Périgord Negro: un destino que se viste de ámbar, sabe a foie y huele a trufa

Vino, cocina del terruño, castillos encantados y hasta restos prehistóricos son algunas de las sorpresas del viaje por el más añejo de los Périgords

La Roque Gageac en Perigord. Foto: Brochard | CRT de Nouvelle Aquitaine.

De los cuatro colores que manifiestan las características de la región aquitana del Périgord o Dordoña, el negro es el más antiguo. El Périgord Verde habla de sus árboles, como lo hace el blanco de su piedra caliza y el púrpura, tierra de Cyrano de Bergerac, se nombra en honor a sus vinos.

El negro, por su parte, alude a bosques de robles y castaños y a la joya terrestre que supone la trufa negra escondida en la maleza, como también guarda con celo alguno de los pueblos más bellos de Francia y la mayor representación de arte prehistórico en Europa junto con la cornisa cantábrica.

Gracias al perro Robot

Todo empezó aquella mañana en que Marcel Ravidat estaba paseando con su perro Robot como lo hacía todos los días por el Valle de la Vézère cuando le extraño ver como el animal escarbaba con afán un hoyo que parecía no tener fin.

Algo le dijo que esa excavación no era normal y llamando a sus amigos que vinieron herramientas en mano, el cuarteto se encontró en el otoño de 1940 con una de los mayores descubrimientos prehistóricos del mundo, las cuevas de Lascaux.

Réplica de las Cuevas de Lascaux. Foto: EFE.

Ciervos, rebecos, osos pardos, bisontes, caballos y toros aparecieron cuevas adentro para transmitir a sus descendientes cual era su forma de vida cromañón del Paleolítico.

El hallazgo se abrió al público en 1948 y se cerró en 1963 ya que debido a los microorganismos y la respiración humana aparecieron puntos de calcita. Poco después se tomó la iniciativa de crear Lascaux II, una detallada reproducción de las cuevas. Lo siguiente fue el proyecto de la exposición itinerante de Lascaux III .

Un Lascaux IV abrió sus puertas en 2016 para el disfrute de un testimonio prehistórico único

En el límite del estanque del Valle de la Vézèrev, considerado uno de los más bellos pueblos franceses, aparecieron en 1869 cinco esqueletos cromañones.

La Grotte de Rouffignac o Cueva de los Cien Mamuts, en Rouffignac-Saint Cernin-de Reilhac, es la más amplia del Perigord Negro con ocho kilómetros de pasillos llenos de representaciones de caballos, bisontes, mamuts y el rinoceronte lanoso. Espacio que se recorre cómodamente en un tren eléctrico.

La Roque-Gageac es una de las villas mas coquetas. Foto: Alban Gilbert | CRT de Nouvelle Aquitaine.

¿Qué pueblo elegir?

Si hay un pueblo que no tiene parangón, ese es el de La Roque-Gageac. Habitado desde la prehistoria y anidado entre el acantilado y el río Dordoña, se le considera uno de los más hermosos de Francia por las fachadas de piedra amarillenta y tejado de pizarra de sus casas que se escurren monte abajo hasta llegar a la orilla del río.

Una de ellos aloja La Belle Etoile, un hotel-restaurante con vistas al Dordoña donde probar los excelentes productos del terruño cocinados con gusto.

Una vez abajo se impone la navegación fluvial en los lanchones de la zona desde donde observar esas mismas casonas salpicadas por el monte, los postigos de sus ventanas, los jardines en los que lo mismo crecen naranjos que bambúes, dado el microclima que les acaricia.

Sobresale entre los tejadillos el Manoir de Tarde, hogar del célebre sociólogo y vicario de Sarlat, Jean Tarde, vecino de las ruinas de una fortaleza troglodita.

Una buena opción es navegar por el rio Dordona. Foto: Alban Gilbert | CRT de Nouvelle Aquitaine.

Para castillos, el de Beynac, un lugar excelente desde donde contemplar las torres de sus castillos vecinos a orillas del río como el de Fayrac, el visitable del s. XII con museo de guerra medieval en Castelnaud-La Chapelle, Malatrie, o Marqueyssac adornado por 150.00 bojes centenarios que se sortean entre miradores, cascadas, y jardines rocosos.

Las empinadas callejuelas de Bynac-et-Cazenac están salpicadas de casas que parecen competir en el cuidado de sus jardines y en todo tipo de detalles que las hacen exquisitas a la vista

Y hablando del Castillo de Beynac, su pueblo Bynac-et-Cazenac es bello donde los haya y de orígenes que se remontan a la edad de bronce.

Le vigilan las torres del castillo al que se llega tras un delicioso paseo por sus empinadas callejuelas salpicadas con casas que parecen competir en el cuidado de sus jardines y en esos pequeños y grandes detalles que les hacen exquisitas a la vista.

Château de Beynac. Foto: Alban Gilbert | CRT de Nouvelle Aquitaine.

Una vez en el castillo hay que escuchar a sus muros contar historias y anécdotas de Simon de Monfort, acérrimo enemigo de los cátaros, de Leonor de Aquitania y Ricardo Corazón de León y también de Juan sin Tierra. De una guerra que duró cien años y de las escenas de muchas películas para las que el magno escenario fue elegido como plató, Juana de Arco o la Hija de D `Artagnan, por ejemplo.

En Saint Léon sur Vézère hay que dar una vuelta por el pueblecito de arquitectura medieval para luego continuar ruta hacia Rocamadour, prácticamente colgado de un acantilado, con castillo incluido en lo más alto de la colina, ermitas y santuarios que le ha merecido ser lugar de peregrinación por el que han pasado millones de peregrinos en su camino hacia Santiago de Compostela.

La Vézère. Foto: JL Kokel | CRT de Nouvelle Aquitaine.

Sarlat-la-Canéda, uno de los enclaves medievales más atractivos de Europa

La capital del Périgord Negro no desmerece el esplendor de la región sino todo lo contrario. Es una ciudad elegante y divertida que sabe a foie y huele a trufa . Dos de sus más cotizados productos, a los que hay añadir las fresas, setas, castañas o nueces estacionales.

A Sarlat-la-Caneda se le considera la ciudad de Europa con más edificios protegidos por metro cuadrado

Cada esquina tiene un encanto especial y más al anochecer cuando bajo la luz ámbar que le ilumina parece volver ver al pasado y no sería extraño ver aparecer a Etienne de la Boetie uno de sus más controvertidos hijos, el gran estadista y escritor del S. XVI, quizás preparando su inquietante Discurso de la servidumbre voluntaria.

Sarlat-la-Canéda. Foto: Hans Maeckelberghe | Unsplash.

Sarlat-la-Caneda está considerada como la primera ciudad de Europa por el número de edificios protegidos por metro cuadrado como bien se puede observar en el paseo callejero por donde antaño deambularon vikingos e ingleses, entre otros, dejando su impronta en la ilustre urbe.

La diócesis desapareció unas cuantas décadas en tiempos de La Revolución, hasta que la llamada Ley Malraux de 1962, homónima del Ministro de Cultura, André Malraux, le devolvió su prestancia de antaño protegiendo y restaurando sus regios edificios.

Hoy es una de las villas más visitadas por la belleza de los palacetes con tejados de lauze, la Iglesia de Los Recoletos y la espectacular metamorfosis de la Iglesia de Santa María en un mercado cubierto, gracias al arquitecto Jean Nouvel, Pritzker de arquitectura 2008.

Trufas en el mercado de Brive. Foto: Laetis | CRT de Nouvelle Aquitaine.

A todo esto hay que añadir una gastronomía de primera con productos de la tierra, vinos y confits que se colocan seductoramente en el mercado ambulante y callejero de miércoles y sábados. Un lugar ideal para dormir, probar la exquisitez de la cocina dordoñesa y catar los vinos de la región es el Hotel Restaurante La Couleuvrine en Sarlat.

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