Quién ha ganado las elecciones

En Galicia, la realidad tras el 28-M es propia: afianzamiento inútil de la propuesta azul, aliento en la nuca del BNG al PSdG y pasada de página de las Mareas

El Presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, ejerce su derecho al voto este domingo en el colegio electoral instalado en el Centro de Tecnificación deportiva de Pontevedra. EFE / Salvador Sas

El Presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, ejerce su derecho al voto este domingo en el colegio electoral instalado en el Centro de Tecnificación deportiva de Pontevedra. EFE / Salvador Sas

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Una de las anécdotas políticas más socorridas tiene como personaje principal a Benjamin Disraeli, aquel político de lejanas raíces españolas que fue primer ministro en dos ocasiones durante la eterna monarquía de la reina Victoria comandando a los tories británicos. Siendo conminado en una ocasión a diferenciar entre desgracia y catástrofe, argumentó que era fácil de entender: si Galdstone (su eterno rival político) cayese al río Támesis y se ahogara, eso sería una desgracia; pero, si alguien lo sacara del agua, eso sería una catástrofe.

El viaje al centro

Pocas dudas caben ya sobre quién ha ganado las elecciones municipales y autonómicas convocadas en mayo de 2023: los partidos considerados a la derecha. En la dicotomía política clásica, si gana uno, otro pierde, y el perdedor es, rotundamente, el PSOE. En realidad, quien ha ganado es el electorado, que ha manifestado bastante sentido común, no por haber votado mayoritariamente una opción política en concreto, sino por haberlo hecho con criterio de interés propio. Las opciones “arriesgadas” se han visto castigadas y aquellas de las extremas que han tenido el criterio de moderar su discurso, consiguen un avance importante. Parece que la ahora no tan llevada moderación, comienza a generar réditos políticos.

Aquel viaje al centro que había preconizado Núñez Feijóo parece también que ya lleva un camino recorrido y que, en su primera parada y fonda, tomase resuello. Una conclusión poco compartida seguramente de estas últimas elecciones sea que el electorado español, ya más centrado, ha ido madurando en los últimos años y además de mantener la participación, va utilizando los votos como reafirmación o castigo; puro pragmatismo interesado. Ahora, toca afianzar los criterios ideológicos de ese centro que, seguramente, ahora tratará de ser ocupado también desde la izquierda a siete meses vista.

La rosa en la encrucijada

Había, antes de las elecciones, la teoría cuestionada de si estas elecciones serían o no un avance sobre el plebiscito general del próximo mes de diciembre. Pues el enigma ha sido resuelto; sí, lo son y con gran rotundidad. El viraje hacia el extremo promocionado desde el gobierno ha supuesto la desaparición del compañero actual de viaje; aviso a navegantes, cada vez más en chalupa. Y la nueva propuesta auspiciada desde presidencia no solo no suma, sino que, además, resta.

Si hacemos caso a Disraeli y su legendaria ironía, ahora se trataría de saber si la catástrofe sería para el que se está ahogando o para el que trata de salvarlo. Parece

inevitable el viaje al centro y a juzgar por lo que sabemos del apuesto salvavidas y a lo que nos tiene acostumbrados, hará el amago salvador cual personaje de Los vigilantes de la playa. La izquierda necesita menos imágenes ralentizadas de redentores socorristas en bañador, acompañada de hinchada de pecho mirando a las gradas donde vociferan las groupies y más fundamentos en primeros auxilios. Y, sobre todo, sería más que conveniente saber quién es el salvador y quién el ahogado (o ahogada).

Galicia, sitio distinto

¿Y qué nos pasa en casa? Pues que, una vez más, la realidad es propia: afianzamiento inútil de la propuesta azul, aliento en la nuca del BNG al PSdeG y pasada de página de las Mareas. El panorama, a futuro, parece aclararse. Cada una de las siete capitales gallega tiene su propio pecado capital caracterizando a los ya ganados o a los ganadores: Santiago de Compostela, la soberbia, por la ineficaz campaña del ya anterior alcalde; A Coruña, la ira, por la imposibilidad de gobernar por parte del partido más votado; Ferrol, la avaricia, por el resultado mayoritario conseguido; Lugo, la envidia, por lo aglutinado en la izquierda; Ourense, la lujuria, por ser el pecado capital representativo por el descontrol y el desorden; Pontevedra, la pereza, más de lo mismo, bostezo incluido; Vigo, la gula, porque ya no hay más de dónde comer.

Esta primavera vuelve a llover como antes del cambio climático, pareciendo que recobramos una cierta normalidad ambiente. Pero no, presagiamos un semestre convulso y sorprendente, como conlleva el actual período antropocénico de pasmo continuo. Y sí, Bildu ha ganado las elecciones, como mínimo, se las ha ganado al PSOE. Da que pensar.

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