos todos a degustar una rica comida a base de delicias del mar y de la tierra. Además, como por todos es bien sabido lo saludable que resulta, acto seguido nos vamos a dar una vuelta “pola nosa terriña”, y disfrutamos de paisajes y monumentos ancestrales. Disfrutamos del verde y de los olores marítimo-campestres. ¿A quien le amarga un dulce?

Si me miro al ombligo, solo veo ombligo. Si miro al dedo que apunta a la luna, solo veo dedo. En cambio, si miro desde otro punto de vista más crítico, a veces veo cosas que me gustan menos, y no por ello caeremos en el fatalismo.

Todo esto antes era campo. Una expresión muy utilizada por los más longevos del lugar. La historia de Galicia es una historia de campo, pero también de mar; es una historia de hace años, pero también de recientes avances; es una historia de grandes estereotipos, pero también de grandes verdades que se desconocen.

Hemos aprendido pues que Galicia es fuerte en pesca, economía y educación, pero débil en materia de digitalización y en su pirámide poblacional

Cuando iniciamos esta serie de artículos pretendíamos desterrar todos esos tópicos que existen de Galicia (o mantenerlos, en caso de ser ciertos, basándonos en datos). Ya conocíamos la Galicia bonita, el Galicia calidade o la Galicia riquiña. Ahora conocemos la Galicia en datos.

Hemos querido responder a las seis preguntas que lo resuelven todo: quién y qué es Galicia, dónde está y por qué es así Galicia, cuándo y cómo es, fue y será Galicia. Pretendíamos ver a Galicia como una empresa y desarrollar su particular análisis DAFO. Hemos aprendido pues que Galicia es fuerte en pesca, economía y educación, pero débil en materia de digitalización y en su pirámide poblacional. En Galicia se abren oportunidades como un turismo astronómico en alza y la llegada del músculo internacional, tanto en el ámbito empresarial como el turístico, dando las gracias en este último al Camino de Santiago. Y Galicia vislumbra amenazas externas como puede ser el peso internacional de la ciudad próxima de Porto o el abaratamiento y tecnologización de la industria en otras regiones que podría dificultar más nuestra industria ya parcialmente en declive.

Galicia está a la cola en algunos aspectos, es cierto. Pero también estamos a la vanguardia en algunos campos y de eso podemos estar orgullosos. En otros, nos encontramos en la modesta media en la que se está cómodo y lo agradecemos. Si miramos al resto de España, tenemos mucho de lo que presumir y en Europa, un territorio más grande, destacamos dentro de nuestras capacidades. Tal vez un gallego en su propia tierra caiga en el depende como respuesta a qué es lo que más le gusta de su lugar de origen. Sin embargo, si un gallego se encuentra a otro en el pueblo más pequeño de Hungría, en la playa más paradisíaca de Malta o en la montaña más alta de Francia sacará enseguida pecho de las cualidades y calidades de Galicia.

Los datos son datos. Yo leo Galicia en datos y los expongo tal y como son. ¿Nos avalan? ¿nos benefician? ¿nos perjudican? Cada uno que piense de Galicia lo que quiera.

Galicia precisa de un autoanálisis profundo, sin ambages ni encorsetamiento

Lo cierto es también que deberíamos desterrar de nuestro rol el conformismo ancestral. Un conformismo que consigue el efecto inverso que pretende. Deberíamos conseguir ese punto de arrojo empresarial que hace que las empresas pasen de ser buenas a excelentes, de medianas a grandes o muy grandes, de estabilizadas a innovadoras, es decir, a dejar de ser empresas cordero a ser empresas lobo. No está mal ser cordero, pero estos sirven de alimento a los que están por encima de la cadena trófica.

Siento el aliento y los quejidos de muchos empresarios cada día. El llanto de los problemas sin aparente solución, y el conformismo grabado a fuego en su genética, y simplemente siento pena. Pena de lo que nunca ha sido y podría, y de lo que jamás será.

En mi opinión Galicia precisa de un autoanálisis profundo, sin ambages ni encorsetamiento. Un análisis profundo mas allá de los estereotipos y de las malvadas tradiciones. Precisa de un fuerte y sincero acto de contrición para poder confeccionar el check list de acciones a poner en práctica para resolver lo que nos separa entre lo decente y lo excelente. Pero antes de nada tenemos que creernos que somos capaces de ser y estar en la liga de las estrellas empresariales, el la champion league de las sociedades avanzadas, digitales, sostenibles, igualitarias, autosuficientes, admirables…

Ay, Galicia, cuanto te quiero.

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