Marina Abramovic: la creadora que hizo de la provocación un arte

Estas son las performances más importantes de Marina Abramovic, la flamante ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Artes

Marina Abramovic. Foto David Fernández | EFE

Marina Abramovic. Foto David Fernández | EFE

Marina Abramovic siempre ha huido de las vanidades y a sus 74 años se presenta como ‘la abuela de las performances’.

La artista serbia, flamante ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021, considera a este género como la vertiente artística más completa después de la música.

Provocación y arte

Desde los años ’70, en que inició su carrera, usó su cuerpo como un canal de expresión, donde la experimentación, el erotismo y el dolor físico se combinaban en puestas en escena donde el arte y la provocación iban de la mano. Y en que se invitaba a los espectadores a dejar de ser testigos para integrarse en la obra.

Abramovic en una presentación en Málaga. Foto Jorge Zapata | EFE

En las performances de Abramovic la experimentación, el erotismo y el dolor físico se combinaban en puestas en escena donde el arte y la provocación iban de la mano

Tras estudiar en Belgrado y Zagreb, cuando formaban parte de la desaparecida Yugoslavia, se instaló en 1976 en Ámsterdam, donde en su relación con artistas de vanguardia fue tejiendo una carrera que la llevó por los principales museos y ferias de arte del mundo, desde el MoMA a la Bienal de Venecia, y desde el Guggenheim a la Ópera de Flandes, donde debutó como directora de escena de la ópera Pelléas et Mélisande.

La creación del centro Marina Abramovic Institute, en Nueva York, fue la plataforma para explorar las variantes de la performance y abrir las puertas a artistas emergentes enrolados en esta corriente.

‘La artista está presente’, la performance más larga. Foto Wikipedia

Repasamos algunas obras emblemáticas de su carrera, donde la rebeldía artística y el desafío creativo le impulsaron a buscar nuevos rumbos.

La serie Ritmos

En los años ’70 presentó varias performances donde se deslizó peligrosamente entre el arte, la autoflagelación y el desafío al público.

La primera fue Rhythm 10 (Ritmo), de 1973, en que jugaba a clavar un cuchillo en una mesa entre sus dedos, y grabar sus gritos si se cortaba. Una y otra vez.

En Rhythm 5, al año siguiente, experimentó el dolor de su cuerpo con el fuego; y en Rhythm 2 , exploró los estados de la conciencia con la ingesta de una píldora contra enfermedades neuropsiquiátricas y luego otra contra la depresión, con lo que su cuerpo pasaba de los espasmos y las reacciones violentas a la inmovilidad.

Recreación de Ritmo 02 en 1992. Foto JC Cardenas EFE

En la serie Ritmos, de los años ’70, usó su cuerpo como laboratorio del dolor y las reacciones del público

El ciclo concluyó con Rhythm 0, en que colocaba frente al público 72 objetos, algunos placenteros y otros peligrosos. Durante seis horas se quedaba inmóvil mientras el público los usaba con su cuerpo.

“Me sentí realmente violada: me cortaron la ropa, me clavaron espinas de rosas en el estómago, una persona me apuntó con el arma en la cabeza y otra se la quitó. Se creó una atmósfera agresiva”, describió.

La relación con Uwe Laysiepen

Con el artista alemán Uwe Laysiepen, más conocido como Ulay, formó una pareja artística donde el arte era tan chocante como sus personalidades.

En Relation in Space (Relación en el espacio) giraban y giraban por una sala como dos astros enlazados. Más sofisticado, en 1976, fue Relation in Movement (Relación en movimiento) en que daban 365 vueltas en un coche dentro de un museo mientras vertían un líquido negro que representaba a una escultura.

La fascinación con la muerte les llevó a crear Death self (La muerte misma), en que se besaban e intercambiaban el aire sin apartar los labios. Como es lógico, pasados unos 17 minutos cayeron inconscientes por la absorción de dióxido de carbono.

Uwe Laysiepen y Marina Abramovic. Foto Museo Reina Sofia

La relación terminó en 1988, y para simbolizarlo por medio del arte, viajaron a la Gran Muralla China, donde cada uno fue al encuentro del otro desde un extremo de la construcción. Al encontrarse se fundieron en un abrazo y se dijeron adiós.

Cabezas de dragones

A principios de los ’90 experimentó el uso de los objetos pero fuera de su aplicación cotidiana, como piedras semipreciosas, huesos o imanes.

Preparando la performance de Dragon Head. Foto Mai.art

En esa época también caminó por la senda del peligro con Dragon Head (Cabeza de dragón), en que recubría su cuerpo con dos pitones que no había probado bocado en dos semanas.

El horror de la guerra

En 1995 la Bienal de Venecia le otorgó el León de Oro por su obra Cleaning the Mirror (Limpiando el vidrio).

La obra con que ganó la Bienal de Venecia era un inquietante reflejo de las masacres en la Guerra Civil de Yugoslavia

En ella Abramovic se sentaba sobre una pila de 1.500 huesos de ternera, los cuales lavaba mientras cantaba canciones de su infancia. De fondo se proyectaban imágenes de sus padres; una obra que impactó por los ecos de las atrocidades en la guerra civil de la antigua Yugoslavia.

Homenaje en siete piezas

En el 2005 presentó en el Guggenheim de Nueva York Seven Easy Pieces (Siete piezas fáciles) donde durante siete noches consecutivas homenajeó a artistas pioneros de la performance de los años ’70 y ’80.

Performance de Seven Simple Pieces. Foto Museo Guggehneim

Entre ellas estaba Body Pressure (Presión corporal) de Bruce Nauman, en que se invitaba al público a presionar partes del cuerpo del artista; o The Conditioning (El condicionamiento) de Gina Paine, en donde se acostaba en una cama de madera encima de una serie de velas.

La artista está presente

Con este nombre Abramovic presentó la performance más larga de su carrera. En una sala del MoMa en 2010 pasó 736 horas y media en una silla, inmóvil. E invitaba al público a que se siente frente a ella, a quien miraba fijamente.

Reencuentro con Ulay.

Entre las personas que participaron de esta puesta en escena estuvo su excompañero Ulay, quien se apareció por sorpresa tras 23 años de separación. La artista sonrió y entrelazó sus manos: fue la única persona con la que tuvo contacto físico mientras duró la performance.

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