¿Sueñas dinero, sueñas poder?

En casi todo empresario de gran éxito existe un componente de "psicopatía". Los escrúpulos no se llevan bien con el dinero y el poder

hombre de negocios

Andrea Piacquadio / Pexels

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Érase una vez un empresario que nació en el seno de una humilde familia gallega en la década de los sesenta.  

El modo de vida en aquella sociedad del rural gallego era la economía de la auto subsistencia. Alguna vaca, algún cerdo, media docena de gallinas y una huerta de patatas, verduras varias y otros frutos que el campo da. 

Cero lujos y cero estridencias, pero sin pasar hambre. Poco efectivo obtenido de la venta de algunos productos de la casa y quizá algún ingreso de alguna paga por haber trabajado sus progenitores en Suiza. 

En la vida de este futuro empresario, brillaron por su inexistencia los lujos. Nada de tomar un refresco los domingos, comer carne de ternera o simplemente ir al cine alguna vez. La única ilusión con periodicidad anual era la llegada de las fiestas del pueblo donde se podía hacer acreedor de alguna cosa extraordinaria.

Esta situación fue fraguando la personalidad de nuestro protagonista y empresario en ciernes. 

Se crió a los pechos de la necesidad y la añoranza, alimentando cada día su ansia de conseguir salir de ese bucle de necesidad real, pero también construida y amplificada por el cruel entorno. 

Llegó aquel día en que el dinero ya no lo era todo, que también, sino que lo que él quería era poder y reconocimiento

Poco tiempo dedicó al estudio y en cuanto pudo, y de forma obsesiva ya nunca paró de trabajar, haciendo grande y para mayor gloria aquel título de aquella canción: “She work hard for the money”

Ella no era ella, era él. En su cabeza se reflejaba una línea de prioridades que eran, en primer lugar, conseguir dinero, en segundo lugar, conseguir más dinero y en tercer lugar, seguir consiguiendo dinero. 

Y así estuvo durante más de cuarenta años luchando por más dinero. Pero llegó aquel día en que el dinero ya no lo era todo, que también, sino que lo que él quería era poder y reconocimiento, nada que no esté descrito por los entendidos del comportamiento humano, ente ellos el gran Maslow, que construyó aquella pirámide tan real como la vida misma y como la de Keops. 

Dinero por dinero, poder por poder, veneno en el cuerpo y sedación para el alma. Un interior lleno pero vacío. Lleno de ansiedad y complejos, pero vacío de contenido y humanidad. 

Apetito voraz pero indefinido. Camino sin sentido hacia un destino que no tiene sentido en sí mismo. Con el paso de los años él sabe que tiene una enorme carencia existencial. Él es muy inteligente y sabe que se aboca a un precipicio sin fin, pero no puede parar. Sin duda es una lucha contra sí mismo, pero ahora, y con el tiempo, también se ha convertido en una batalla contra el entorno. El qué dirán o que están diciendo. El que se espera de mí y de mi éxito manifiesto. 

Dentro de este empresario solo queda la soledad. No hay casi nadie que tenga su nivel, ni de riqueza y mucho menos de su poder. Es ese casi el que le interesa, pero ha llegado a su máxima cota alcanzable, todos la tenemos. La siguiente meta en la carrera de su vida es absolutamente inalcanzable y el, que es listo, lo sabe. 

Toda esta situación le genera muchísima frustración y desidia.  Ahora se da cuenta de todo lo que ha tenido que hacer para llegar a donde ha llegado. 

Ha trabajado duro, pero también ha mentido, engañado, defraudado, pisado, atropellado y embaucado, y aun así no ha conseguido lo suficiente. Y no ha conseguido lo suficiente porque no existe suficiente para saciar sus ansias. 

Sólo le queda la soledad. Ha cometido tantas tropelías que sólo se aguanta él a sí mismo. Sólo camina por la vida. Sólo se ve cada día, tratando de justificar ese aislamiento con razones de incomprensión manifiesta por la adicción de la que es víctima.

Pero, como todo en la vida, existe un límite, y a edad temprana, fruto de esa competición consigo mismo, fallece víctima de sus falsas metas y anhelos. 

Deja mujer e hijos que vagamente conocía y prácticamente ningún amigo, ya que, en el campo de la amistad, para obtener esta hay que sembrarla, abonarla, regarla bien para luego recoger la cosecha. Pocos eran los acreedores de la suficiente notoriedad para relacionarse con él.

Huérfano de generosidad, empatía, complicidad, altruismo y solidaridad, se fue de este mundo. Pocos le echarán de menos y sin duda toda la riqueza acumulada pasará a mejor vida para ser disfrutada por sus herederos.

El empresario Psicópata es una figura que existe y que es bastante más habitual de lo que parece

Sus hijos también huérfanos de un padre dedicado y cariñoso le recordarán de forma difuminada a través del tiempo, mientras que su esposa, más pronto que tarde, encontará en otro lo que el jamás pudo darle él.

Muchas veces hemos hablado sobre la psicopatía aplicada a la empresa. Sin duda el empresario Psicópata es una figura que existe y que es bastante más habitual de lo que parece, aunque son menos los que llegan a desarrollarla en su plenitud. Personalmente mantengo la tesis de que en casi todo empresario de gran éxito existe un componente de psicopatía en mayor o en menor medida. Los escrúpulos no se llevan bien con el dinero y el poder. 

Tengo la obligación de reproducir estas frases de una persona a la que he admirado siempre, incluso cuando estaba vivo. Un hombre que alcanzó alguna de las máximas cotas que se pueden alcanzar como empresario: “… He llegado a la cima del éxito en los negocios. A los ojos de los demás, mi vida ha sido el símbolo del éxito. Sin embargo, aparte de mi trabajo, tengo pocas alegrías. Al fin y al cabo, la riqueza no es más que un hecho al que estoy acostumbrado. En este momento, acostado en la cama del hospital y recordando toda mi vida, me doy cuenta de que todos los elogios y las riquezas de las que estaba tan orgulloso se han convertido en algo insignificante ante la muerte inminente”. – Steve Jobs 

Nuestras vidas son la mayor riqueza de la que jamás nadie podrá disponer. En un ejercicio de solidaridad humana, existen personas que ponen por delante a los demás antes que a ellos mismos. Esto sin duda, sólo puede entenderse desde una catadura moral superior de la que no muchas personas son acreedoras. Dan su vida por su familia, por sus hijos, padres, su cónyuge. Otros la sacrifican simplemente por el prójimo, por personas prácticamente desconocidas. Este es un lenguaje absolutamente desconocido para el protagonista de esta historia que seguro catalogaría de pobres idiotas a los que así se comportaran.

Con una mezcla de respeto y admiración también me permito el lujo de ilustrar y rematar este artículo con unos magistrales versos del gran Don Pedro: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son«. Si tu sueño es el dinero, si tu sueño es el poder, pobres metas te has marcado a mí humilde entender.

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