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La Plaza | Sánchez tiene dos amigos

El episodio de 'La Plaza' de esta semana comienza con una reflexión sobre "la banalidad del mal" y se detiene en caso Marlaska

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (d) y la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera (i), a su salida de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona. | EFE/Archivo

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Adolf Eichmann fue uno de los grandes responsables de la deportación de judíos a los campos de concentración durante el III Reich de Adolf Hitler. En 1961, la entonces corresponsal de la revista The New Yorker Hannah Arendt se encargó de cubir su juicio y de acuñar «la banalidad del mal» para expresar que Eichmann actuó al servicio de su ambición profesional y no movido por su crueldad. Es decir, que fue, sobre todo, un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio.

El episodio de La Plaza de esta semana se inicia con una reflexión sobre la banalidad del mal para, a continuación, salvar las distancias e intentar dar respuestas a las inercias de un presidente del Gobierno que comenzó siendo implacable al fulminar a Màxim Huerta como ministro de Cultura por sus pecados fiscales y que ahora es capaz de sostener contra viento y marea al titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, por un episodio bastante más escandaloso como el del cese del coronel Pérez de los Cobos.

Pero eso no es todo, porque Sánchez también es capaz de nombrar a su mejor amigo, Ignacio Carnicero, para la nueva Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura.

El podcast, conducido por Juan García y con la colaboración de Carlos Lareau, Xavier Bru de Sala y Marcos Pardeiro, también se fija en lo ocurrido esta semana en Estados Unidos, donde el exsecretario de Defensa de Estados Unidos, el general de cuatro estrellas James Mattis, ha calificado a Donald Trump, el presidente que le dio el cargo, de «peligro» para la Constitución del país norteamericano. ¿Cabría esperar algo semejante en España?

Todo ello conduce a una reflexión sobre lo que los franceses llaman éparpillement du pouvoir en alusión a la conveniencia de que los poderes del Estado estén correctamente separados como pilar de la democracia. ¿Tiemblan estos pilares en España?

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