Más de 800 ensayos en marcha para curar el coronavirus

Remdesivir, hidroxicloroquina o tocilizumab son algunos de los tratamientos que se encuentran en fase de estudio, si bien ninguno ha demostrado ser eficaz

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Han pasado cuatro meses desde que el coronavirus empezó a infectar a humanos y miles de científicos alrededor del mundo se encuentran trabajando en la carrera para encontrar una cura para la «neumonía de Wuhan». Por ahora, algunos centros de investigación han anunciado resultados positivos prematuramente sin tener suficientes pruebas o estudios fiables, por lo que surgen conclusiones contradictorias entorno a los mismos tratamientos. De hecho, en Estados Unidos y Francia, grandes instituciones crearon polémica anunciando resultados «positivos» antes de que se publicaran por completo sus trabajos.

Lo que sí es cierto, es que cada vez empiezan a aparecer más datos positivos entre los centenares de ensayos clínicos en curso. De hecho, actualmente existen más de 800 ensayos clínicos evaluando decenas de posibles tratamientos. Se analizan vías sobre cómo bloquear la entrada del virus en las células, impedir su replicación o controlar la respuesta inmunitaria del organismo. El objetivo principal es combatir la enfermedad que ya ha dejado más de 270.000 muertes alrededor del mundo, tal como indica la agencia internacinoal Afp.

Existen, concretamente, 300 estudios clínicos en China, 125 en Estados Unidos y 45 en Francia, según la prestigiosa revista científica The Lancet. La urgencia de obtener resultados alrededor del mundo lleva a tomar decisiones, a veces precipitadas. Los protocolos de estudio se crean en pocos días, las autorizaciones necesarias se vuelven urgentes y las conclusiones aparecen de inmediato en internet.

La doctora Florence Ader, que dirige el ensayo europeo Discovery —que analiza cuatro tratamientos existentes—, aconseja concentrarse en algunos «grandes estudios».

El alcance del remdesivir

El remdesivir es un antiviral que se encuentra en fase experimental y, hasta ahora, el que más buenos resultados ha dado entorno a la cura del virus. Fue desarrollado por el laboratorio estadounidense Gilead para luchar contra el ébola, un objetivo para el que ya se demostró que es ineficaz. Sin embargo, en el laboratorio se descubrió que lograba bloquear la replicación de otros virus.

El tratamiento aprovecha una debilidad de los virus ARN, del que forman parte los coronavirus: durante la replicación pueden incorporar por error partes de esta molécula a su patrimonio genético, lo que les deja inoperativos. Pero los datos sobre su eficacia contra la Covid-19 son contradictorios y no están completos.

En EEUU, la agencia de regulación de medicamentos FDA autorizó de urgencia el 1 de mayo su uso fuera de los ensayos clínicos en los hospitales, basándose en un gran ensayo público que llegó a la conclusión de que reducía en cuatro días el restablecimiento de los pacientes, que pasa de 15 a 11 días.

Los resultados completos del estudio no fueron divulgados, suscitando críticas en la comunidad científica. Además, el estudio no permite decir si el remdesivir reduce la mortalidad, porque la diferencia resultante —8% de los pacientes tratados, contra el 11,6% en el grupo testigo— está por debajo del umbral de fiabilidad estadística.

Por otro lado, un ensayo más pequeño en China, publicado en The Lancet, llegó a la conclusión de que no hay beneficios clínicos. Esto no ha parado a varios países que, como EEUU, han aprobado el uso del antiviral. Otro ejemplo de ello es Japón —como anunció el pasado viernes—.

El tocilizumab, una esperanza para los enfermos graves

En la segunda fase que se produce en los casos que llegan a ser graves de coronavirus hay un tratamiento específico en investigación. Esta fase se caracteriza por una reacción inflamatoria descontrolada del organismo llamada «tormenta de citoquinas». Para combatir esa fase, se está probando otra familia de medicamentos: los inmunomoduladores, entre ellos el tocilizumab, el sarilumab o la anakinra.

En abril, el grupo hospitalario de París AP-HP anunció que el tocilizumab reducía «significativamente» el riesgo de morir o de ir a cuidados intensivos entre los pacientes de Covid-19 en estado grave, pero sin datos cifrados ni publicación del estudio. Una comunicación prematura por parte de los expertos del comité de supervisión, que dimitieron en bloque. Incluso en caso de éxito, el elevado coste de estos biomedicamentos y su administración por vía intravenosa obstaculizan su generalización.

La hidroxicloroquina

La cloroquina —fármaco contra la malaria— y su derivado la hidroxicloroquina —que se utiliza en el tratamiento del lupus— crean un entorno hostil para el virus aumentando el pH de la célula que intenta infectar. Pero ambos fármacos no demostraron su eficacia en condiciones reales e incluso agravaron el estado de los pacientes en algunas enfermedades.

El instituto IHU Méditerranée Infection de Marsella, en Francia, publicó el pasado martes un estudio que afirma que tiene una tasa de mortalidad débil, con ocho fallecimientos por cada mil pacientes. Esto significa un nivel comparable al observado en caso de evolución natural de la enfermedad.

Otro estudio en hospitales de Nueva York y publicado el jueves en la revista estadounidense NEJM muestra que la hidroxicloroquina ni mejoró ni empeoró de manera significativa los pacientes en estado grave. Además, especialistas en farmacología estiman que para que actúe, la molécula tendría que administrarse en dosis extremadamente elevadas, que serían tóxicas o incluso mortales.

Otros tratamientos

La asociación con el coronavirus de dos medicamentos anti-VIH, el lopinavir y el ritonavir, todavía no ha demostrado eficacia. Un estudio chino publicado en el NEJM el 19 de marzo llegó a la conclusión que este tratamiento no reduce la mortalidad ni la duración de la recuperación. Algunos datos apuntan a, sin embargo, eficacia en caso de administración precoz.

El tratamiento a base de plasma sanguíneo de los pacientes curados es algo que ya se está haciendo en varios países. Concretamente, en abril se pusieron en marcha ensayos y este tratamiento fue autorizado en hospitales en Francia, Estados Unidos, China o Austria. Sin embargo, la Academia de Medicina francesa indica sus limitaciones porque el número y la eficacia de los anticuerpos «son muy variables de un donante a otro» y hay riesgo de que surjan efectos secundarios.

Tamibén se están explorando otras vías, como a través de programas de «reposicionamiento», que consiste en revisar moléculas ya existentes, como el antiséptico chlorpromazina. Se trata o bien de medicamentos ya comercializados o todavía en desarrollo que no son tóxicos para los humanos.

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