Puigdemont se siente sin fuerzas para un adelanto electoral

Voces de JxCat asumen que su avance de las generales fue un espejismo y que es imprescindible reforzarse antes de batirse con ERC en las catalanas

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Cataluña continúa inmersa en una legislatura improductiva de final incierto. El Parlament apenas legisla y la Generalitat apenas gobierna. Así pasan los meses, sin que Junts per Catalunya y ERC se decidan a poner fin a su relación de desconfianza porque nadie quiere resultar culpable de un final precipitado.

Entretanto, siempre hay tiempo para que los dirigentes independentistas entretengan a su parroquia con desafíos a los tribunales de justicia, sea con una pancarta en un balcón, sea con una propuesta de resolución en el Parlament. Pero nadie se atreve a pasar de ahí porque una cosa es coquetear con la inhabilitación para cargo público y otra muy distinta con la prisión.

De la legislatura en Cataluña nadie espera ningún paso decisivo hacia la independencia porque ni el presidente de la Generalitat, Quim Torra, sabe hacia dónde dirigirse, salvo a las calles y a las carreteras, ni el president en la sombra, Carles Puigdemont, tiene ningún plan que no pase por sí mismo.

Pasan los meses y al gobierno catalán ha dejado de importarle vivir en el embozo porque, al fin y al cabo, hay sitios peores. Torra podría apretar el botón y forzar las elecciones, pero en Junts per Catalunya temen el camino por el sumidero. ¿Adónde conducen esas aguas electorales?

La sala de máquinas de Junts per Catalunya

Aunque tras las últimas elecciones generales hubo dirigentes de Junts per Catalunya (JxCat) que hicieron un análisis muy optimista de la situación —¡hemos pasado de 7 a 8 diputados y ERC ha perdido dos escaños!—, en la sala de máquinas comienza a dominar la idea de que la formación no tiene las fuerzas necesarias para batirse en duelo con los republicanos.

Un análisis más detallado del resultado de las generales ha llevado a los estrategas de JxCat a subrayar las debilidades de la formación.

Del 10-N se extraen datos muy preocupantes para JxCat: la debilidad en la ciudad de Barcelona (en la mayoría de distritos fueron la cuarta fuerza salvo en dos: Eixample y Sarrià) y en la de Tarragona fue la sexta. De hecho, la conclusión en esa sala de máquinas es que el octavo diputado fue posible, simplemente, por los efectos de una abstención mayor que en abril. 

A la vista de semejantes datos, sectores de JxCat son partidarios de enfriar el adelanto electoral y de buscar aire de aquí a la primavera. Aire en forma de proyecto ideológico y en forma de candidatura.

Respecto a las ideas, Junts per Catalunya intentará sacar provecho de los debates que articuló Lluís Llach en torno al proceso constituyente, ya que apenas se han analizado. Respecto a la candidatura, el asunto es más complicado, aunque se avista un posible duelo entre Laura Borràs (fiel a Puigdemont) y Àngels Chacon (fiel a Artur Mas). De Torra solo se espera su despedida.

Entre la investidura y los presupuestos

Aunque el rearme interno preocupa en Junts per Catalunya, lo cierto es que nada preocupa tanto como vigilar los movimientos de ERC y, en particular, los relacionados con la investidura de Pedro Sánchez.

JxCat presiona para que Esquerra no regale la investidura, pero los republicanos confían en arrancar algo a Sánchez en forma de diálogo. ERC sabe que pisa terreno delicado y, por eso, este jueves anunció una consulta a sus bases cuyo verdadero objetivo es cubrirse las espaldas ante sus bases («¿Estás de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?»)

La investidura de Sánchez provoca miradas de reojo entre JxCat y ERC y alimenta la incorregible desconfianza entre ambas formaciones, pero no amenaza con romper el hilo entre ambas porque hay un tema de mayor importancia: los presupuestos de la Generalitat.

Conseguir el apoyo de Catalunya en Comú, la formación que gravita en torno a Ada Colau, a las cuentas de la Generalitat relajaría los ánimos de los independentistas, que, de pronto, verían a su alcance el primer argumento sólido en dos años para alargar su mandato. La operación no es descabellada porque Colau también necesita apoyos en el pleno de Barcelona para aprobar presupuestos.

Muchos elementos en el aire y solo una certeza: las pasadas elecciones generales no dejaron grandes alegrías ni en ERC ni en JxCat. ¿Por qué hay que tener prisa en desafiar la suerte con una nueva llamada a las urnas?

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