Escultura y moda, acero y seda: Chillida y Balenciaga se encuentran en Getaria

‘Plegar la forma’ invita a encontrar los nexos comunes entre Eduardo Chillida y Cristóbal Balenciaga, cuyas obras dialogan en una nueva exposición

Chillida Balenciaga. Plegar la forma. Foto: Cristóbal Balenciaga Museoa.

Los homenajes fueron frecuentes en el trabajo de Eduardo Chillida. El artista realizó más de cien obras dedicadas a otras tantas personalidades, desde George Braque a Jorge Guillén pasando por Luca Pacioli y Alexander Fleming. También le dedicó una a su amigo Cristóbal Balenciaga, una escultura que puede verse en el museo del diseñador en Getaria como parte de una exposición que sirve de homenaje, ahora en sentido inverso, al escultor guipuzcoano en el año del centenario de su nacimiento.

Con el título Chillida/Balenciaga. Plegar la forma, esta muestra, que estará hasta el próximo mes de enero en el Museo Balenciaga de Getaria (Gipuzkoa), rastrea los nexos entre ambos creadores, que compartieron una aproximación filosófica al arte que se pone de manifiesto en el respeto al material o la eliminación de lo superfluo para llegar a la esencia.

Diálogos Chillida-Balenciaga

Más de cuarenta piezas de ambos creadores -27 de ellas de Chillida y 15 de Balenciaga- dialogan en esta exposición mientras invitan a desentrañar las conexiones entre los artistas.

Eduardo Chillida con ‘Homenaje a Balenciaga’ 1990. Foto: Galerie Lelong – Michel Nguyen.

Vínculos que no son solo conceptuales, sino también formales, geográficos y biográficos, a pesar de las tres décadas que distanciaron sus vidas y las diferentes disciplinas a las que se dedicaron.

Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895 –Valencia, 1972) y Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924 –San Sebastián, 2002) se movieron entre San Sebastián y París, se interesaron por el espacio, creando a partir del concepto lleno-vacío, se afanaron en la búsqueda de la belleza y de la armonía y trabajaron con materiales desde el respeto, escuchando su latir (ya fueran tela, hierro o papel).

Son solo algunos aspectos que los unen, como también círculos sociales y artísticos con personas que van desde Juana Eguren, abuela materna de Chillida y amiga y mecenas de Balenciaga, que la visitaba asiduamente en sus hoteles de San Sebastián, a Pilar Belzunce, esposa del escultor y clienta del couturier, y los Maeght, el matrimonio de galeristas parisinos con el que ambos se relacionaron.

La exposición se podrá ver hasta enero de 2025. Foto: Cristóbal Balenciaga Museoa.

Esculturas de acero y vestidos de cóctel

Comisariada por Igor Uria, la exposición parte de una idea inicial de Fernando Bernués y ha sido diseñada por la museógrafa Anna Alcubierre que la ha ideado como si de una constelación se tratase, de modo que todo se enlaza como parte de un mismo paisaje.

Así, explica, “De las coincidencias formales nacen diálogos y estos generan conjuntos, que a la vez se relacionan con otros parecidos o distintos y definen constelaciones. Nada es rígido, es dinámico: las obras tienen movimiento; no es ortogonal, es orgánico: las peanas, tarimas o vitrinas son circulares; no es pesado, levita: los muros están colgados; no es evidente, es misterioso: la luz determina la mirada; es silencioso, pero tiene sonido”.

Paseando entre obras, la idea es ‘envolverse’ de Chillida y Balenciaga, de ahí que las obras de ambos se presenten bajo miradas experimentales, de juego y de desafío en torno a la gravedad, la geometría y el color o la ausencia de él.

Las piezas se emparejan para resaltar sus nexos. Foto: Cristóbal Balenciaga Museoa.

Animando a la exploración libre, pasear entre las obras evidencia confluencias como los estudios sobre el espacio, las geometrías envolventes, las superposiciones, el pliegue de la materia supeditada a la forma, y una filosofía en común de rigor, armonía y proporción.

En el hall del museo espera la citada Homenaje a Balenciaga que Chillida esculpió en 1990. Habitualmente en Chillida Leku, esta escultura de Corten de dos metros y medio y cuatro toneladas de peso da la bienvenida y sirve de punto de partida para la exposición.

A continuación, en una sala oscura que emula la “luz oscura del Atlántico” que resalta el blanco y negro casi omnipresente de las obras, van desfilando otras piezas en diálogo.

Es el de las obras Gravitación de 1991 y un mármol con incrustación de plomo de 1965 de Chillida con un tocado en seda y marfil con cintas de organza negra de Balenciaga, un conjunto que evidencia coincidencias tanto conceptuales como formales entre las obras.

Vista de la exposición Plegar la forma. Foto: Cristóbal Balenciaga Museoa

Otros emparejamientos enfrentan un sobrero pillbox en crin negra cubierto con lazadas de cinta de nylon y un estudio para el Peine del Viento en plata y acero, o la obra Lo profundo es el aire de Chillida con una túnica de noche en crepe negro de Balenciaga.

Valores compartidos

En el recorrido, la exposición logra plasmar valores que compartieron ambos artistas como la materialización de sus orígenes vascos en sus obras. El empleo de colores negros, marrón oscuro y azul marino por Balenciaga, tan vanguardista en la época, era en realidad el recuerdo de los colores de su infancia: el del Cantábrico envalentonado, el de los trajes de las baserritarras o el de la tierra empapada por la lluvia.

También las obras de Chillida tienen un tinte particular: “una luz negra, que es la nuestra”, decía el artista.

‘Lo profundo es el aire’, Eduardo Chillida. © Zabalaga-Leku. Donostia /San Sebastián. VEGAP, 2024.

Los dos comparten también la necesidad -y también la audacia- de cuestionar y experimentar (“Hay que buscar caminos que no hayan sido transitados antes”, decía Chillida).

En su respectiva búsqueda, realizaron exhaustivos estudios de los materiales, buscando nuevas respuestas, ya fueran tejidos innovadores con los que poder crear las formas que quería, en el caso de Balenciaga, o indagando en el comportamiento del hierro y del hormigón junto a arquitectos y trabajadores de forjas y talleres, en el Chillida.

Además, ambos creadores necesitaban eliminar para concluir su obra. El ‘menos es más’ que Chanel había inaugurado a partir de 1910 fue también máxima de Balenciaga, mientras que Chillida se autodenominaba ‘arquitecto del vacío’.

Túnica de noche con escote en pico, en crepé negro, 1967. Foto: Cristóbal Balenciaga Museoa.

En su forma casi arquitectónica de construir volúmenes, los vestidos de Balenciaga ensalzan los cuerpos femeninos con pliegues desvinculados de las formas que los habitan, al igual que las gravitaciones de Chillida permiten que el aire circule a su alrededor dando lugar así a un espacio interior íntimo y un espacio exterior público, desde el que son observadas.

Actividades complementarias

En paralelo a la exposición, el Museo Cristóbal Balenciaga y Chillida Leku han organizado diferentes actividades que se desplegará a partir de primavera y se extenderá hasta el próximo año.

El 19 de octubre está prevista una jornada, también en el Museo Balenciaga, que invite a explorar los nexos comunes de ambos creadores en la que participarán la investigadora Carmiña Dovale e Igor Uria.

Antes, el 10 de agosto, tendrá lugar un espectáculo de danza de la mano de DAB Dantza Arte Bitartekaritza, y en colaboración con la Quincena Musical de San Sebastián y que llevará por nombre NOEUD -anudado en francés-.

Además, se programarán dos actividades orientadas al público familiar e infantil. La primera, en colaboración con el Orfeón Donostiarra, y en el marco del Día Europeo de la Música, aunará música y creatividad. Y, la segunda, en otoño, a cargo del colectivo Maushaus, profundizará en torno al contenido expositivo en diálogo.

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