28-M: Rueda y el nuevo PSdeG afrontan su primera prueba de fuego tras la era Feijóo

Las municipales miden el desgaste del PSOE tras la gran cuota de poder que ganó en 2019, mientras el PP aspira a mejorar sus peores resultados históricos en Galicia

Valentín González Formoso, presidente de la Diputación de A Coruña, y José Ramón Gómez Besteiro, delegado del Gobierno en Galicia

Valentín González Formoso y José Ramón Gómez Besteiro

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Alfonso Rueda afronta sus primera gran prueba electoral desde que heredó de Alberto Núñez Feijóo la presidencia de la Xunta con la perspectiva de mejorar los resultados obtenidos hace cuatro años. A priori, nada difícil, pues las 502.000 papeletas que recogieron los populares en 2019 fueron su peor balance histórico en unas municipales gallegas. La irrelevancia que otorgan a Vox las encuestas y el desmantelamiento de Ciudadanos allanan el camino a Rueda en sus primeros comicios como presidente del PPdeG.

El partido, que no gobierna en ninguna ciudad y solo retiene la diputación de Ourense con el controvertido Manuel Baltar, aspira a conseguir las alcaldías de Ferrol y Ourense, y está convencido de que también podría lograr la mayoría absoluta en Lugo, para lo que Elena Candia tendría que hacer lo que nadie de los populares ha conseguido en lo que va de siglo.

El escenario del PSdeG es prácticamente opuesto. Intenta defender las alcaldías de cinco de las siete ciudades y de tres de las cuatro diputaciones, una gran cuota de poder que logró en 2019 tras recuperar 105.000 votos. Aquel incremento coincidió con la implosión de las mareas que habían gobernado en A Coruña, Santiago y Ferrol, y con el auge del sanchismo, que ahora parece sufrir el desgaste de sus cinco años en la Moncloa. Las interferencias de la política estatal, con los casos de la compra de votos de telón de fondo, generan un clima peligroso para los socialistas.

El partido se ha rearmado en Galicia tras varios años de enfrentamientos internos y malos resultados en las autonómicas, donde ni siquiera ha liderado la oposición a Feijóo desde 2016. La llegada de Valentín González Formoso a la secretaría xeral ha pacificado el partido y el regreso de José Ramón Gómez Besteiro le ha otorgado un plus de ilusión. A diferencia de anteriores etapas, los primeros espada socialistas, incluido el ministro de Sanidad, José Miñones, tienen una muy buena relación entre sí.

El PSdeG afronta las elecciones con el gobierno de tres ciudades prácticamente asegurado: Vigo, Santiago y A Coruña. Sería una sorpresa que Lara Méndez no continuase en Lugo y Ángel Mato aspira a mantenerse en Ferrol, la plaza más complicada. El regreso de Paco Rodríguez a liderar las listas de Ourense no acabó de funcionar en campaña ni en las encuestas, pero la situación en la Cidade das Burgas está muy abierta. Si las promesas de campaña se cumplen y no hay pacto con Gonzalo Pérez Jácome, él o Manuel Cabezas gobernarán la ciudad.

Las maniobras de Baltar

La incertidumbre en Ourense se debe a la resistencia de Democracia Ourensana, el artefacto con el que Pérez Jácome llegó a la alcaldía en 2019 merced a un acuerdo con Manuel Baltar, que le dio la investidura a cambio de su apoyo en la Diputación. Desde antes del arranque de la campaña, La Región ha publicado audios que vinculan al regidor con casos de corrupción, después de que durante el mandato llegara a romperse el Gobierno municipal (DO y PP) por denuncias de supuesta financiación irregular por parte de integrantes de Democracia Ourensana. Nada de esto ha perjudicado especialmente a Pérez Jácome en las encuestas, que lo mantienen en una franja de entre 6 y 8 ediles. Esa posición impide cualquier mayoría alternativa sin su apoyo, salvo un pacto entre PSOE y PP.

Curiosamente, tanto socialistas como populares optaron por presentar a un exalcalde como candidato. Baltar eligió a Manuel Cabezas, el regidor que su padre ajustició tras tres mandatos al frente de la ciudad (1995-2007), con el objetivo de asegurarse la continuidad en la Diputación. Cabezas fue el alcalde de la transformación urbana, el acondicionamiento de los márgenes del Miño y el arranque del termalismo. Vuelve tras salir absuelto de los casos de corrupción que le imputaron, con el mal recuerdo del plan urbanístico que tumbaron los tribunales y con una fría relación con Baltar.

Si el discurso de la nostalgia de Cabezas no funciona, el presidente de la Diputación, ahora azorado por el caso de las multas de tráfico y la filtración de audios, necesitará un nuevo pacto para renovar mandato. El papel del ahora denostado Jácome volvería a ser entonces fundamental, ya que Baltar se comprometió a no reeditar el acuerdo de 2019, es decir, a no dar la alcaldía a Democracia Ourensana, pero no vetó posibles pactos en la corporación provincial.

El BNG y el reto de Santiago

Seguramente, el BNG tiene la sensación de haber perdido la oportunidad de hacer una mayor apuesta por Ourense, pero su posición en estas municipales es cómoda. Revalidará Pontevedra con facilidad y subirá en apoyos por la inercia de los grandes resultados obtenidos en las autonómicas de 2020, aunque las encuestas indican que los de Ana Pontón han podido tocar techo. Aún así, la pérdida de peso de las mareas municipales y la falta de pegada del recién nacido Sumar de Yolanda Díaz le allanan el camino.

La gran apuesta de la campaña parece ser Santiago, con Goretti Sanmartín a la cabeza, pero sorpassar a Xosé Sánchez Bugallo parece un reto excesivo por la amplia ventaja de la que parte el socialista, por más que haya sufrido un evidente desgaste. En Lugo, Rubén Arroxo tiene a mano consolidarse tras un buen papel en la Tenencia de Alcaldía y reeditar el bipartito con Lara Méndez. Como sucede en Santiago con Goretti Sanmartín, Candia (PP) ha mostrado la fe necesaria para evitarlo, pero el reto es especialmente difícil.

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