¿Quién fue Robert Capa? Nueva York arroja nueva luz sobre sus fotografías de la Guerra Civil

Con el nombre de ‘Death in the making’, una exposición en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York revisa el trabajo de Robert Capa sobre la Guerra Civil española

Una exposición en Nueva York atribuye a sus autores las fotografias de Robert Capa. Foto: Sarah Yáñez-richards | EFE.

Lugares incorrectos, fechas equivocadas e, incluso, dudas en la atribución de la autoría de las imágenes. Si bien Robert Capa es uno de los fotógrafos más afamados de la historia, el indiscutible padre del fotoperiodismo de guerra, también es cierto que los errores en torno a su persona y su obra no han sido pocos.

Una exposición en Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York busca disipar estos malentendidos, concentrados especialmente en las fotografías de Capa del primer año de la Guerra Civil española.

‘Death in the making’

La exposición, disponible hasta el próximo 9 de enero de 2023 en la sede del ICP (Essex Street, 79), lleva por nombre Death in the making, precisamente el título de un libro publicado en 1938 con sus imágenes de la contienda, entre ellas la archifamosa Muerte de un miliciano tomada el 5 de septiembre de 1936 en el frente cordobés.

Muchas fotografías fueron erróneamente atribuidas a Robert Capa. Foto: Sarah Yáñez-richards | EFE.

Comisariada por Cyinthia Young, responsable también de una la más reciente edición de esa obra de Capa, publicada en 2020, la muestra comparte el mismo objetivo de subsanar los muchos errores del libro original, entre ellos en cuanto a identificación de lugares o la propia atribución de fotos.

Como una prolongación de ese libro, la exposición en el ICP, que cuenta con un total de 75 fotografías, se limita a ese trabajo concreto, sin caer en la tentación de incluir otras imágenes icónicas de la larga carrera de Capa que no correspondiesen con este periodo de la guerra española.

¿Quién fue realmente Robert Capa?

La confusión empieza, según desvela la muestra, por el propio nombre del artista. Porque Robert Capa no existió.

En realidad, se trata de un un seudónimo bajo el cual publicaron sus fotos (al menos) dos personas: el húngaro Endre Ernö Friedmann y la alemana y también fotógrafa Gerda Taro, pareja de Endre.

Precisamente ella fue la figura más ensombrecida por la fama de Capa.

Ambos eran judíos y juntos viajaron de París a Madrid en 1936 con el objetivo de retratar el frente, siempre del lado republicano. Para cruzar Europa y en un momento de antisemitismo flagrante, los dos decidieron cambiar sus nombres por otros que no denotasen sus orígenes.

La comisaria de la muestra, Cynthia Young. Foto: Sarah Yáñez-richards | EFE.

Dicen sus biógrafos, y Young lo confirma, que Taro, procedente de una familia acomodada y cuyo nombre real es Gerta Pohorylle, enseñó a Capa a moverse en sociedad -a vestirse y hablar con propiedad-, mientras que él le enseñó el arte de la fotografía, en el que ella pronto destacaría.

La muestra busca hacer justicia a todos los autores de las fotografías, especialmente a Gerda Taro

Junto a ellos se movía un tercer fotógrafo, también judío, David Seymour, también oculto para un seudónimo, en su caso Chim.

Quién hizo las fotografías de Robert Capa

Y aquí está la confusión. Remitidas por Capa, las fotografías de Taro y de Chim llegaron a los periódicos y las revistas europeas y americanas y la gran mayoría pasó a la historia como obras suyas.

Incluso hoy se mantienen controversias en torno a la autoría de algunas de las fotografías más reconocibles.

Sin embargo, y como trata de explicar la comisaria en el relato expositivo, nadie puede demostrar tampoco que Robert tratase de apropiarse de las imágenes de sus amigos.

Vista de la exposición ‘Robert Capa Death in the Making’. Foto: Sarah Yáñez-richards | EFE.

La prueba, según esta teoría, es que cuando el fotógrafo publicó aquel libro en 1938 lo dedicó “a Gerda Taro, que pasó un año en el frente de España, y allí se quedó”.

Una curiosa forma de contar que Gerda no sobrevivió a la guerra porque fue aplastada por un error fatal por un taque republicano en los alrededores de la localidad madrileña de Brunete donde, en julio de 1937, se desarrollaba una de las batallas más sangrientas de la guerra. Tenía 26 años.

La maleta mexicana

Young se moja en la atribución de casi todas las imágenes tomadas durante aquel primer año de guerra publicadas bajo el nombre de Robert Capa.

Para ello se valió, entre otras cosas, de una maleta repleta de negativos de Capa, de Taro y de Chim encontrada en México en 2007.

De hecho, en esta exposición (al igual que en el libro en el que se basa) se pueden ver las firmas de los tres fotógrafos en las atribuciones resultado de sus investigaciones. 111 son de Capa, 24 de Taro y 13 de Chim.

Una hermosa manera, según la comisaria, de hacer justicia, especialmente a Taro que “Ya no es simplemente la novia de Capa, aunque no haya entrado en la Historia”.

Un hombre mira la imagen ‘Muerte de un miliciano’. Foto: Sarah Yáñez-richards | EFE.

En este sentido, apunta que el machismo de la época, en la que encajaba más el relato de un héroe acompañado de su fiel amante, y la desidia o los errores de la agencia Magnum, están detrás de este ‘borrado’ de Taro y Chim respectivamente.

Milicianos, curas y cielos de Madrid

Entre las imágenes del trío de fotoperiodistas que se pueden ver en Nueva York se encuentran muchas escenas del ejército (o, más bien, de un ejército que el gobierno trataba de formar a marchas aceleradas) con imágenes de formación de reclutas en Valencia o la bendición de batallón vasco por parte de un cura).

Un miliciano con la imagen de un santo entre las ruinas de una iglesia bombardeada, otros que suben al tren, tocan música en acordeones o son retratados heridos en camilla son otras de las fotografías expuestas.

También se cuelan en la exposición los cielos de Madrid, con la estatua de la Cibeles rodeada de sacos terreros y mujeres y niños que miran angustiados el paso de los aviones.

“No es un bonito libro de fotografías a la usanza actual”, advierte Young. Para Capa, que ni siquiera sabía inglés cuando el libro se publicó, se trataba de “una herramienta de propaganda”, un útil educativo destinado a contar al público estadounidense “una causa pura”.

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