Un búnker semienterrado esconde el mayor archivo audiovisual del mundo

En una pequeña localidad del estado de Virginia (EE UU), un búnker semioculto digitaliza y custodia millones películas, canciones o programas de radio en el mayor archivo audiovisual del mundo

El archivo audiovisual se oculta en un búnker semienterrado en Culpeper (Virginia). Foto: Patricia De Arce | EFE.

En 1969, en plena Guerra Fría, el gobierno de los EE UU con Richard Nixon como presidente decidió construir un búnker para alojar el mayor almacén de dinero del mundo, un lugar que permitiese, en caso de apocalipsis nuclear, salvar el sistema financiero (o lo que quedase de él). Para ello escogió una localidad del estado de Virginia, Culpeper, en la que se enterró un gigantesco complejo de hormigón dispuesto para guardar miles de millones de dólares y mantener las comunicaciones.

Algo más de medio siglo después, el búnker de Culpeper, a unos 114 km de Washington y rodeado de granjas y colinas, sigue siendo un refugio, pero ahora para millones de películas, canciones o programas de radio y televisión. Bienvenidos al Centro Nacional de Conservación Audiovisual, el mayor archivo audiovisual del mundo.

Un bunker semienterrado

Con 45.000 m2, su propia planta potabilizadora de agua, sistema de generación de electricidad y comida congelada o enlatada para que 400 personas pudiesen sobrevivir un mes, el búnker es hoy el lugar de trabajo de unos 100 empleados que trabajan para preservar y digitalizar millones de piezas sonoras y visuales.

Al este del río Misisipi, si durante la Guerra Fría llegó a guardar 6.000 millones de dólares en billetes para para poder reflotar la economía en caso de ataque nuclear, hoy custodia en cambio 3,6 millones de piezas sonoras y 1,6 millones de filmes.

Foto: Centro Nacional de Conservación Audiovisual.

Abandonado en los años 90, David W. Packard -hijo del fundador de Hewlett Packard-, se lo compró al Gobierno para restaurarlo, acondicionarlo y volverlo a donar, esta vez a la Biblioteca del Congreso, para crear este centro, conocido como Packard Campus por el nombre de su mecenas.

Packard Campus

En su nueva vida, un halo de misterio sigue rodeando el edificio original, que tiene forma de media luna y está semienterrado en una colina, pero también las ampliaciones realizadas posteriormente y que albergan kilómetros de estanterías para almacenar las películas y los archivos sonoros en todos los formatos conocidos.

Cada departamento está repleto de almacenes que contienen cámaras frigoríficas. La temperatura, de entre 2 y 3 grados, es crucial para asegurar la conservación de un material que, de otro modo, se deterioraría muy rápidamente, según sus responsables.

El primer estornudo grabado de la historia, el primer beso filmado o la primera grabación de Frank Sinatra son algunas de las joyas de este gigantesco archivo audiovisual

El cuidado es aún mayor en las cámaras que guardan las películas de nitrato, altamente inflamables e imposibles de apagar en caso de incendio.

En ellas el almacenaje se divide en pequeños estantes con dos películas cada uno, para que si hay un fuego no se extienda a las demás; aspersores en diagonal para apuntar solo al fuego y con un techo que se eleva a modo de chimenea para dejar subir las llamas y evitar explosiones horizontales que acabarían con buena parte del recinto.

El archivo recibe también el nombre de Packard Campus.

Joyas audiovisuales

Toda precaución es poca para guardar unos originales que, gracias a los avances tecnológicos, cada vez puede copiarse con mayor calidad.

Los originales nunca salen del edificio y cuando un investigador pide algo a la Biblioteca del Congreso se le manda una copia digitalizada.

¿Y qué es tan valioso como para tomarse tantos esfuerzos? El primer estornudo grabado de la historia, en 1894; el primer beso filmado (May Irwin Kiss, en 1896) o la primera grabación de Frank Sinatra en 1935 son algunas de las joyas de la corona de esta ingente colección.

También lo es la copia original de Great Train Robbery rodado en 1903 y considerado el primer western de la historia, o la película Pepe, uno de los éxitos del mexicano Mario Moreno ‘Cantinflas’, rodada en EE UU con estrellas como Shirley Jones, Jack Lemon o Judy Garland.

Una colección inabarcable

La calidad de su conservación es notable, como lo es la de un cartucho sonoro, un extracto de una pieza musical grabada en Ciudad de México en 1910 con un fonógrafo Edison. Para poder escucharlo hubo que atemperarlo durante días.

Conservación de las películas de nitrato Centro Nacional de Conservación Audiovisual.

También custodian un disco con la retransmisión informativa de la situación en Madrid en noviembre de 1936, a pocos meses de que estallara la guerra civil española.

Y efectos sonoros: hay discos con grabaciones del sonido de un tren de vapor, un tractor, un coche de caballos, un coyote e incluso de una vaca lechera.

Si hablamos de películas, se conservan originales como la del clásico Mr. Smith goes to Washington, dirigida por Frank Capra en 1939 y protagonizada por James Stewart en 1939.

También hay colecciones enteras, como las donadas por Bob Hope o por Jerry Lewis, quien puso como requisito conocer directamente a la gente que iba a cuidar su legado antes de cederlo.

Películas originales en el cine

Aunque el centro no está abierto al público, sí lo está su cine, que acaba de reabrirse tras dos años de pandemia.

Es una réplica del que Packard tenía en Palo Alto (California), con las mismas lámparas, la misma moqueta y el mismo escenario, debajo del cual hay un órgano para interpretar la música durante las películas mudas.

Este verano, el ciclo proyectará la película Ocho y medio (1963) de Federico Fellini, Viva las Vegas (1964) de George Sidney o Lawrence de Arabia (1962) de David Lean.

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