Picasso: cómo dominar el canon para revolucionar el arte

Una muestra en el Museo Picasso de Málaga enfrenta obras del artista malagueño con otras de grandes maestros como El Greco, Francisco Pacheco o Zurbarán

Picasso frente a los maestros antiguos. Foto: ©Museo Picasso Málaga.

Muchos dicen de él que rompió con todo el arte anterior y, sin embargo, lo que hizo Pablo Picasso fue tomar la tradición anterior y transformarla en arte revolucionario. Así, si hace unos meses el Centro Botín ahondaba en el peso del arte ibero en su trabajo -hasta el punto de desencadenar el salto al cubismo-, ahora es el Museo Picasso de Málaga el que pone en relación su obra con la de maestros antiguos de la talla de El Greco, Francisco Pacheco o Zurbarán.

Porque Picasso revolucionó el arte, es cierto, pero también lo es que lo hizo a partir de un profundo conocimiento de las obras y los artistas del pasado.

Así, Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos, que puede verse hasta el próximo 26 de junio en la pinacoteca malagueña, permite descubrir los vínculos de Picasso con destacados artistas, especialmente del barroco español, pero también comparar sus obras para comprender cómo estos maestros habrían inspirado su voluntad de revolucionar las tradiciones que tan bien conocía.

Foto: ©Museo Picasso Málaga.

Cara a cara

Comisariada por Michael FitzGerald y organizada en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Sevilla, la exposición confronta una decena de obras de Picasso, nueve de ellas de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA), con siete piezas del Museo de Bellas Artes de Sevilla firmadas por El Greco, Francisco Pacheco, Caracciolo, Zurbarán, Cornelius Norbertus Gijsbrechts, Bernardo Lorente Guzmán y Diego Bejarano.

Tras su paso por el Museo de Bellas Artes de Sevilla, la muestra recala en Málaga donde suma una nueva obra de Picasso

Tras su paso por el museo de Bellas Artes sevillano, la muestra suma en Málaga una obra adicional de Picasso procedente de la colección del Museo de Málaga.

A través de diferentes emparejamientos, el recorrido anima a establecer comparaciones entre la obra de Picasso y la de los maestros antiguos y así comprender no solo el profundo arraigo del arte del pintor malagueño en las tradiciones españolas, sino también descubrir cómo transformó estas tradiciones en innovación.

La obra ‘Olga Khokhlova con mantilla’ de Picasso, en la muestra. Foto: Álvaro Cabrera | EFE.

Un artista en rebeldía

Según el director artístico del Museo Picasso de Málaga, José Lebrero, a Picasso le une a los maestros antiguos representados un potente “deseo e innovación”.

En este sentido, apunta “El manierismo español fue rebelde frente a otros manierismos europeos, igual que Picasso participó de un grupo de artistas que en los inicios del siglo XX manifestó su rebeldía”.

Por otra parte, Picasso, igual que Stravinsky, Ezra Pound o James Joyce, “pertenece a lo que se han llamado hacedores de lo nuevo, que sin embargo son neoclásicos, porque son respetuosos con el canon del pasado”.

Entre los atractivos de esta muestra está el hecho de descubrir a los maestros españoles como revolucionarios en su propio tiempo

En este sentido, Picasso se acerca a la tradición “no para copiarla ni plegarse a ella, sino para aprender sus valores, su técnica y su sensibilidad con el fin de hacer su trabajo”.

Picasso y la tradición española

Nacido en Málaga en 1881 y formado por su padre, el también pintor José Ruiz Blasco, Picasso asimiló desde niño la tradición española. Incluso aunque viviera en Francia gran parte de su vida, se puede comprobar que su arte “viene de España”, explica el comisario de la muestra.

‘Domenico Theotocopuli’, El Greco. ©Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Para Fitzgerald, profesor de arte moderno y contemporáneo en el Trinity College de Hartford y director del programa de investigación sobre Picasso iniciado por FABA, el artista mostró “una profunda relación con los maestros antiguos” y se mantuvo “muy preocupado por la tradición”.

A su juicio, entre los grandes atractivos de esta muestra está, además, el hecho de descubrir a los maestros españoles también como “revolucionarios en su tiempo”.

Los logros de aquellos pintores españoles proporcionaron a Picasso modelos y técnicas que le impulsaron tanto a emular como a transformar la tradición, como habían hecho ellos mismos al responder a las tradiciones clásicas abrazando estilos que los puristas habían excluido del canon clásico, de forma muy diferente a la de sus contemporáneos de Italia o Francia.

Este eclecticismo fue fundamental para los maestros del barroco español e inspiró la voluntad del propio Picasso de trastocar las tradiciones artísticas.

La muestra ha escogido para comparar una amplia gama de estilos y épocas de Picasso; en todas ellas el pintor emula a sus predecesores, en algunas de ellas tirando de humor, y en temáticas que van del significado del retrato, al papel del realismo ilusionista en la pintura o la meditación sobre la mortalidad.

Picasso y El Greco

Entre los diálogos que se establecen entre las obras vemos, por ejemplo, el Retrato de Jorge Manuel Theotocópuli (ca. 1600-1605) de El Greco con el Busto de hombre (1970) y Cabeza de mosquetero (1968) de Picasso.

‘Busto de hombre’, Pablo Picasso. ©FABA Foto: Soko-studio ©Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2022.

Para el artista malagueño, El Greco representaba al mismo tiempo las más altas cimas alcanzadas por los maestros españoles y una libertad frente a la tradición que le sirvió de inspiración para crear el cubismo. Gracias a estas yuxtaposiciones vemos cómo Picasso exagera la técnica de El Greco de mostrar a su modelo tanto de frente como de perfil como inspiración para reconstruir de forma radical el rostro humano.

Una obra de Francisco Pacheco, Retrato de dama y caballero orantes (1623), se contrapone a Olga Khokhlova con mantilla (1917) y Cabeza de hombre (1971) de Picasso para poner de manifiesto el profundo arraigo del malagueño en la tradición realista de la retratística española.

Otras veces el objetivo pasa por interpretar libremente esa tradición. Así, Picasso se valió a menudo de temas violentos tomados del arte religioso para plasmar los acontecimientos trágicos de su tiempo y meditar sobre ellos con humor sombrío, como se aprecia en Naturaleza muerta con gallo y cuchillo (1947), que se expone junto al óleo Salomé con la cabeza del Bautista (ca. 1630) de Giovanni Battista Caricciolo.

‘Vanitas’, Cornelius Norbertus Gijsbrechts. ©Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Bodegones y retratos

En el binomio del Restaurante (1914) de Picasso con la Vanitas (1960) de Cornelius Norbertus Gijsbretchs, Picasso conquista la tradición solemne y moralizante de la pintura del bodegón y la convierte en una celebración de los placeres gustativos.

Otra pareja de cuadros, Hombre observando a una mujer dormida (1922) de Picasso y El niño de la espina (ca. 1645) de Francisco de Zurbarán, muestra a artistas haciendo gala de un notable dominio de la línea y el color. Sin embargo, Picasso se aleja de las raíces medievales del cuadro de Zurbarán y abraza más bien la tradición clásica del arte griego y romano.

Un nuevo Busto de hombre (1970) de Pablo Picasso, presentado en contraposición con el Retrato del Infante don Felipe (1729-1735) de Bernardo Lorente Germán, permite comprobar cómo Picasso desmonta las fórmulas del retrato de gran estilo y las reconstruye de una forma radicalmente nueva que destaca el uso de una pincelada libre por encima de una representación fiel del original.

‘Restaurante’, Pablo Picasso. ©FABA ©Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2022.

En otras ocasiones, Picasso explora la habilidad de los artistas españoles para engañar al espectador haciéndole creer en la realidad de la imagen pintada. De hecho, el recorrido de la exposición finaliza con una comparación del Pescado (1914) del malagueño con el Trampantajo (segunda mitad siglo XVIII) de Diego Bejarano.

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