L’Isle-sur-la-Sorgue: el pueblo francés con más anticuarios y restaurantes de Europa

¿Cómo es posible que un pueblo de 20.000 habitantes tenga más de 60 restaurantes y unas 300 tiendas de antigüedades y decoración? Visitamos una de las sorpresas más agradables de Provenza

El encantador pueblo de L’Isle-sur-la-Sorgue. Foto A.Hocquel-Turismo de Provenza

A media hora de Avignon, en el corazón de la región provenzal de Vaucluse, hay un pueblo rodeado de canales que tiene el curioso récord de contar con nada menos que 300 tiendas de antigüedades y unos 60 restaurantes. Y eso en una comuna que tiene unos 20.000 habitantes.

Este pueblo es L’Isle-sur-la-Sorgue, un encantador rincón del sur de Francia que uno no se cansa de fotografiar. Yo lo pude conocer en diciembre, donde a pesar de la neblina matinal y del frío la villa estaba espléndida con sus cursos de agua recubiertos de luces y con un gigantesco reno iluminado que presidía un estanque que prologaba la isla donde nació el pueblo.

Pero si se concurre en pocos meses descubrirá un entorno lleno de flores en canales y puentes del río Sorgue, con las sombrillas abiertas de las terrazas que le dan un interesante toque cromático, y con los anticuarios decorando la vía pública con cuadros, caballitos de carrusel, muebles o fonolas con un siglo de historia.

Los anticuarios decoran la vía pública con cuadros, caballitos de carrusel, muebles o fonolas

Venta de antigüedades en la vía pública. Foto Turismo de Provenza

El pasado textil

En la Edad Media L’Isle-sur-la-Sorgue vivió una época de esplendor gracias a la industria textil. Este río de aguas verdes impulsaba los molinos que permitían elaborar finos tejidos de lana que gozaron de gran fama.

Aquellos 62 molinos, desplazados por los avances tecnológicos, han dejado de testigo sus estructuras que ahora alojan las tiendas de anticuarios y exclusivos restaurantes. Y quedan, como recuerdo de aquellos años, una quincena de ruedas hidráulicas que se pueden conocer en una ruta.

Museo textil de la Maison Brun de Vian-Tiran. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Tienda y museo interactivo

Heredero de aquella tradición es la tienda Maison Brun de Vian-Tiran, donde Jean-Louis Brun representa a la octava generación familiar que fabrica tejidos de gran calidad, donde se pueden ver mantas, ponchos, bufandas y sacos elaborados con lana de oveja, llama, yak o alpaca, entre muchas variedades.

En su planta superior han montado Fileaventure, un interesante museo interactivo para conocer la historia textil de L’Isle-sur-la-Sorgue y descubrir las diferencias al tacto y la vista de diferentes tipos de lana.

Una de las ruedas de los antiguos molinos. Foto A.Hocquel-Turismo de Provenza

El pueblo también tuvo una importancia en la economía regional con la industria de la pesca, como dan fe algunas barcazas de fondo plano, las nègo chin, usadas para capturar las presas en los ríos cercanos.

La meca de los anticuarios

En la visita el personal de Turismo de Provenza apuntó que L’Isle-sur-la-Sorgue tiene uno de los mercados de antigüedades más importantes de Europa.

Y sobre todo en Semana Santa y hacia el 15 de agosto, cuando se realizan dos ferias que presentan a 500 expositores y atraen a miles de coleccionistas, decoradores, cazadores de gangas y turistas de Francia y otros países.

Mercadillos de anticuarios. Foto M.Ripert – Turismo de Provenza

El resto del año los 300 locales están abiertos todo el año, aunque hay más actividad los fines de semana.

Cada uno de ellos es como entrar en un túnel del tiempo, donde en ocasiones pareciera estar en la síntesis decorativa de un palacio, en la sala de una casa rústica o en el depósito de un circo.

Las tiendas de antigüedades se concentran en varias zonas, como Ile aux Brocants o el Village des Antiquaires de la Gare (en la antigua estación de trenes), donde se puede entrar y salir de los locales como quien visita un museo.

Diseñadores y artesanos

Su magnetismo también ha atraído a numerosos diseñadores y artesanos, que tienen sus talleres a la vista, y en donde también enseñan sus habilidades, como Guillaume Roux.

Este artesano del vidrio elabora vasos, frascos, lámparas y todo aquello que se pueda hacer con vidrio soplado, y en un par de lecciones uno ya puede llevarse un recuerdo fabricado con sus propias manos.

Guillaume Roux enseñando a crear figuras de vidrio. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

También se concentran varias galerías de arte y artistas que crean con sus ateliers a la vista, en un legado cultural que se expande a la Fundación Villa Datris -dedicada a la escultura contemporánea- y en el Centro de Arte Campedron.

Mercados fijos y flotantes

Los jueves y los domingos por la mañana L’Isle-sur-la-Sorgue vive una llamativa efervescencia con su mercado, donde se pueden encontrar los exquisitos vinos provenzales, los quesos y embutidos de la región y según la época, las trufas del cercano pueblo de Richerenches, los higos negros de Caromb, las fresas de Carpentras, las cerezas de Ventoux; todo impregnado por el aroma de la lavanda y otras hierbas aromáticas crecen en las comarcas.

En agosto las barcas de fondo plano del río Sorgue venden los productos del mercado y los comerciantes se disfrazan con trajes típicos

Venta de jabones en el mercadillo. Foto Colombe Prod – Turismo de Provenza

Cada primer domingo de agosto parte del mercado se convierte en flotante, porque los productos recorren los brazos del Sorgue en los barcos nègo chin y los vendedores se disfrazan con trajes típicos, recordando cómo era la vida comercial siglos atrás.

La gastronomía

En L’Isle-sur-la-Sorgue, así como en los cercanos pueblos de Châteauneuf-de-Gadagne, Saumane-de-Vaucluse y Le Thor la oferta gastronómica es casi inabarcable.

Plato del Grand Hotel Henri. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Los locales van desde sencillos bistrós a sofisticados restaurantes recomendados por la guía Michelin.

Tuvimos la oportunidad de probar uno de estos últimos, el elegante restaurante del Grand Hotel Henri, abierto desde 1785.

Allí se pueden probar platos como la pechuga de faisán vienés con repollo rojo picante, ramo de maché, apio cremoso y rábano picante; o el medallón de rape con miso, pulpa de calabaza con chips de castaña y mantequilla blanca de mandarina, rematado con un baba rum de postre.

Más sencilla, pero no menos encantadora, ha sido la comida en L’Atelier du Jardin, la versión más accesible que su hermana Le Jardin du Quai, creada por el chef Daniel Hébet.

Sala de L’Atelier du Jardin. Foto Juan Pedro Chuet-Missé jpg

El restaurante se encuentra en una antigua casa a pasos del río Sorgue, donde los platos como el pescado del día con patatas, setas y verduras, más una panacota con frutos rojos de postre, se puede disfrutar desde 19 euros.

La sala así como el jardín está decorado con piezas de mobiliario con un pasado de décadas, fiel a la tradición de un pueblo que se ha convertido en una de las mecas de las antigüedades de Europa.

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