Reunión Sánchez-Torra: el éxito es sólo que se celebre

No hay nada claro a falta de cuatro días para la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra. Sánchez ha lanzado guiños, pero hay líneas rojas y pocas esperanzas

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Para que no existan dudas, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha participado en la marcha hacia la prisión de Lledoners exigiendo la libertad de los políticos presos catalanes. Es su dualidad como máximo responsable de la custodia, a partir de ahora, de los prisioneros y de líder de su reivindicación de la libertad de los presos que va a custodiar, al margen de la decisión del Tribunal Supremo (TS).

Poco a poco nos vamos acostumbrando a que el gobierno catalán se limite a ser una máquina de propaganda desvinculada de su obligación de gobernar una comunidad autónoma con un gran presupuesto y muchísimas competencias exclusivas.

¿Qué se puede esperar de ese encuentro? Muy poca cosa

Instalados en el surrealismo, la doble condición de guardián de los presos y de líder de la revuelta para dejarles en libertad, es la radiografía de una sociedad paralizada, instalada solo en medidas de insurrección que se ha desentendido de organizar la mejora de condiciones de vida de todos los catalanes y no únicamente para los independentistas. 

Ahora todo está pendiente de la reunión en la Moncloa entre el presidente del gobierno de España con el de la Generalitat.

¿Qué se puede esperar de ese encuentro? Muy poca cosa, porque se parte de realidades imposibles de conciliar. El mejor resultado posible es el diálogo en sí mismo.

Las líneas rojas

Tanto la vicepresidenta, Carmen Calvo, como Meritxell Batet han declarado que no existen límites en cuanto a los temas a tratar. Han recordado que el derecho a la autodeterminación no está en ninguna constitución del mundo. Por lo tanto, es imposible en España. Pero no tienen inconveniente en que lo reclame Torra.

Frente a esa pretensión del presidente catalán, Pedro Sánchez ofrecerá la reforma de la Constitución como vía para encontrar un encaje a las pretensiones de la parte de la sociedad catalana que aspira a la independencia.

Torra y Torrent, en su comparecencia del pasado martes frente al Parlament reclamando la liberación de los presos. EFE/Marta Pérez

Torra y Torrent, en su comparecencia del pasado martes frente al Parlament reclamando la liberación de los presos. EFE/Marta Pérez

Dicho esto, lo racional sería que la reunión durara cinco minutos. Pero hay que insistir en que lo esencial es que sea la primera reunión de las que se vayan a celebrar. Sencillamente un punto de partida.

Pedro Sánchez se ha hartado de hacer gestos de buena voluntad en busca de distensión. Y no se ha cansado a pesar de no haber si siquiera una contrapartida.

Bueno, apoyar la moción de censura que permitió a Sánchez ser presidente, no consta que fuera una contrapartida. Pero sí fue un gesto de buena voluntad para cambiar a Mariano Rajoy por Sánchez. Al igual que el apoyo de los diputados catalanes al nuevo presidente de RTVE en la votación de ayer.

Los guiños de Pedro Sánchez

El Gobierno ha trasladado a los políticos presos a cárceles catalanes. No es una medida que se aparte un milímetro de la aplicación de la ley, pero es cierto que no tenía por qué haberla realizado ahora.

También se apresuró a retirar los controles sobre las finanzas catalanas en el mismo instante en que dejó de estar en vigor él 155.

Ha facultado o no se ha opuesto al despliegue de las embajadas catalanas mi a las prerrogativas del fugado Puigdemont en su condición de expresident.

Hasta ahora, el presidente Sánchez no ha respondido a los números actos de provocación de Torra. Incluidos los desplantes al Rey y la declaración de la Generalitat de romper relaciones con la Corona. Pedro Sánchez no se ha inmutado.

El presidente Sánchez no ha respondido todavía a las provocaciones de Torra

El ministro de Relaciones Exteriores, Josep Borrell, se ha encargado del papel de policía malo. Antes de ayer, Borrell trasladó a todas las embajadas de España el discurso de réplica del embajador Pedro Morenés a Torra para que lo tomaran como muestra de cualquier réplica al relato independentista.

Naturalmente, la reunión entre Sánchez y Torra está adobada de otros temas. Para eso, Elsa Artadi ha recuperado la carpeta de peticiones que trasladó Carles Puigdemont al presidente Rajoy él 22 de febrero de 2017, último contacto directo entre el Gobierno de España y la Generalitat.

Las peticiones de Quim Torra

Son cuarenta y cinco puntos –en el 2017 eran uno más, cuarenta y seis. Tal vez se ha querido disimular que son los mismos, de distintos temas, desde políticas sociales o de financiación a conflictos competenciales de todo tipo y condición. La Generalitat las divide en cinco grandes bloques.

El Govern divide las peticiones en cinco bloques: referéndum, políticas sociales, fiscales y financieras, incumplimientos y conflictos de competencias y fin de la judicialización de la política. Naturalmente, las circunstancias actuales son muy distintas de las que existían en febrero de 2017.

Los demás temas, con excepción del referéndum ilegal, se trasladan a comisiones sectoriales, donde se han activado los mecanismos de las comisiones bilaterales.

Por la parte de la Generalitat, el jefe del equipo será el conseller de Acció Exterior, Relacions Institucionals i Transparència, Ernest Maragall, será quien presida la parte catalana de la Comisión Bilateral Generalitat-Estado.

Torra divide sus peticiones en cinco bloques

Esta comisión no se reúne desde julio de 2011 y Maragall estará acompañado de Pere Aragonès, la consellera de Presidència, Elsa Artadi; la secretaria general de Acció Exterior, Mercè Salvat, y el delegado del Govern en Madrid, Ferran Mascarell.

Los que consideran precipitada o inadecuada la reunión, en realidad lo hacen con la boca pequeña, sencillamente porque el vacío político que dejó Rajoy en Cataluña no oferta posibilidad de protestas por la actitud de Sánchez.

En realidad, la expectativa se agotará con la foto de la escalinata de la Moncloa, suficiente porque es un símbolo de que algo importante ha cambiado, aunque no exista ninguna solución ni en el medio ni en el largo plazo.

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