Munch más allá de ‘El grito’
El Museo de Orsay de París recupera el legado de Edvard Munch, uno de los artistas que marcaron el camino de la modernidad y que sigue siendo un desconocido más allá de su obra cumbre

‘Soirée sur l’avenue Karl Johan’, 1892, Edvard Munch. Dag Fosse / Dag Fosse / CODE.
Figura nacional en Noruega que, de hecho, inauguraba hace pocos meses en Oslo uno de los mayores y más modernos museos del mundo dedicado a un solo artista, Edvard Munch es, sin embargo, un artista al que la mayoría asocia a un solo cuadro, el icono expresionista El grito.
Pero Munch (1863-1944) desarrolló a lo largo de sus 60 años de carrera una obra mucho más amplia y compleja, a menudo desconocida pero con un peso determinante en el camino a la modernidad, con una fuerte carga simbolista y que, pese a tener sus raíces ancladas a finales del siglo XIX, supone un nexo elemental con las vanguardias, como ahora reivindica el Museo de Orsay de París en una nueva exposición.
‘Munch: poema de vida, amor y muerte’
Edvard Munch. Un poema de vida, amor y muerte es el nombre de esta muestra, realizada en colaboración con el Museo Munch de Oslo, que podrá verse en la capital francesa hasta el próximo 22 de enero de 2023 y que, a través de un centenar de obras entre pinturas, dibujos y grabados, abarca toda la carrera del artista.
Para el director del Museo Munch de Oslo, Stein Olav Henrichsen “La exhibición da una visión muy representativa del trabajo de Munch. Fue un artista muy productivo y aquí se puede ver que trabajó temáticas diversas así como su evolución”.
Entre los aciertos de la muestra está el hecho de que las obras no se presentan de forma cronológica sino temática, lo que permite comprobar cómo Munch volvía a retomar símbolos e imágenes a menudo veinte años después de la primera representación.
Munch en París
Munch regresa así a una ciudad importante en su recuerdo, ya que vivió allí en su juventud una estancia que marcaría su formación, pero también sus vínculos amistosos y su particular sentido de la perspectiva y de la estética.
Las obras no se presentan de forma cronológica sino temática, lo que permite comprobar cómo Munch retomaba símbolos e imágenes incluso años después de la primera representación
Respecto al título de la exposición, Un poema de vida, amor y muerte, refleja los intereses del artista que explora de forma obsesiva en su obra la melancolía, la angustia, los celos o el sufrimiento en las relaciones amorosas y la muerte.
A menudo encontraremos varias versiones de una misma obra, o una postura que se repite de forma incesante en grabados, dibujos y lienzos.
Y es que en su proceso creativo, Munch producía tanto variaciones del mismo motivo o versiones del mismo tema. Eminentemente simbolista, la noción de ciclo jugó así un papel clave en su pensamiento su creación artística, interviniendo a varios niveles en su obra hasta entrar en juego en la construcción misma de sus lienzos, donde ciertos motivos se repiten de forma regular.
Para Munch, la humanidad y la naturaleza están unidas en el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. En este contexto, desarrolló una iconografía original, en gran medida inspirada en las filosofías vitalistas de Friedrich Nietzsche y Henri Bergson.
Munch sin ‘El grito’
“En las composiciones de Munch vemos siempre estos planos largos, con un personaje en primer plano y una perspectiva de fuga que es muy sorprendente, muy vanguardista, y que firma una gran parte de sus cuadros” explica la comisaria de la exhibición, la directora del Museo de l’Orangerie Claire Bernardi.
Que nadie espere encontrar en esta muestra la obra más icónica de Munch, El grito, del que sin embargo sí pueden verse representaciones, como un grabado de la obra y una interesante precuela en la que se aprecia el mismo escenario, la composición y el cielo rojo que anuncia la agonía que se verá más tarde en el rostro descompuesto de una figura fantasmagórica.
“Sentí un grito que atravesaba la naturaleza”, escribió sobre esta representación en sus diarios, donde dejó reflexiones que ayudan a comprender una obra introspectiva, que explora los fantasmas propios, como muestran las sombras que a menudo persiguen a sus personajes: “No morimos, es el mundo quien nos abandona”, anotó.
“En sus obras a menudo tenemos un personaje que nos mira o nos da la espalda desde un primerísimo plano, y después un segundo plano con siluetas que se van hacia el fondo. Nos recuerda al cine, a una narración que va de una obra a otra”, explica Bernardi, que destaca la modernidad del noruego.
Autor de escenarios teatrales
La comisaria destaca también sus estrechos vínculos con dramaturgos de la época, para los que creó escenarios, y que recrea en algunos cuadros de interior con composiciones y encuadres muy potentes y vanguardistas.
“Estos personajes de primer plano son una forma de interactuar con el espectador, de llamarnos a sumergirnos en el lienzo. A veces podríamos pensar que es también un repelente, algo que nos impide entrar en su mundo, un tanto fantasmagórico, de traumas y angustia”, explica Bernardi.
La exposición, la gran apuesta del Orsay para esta temporada junto a la retrospectiva de la artista Rosa Bonheur por el bicentenario de su nacimiento, estará acompañada de un gran número de actividades paralelas, como la emisión de un documental sobre el artista en France Télévisions, así como conferencias, debates y lecturas en el propio museo y en centros asociados.