Batallón de modistillas o cómo entender la sociedad y el feminismo a través de la costura

Ellas fabrican y consumen, pero ellos diseñan y dirigen: la experta en moda Leticia García rescata en un libro a las creadoras, empresarias, modistas y pensadoras que la historia oficial de la moda ha dejado de lado

Modelos de Carmen Mir, una de las mujeres olvidadas de la moda que rescata ‘Batallón de modistillas’. Foto: EFE.

El mayor diseñador español y uno de los más grandes del siglo XX a nivel mundial, Cristóbal Balenciaga, afirmaba de sí mismo que era también modista, un reconocimiento explícito a las mujeres en una industria que, a lo largo de la historia, las condenó a ellas, pese a estar detrás de la confección y la producción de prendas desde hace siglos, a la invisibilidad.

Quizás por eso no conocemos el nombre de la modista negra que confeccionó el vestido de novia de Jackie Kennedy –Ann Lowe-, el de la inventora del incombustible estilo boho chic –Thea Porter-, el de la profesora que revolucionó la moda desde las aulas –Janey Ironside- o el de la visionaria que cambió para siempre el modo de vender el lujo –Doroty Shaver-.

Precisamente a estas y otras grandes olvidadas que construyeron la moda, no solo las modistas, sino también diseñadoras, empresarias y pensadoras, dedica la periodista y escritora Leticia García su libro Batallón de modistillas (Carpe Noctem, 2022), un refrescante ensayo a medio camino entre la moda, el género y la clase que disecciona el pasado para poder entender el presente.

Modistillas versus diseñadores

Porque, como documenta García en el prólogo, las desigualdades aún siguen muy patentes en la industria: aún hoy, un 80% de la mano de obra en los talleres es femenina y, según datos de la International Labor Organization, a los trabajadores textiles masculinos en Asia –la gran fábrica del mundo- se les paga un 18% más que a las femeninas.

Figurín de Asunción Bastida.

Más datos: según The New York Times, aunque el 80% de las estudiantes de escuelas de moda son mujeres, solo un 16% dirigen marcas y, según Business of Fashion, las mujeres conforman el equipo de diseño de las grandes marcas en un 40% pero solo lideran equipos un 14%.

El drama, según apunta García en la introducción de Batallón de modisitillas, es que las mujeres estudian o fabrican, pero no dirigen. Es más: “Tampoco deciden qué se diseña en un sector, el de la moda, que vive gracias a ellas”.

Y es por eso por lo que, desde la Revolución Francesa y el auge del modelo burgués, los hombres comenzaron a trasladar ideales de rigor, esfuerzo y sobriedad en su aspecto, mientras que ellas, sometidas a incómodas piezas como el corsé o la crinolina, debían ser escaparates de la riqueza y poderío del esposo.

Por supuesto, las cosas han cambiado en el último siglo y precisamente esta obra se centra en algunas de esas mujeres que contribuyeron al cambio, aunque sus nombres hayan caído en el olvido, la mayoría de las veces por el mero hecho de ser mujeres.

COMPRAR ‘Batallón de modistillas’ de Leticia García en Amazon (16,00€)

Así lo deja ver el propio título el libro: los hombres que cogían la aguja eran maestros de la costura; ellas, en cambio, modistas. La figura popular de la modistilla en la cultura española de los siglos XIX y buena parte del XX no hace sino reafirmarlo.

Mujeres que la historia de la moda olvidó

Pero hubo muchas e importantísimas mujeres en la historia de la moda. Más allá de las pocas que han logrado rubricar sus nombres, como Gabrielle Chanel, Madeleine Vionnet, Elsa Schiaparelli, Vivienne Westwood o Diane von Furstenberg.

Así, entre las páginas del libro nos asomamos a la historia de la estadounidense Elizabeth Hawes, a quien la autora atribuye el nacimiento de la moda “feminista e inclusiva”. Diseñadora y columnista (se la apodó la ‘Dorothy Parker de la moda’), fue la primera creadora norteamericana en desfilar en París en 1931, pero buscó abrir su propio camino arremetiendo contra la mentalidad imperante y la propia industria de la moda (“La moda es ese hombre pequeño y horrible de mente sucia que te dice que tu abrigo del pasado invierno está nuevo, pero ya no lo puedes llevar”) diseñando prendas fáciles y prácticas, “tan sencillas como complejas de llevar en una época en la que el artificio y la profusión decorativa marcaban la pauta de la moda femenina”, describe García.

Otra estadounidense, Ann Lowe, fue la primera afroamericana en tener tienda y taller de costura propio, escogida como modista de la alta sociedad del país y arruinada varias veces porque sus propias clientas no querían pagar los elevados precios de sus diseños a una mujer de color (pero sí vestirlos, entre ellas mujeres de políticos y actrices de Hollywood, de Jackie Kennedy a Olivia de Havilland).

Vestido de Ann Lowe. Imagen: Smithsonian National Museum of African American History and Culture.

De hecho, la futura Primera dama pagó 500 dólares de su época por su vestido de novia, cuando a Lowe le costó confeccionarlo dos meses y 700 dólares que después se convirtieron en 2.000 cuando, semanas antes del enlace, su taller se inundó.

Revolucionarias de la moda

Thea Porter es otra de las desconocidas protagonistas de la industria de la moda; según García la mujer detrás de este estilo bohemio y un toque lujoso de cierta inspiración oriental que vemos en los escaparates temporada tras temporada: el boho chic.

Y es que esa mujer nacida en Damasco de padres ingleses y divorciada del diplomático Robert Porter con el que había vivido en Jerusalén, Líbano y Beirut, entre otras ciudades, introdujo los kaftanes en Londres y los convirtió en objeto de deseo. No solo eso, Porter diseñaba también dashikis africanos y pantalones bereberes y creaba sus propios tejidos con los que llegó a vestir a Elizabeth Taylor, Faye Dunaway, Thalita Getty y hasta a Farah Diba, la última emperatriz de Irán.

Leticia García nos lleva también a Italia, para descubrir la historia de Rosa Genoni y su importancia en el nacimiento de la hoy prestigiosa etiqueta Made in Italy mientras que en España pone el acento en Asunción Bastida y Carmen Mir, dos mujeres que lograron entrar en el selecto Círculo de la Cooperativa de la Alta Costura creado en 1940 para proteger y separar la alta costura de la mera confección y en el que también se incluía Pertegaz, entre otros.

Desfile de moda de la diseñadora Carmen Mir en 1968. Foto: EFE.

Bastida presentó sus diseños, que fusionaban el folclore español con las tendencias europeas, en Filadelfia, Buenos Aires o Miami; Mir desfiló en México, Bruselas y Houston (en la propia sede de la NASA) y vendió sus piezas en los almacenes neoyorkinos Bergdorf Goodman.

Dos mujeres, apunta la autora, que “convirtieron la moda española en un reclamo internacional en tiempos en que las mujeres tenían que pedir permiso a sus maridos para viajar” y que lograron gestionar empresas con cientos de trabajadores cuando ellas aún “debían pedir autorización a sus maridos para sacar dinero del banco”.

a.
Ahora en portada