Los baños de ola o cómo Santander se convirtió en el perfecto destino de vacaciones

La tradición de los ‘baños de ola’ que hace casi dos siglos impulsó a Santander como destino de veraneo entre la aristocracia se rememora cada año con un divertido viaje en el tiempo

Santander desde el agua. Foto: Willian Justen | Unsplash.

Mucho antes de que asociásemos la playa al relax y el moreno en la piel a la belleza, los baños en el mar eran prescritos por los doctores como remedios a diferentes dolencias y enfermedades. Los ‘baños de ola’ que comenzaron a recetarse a la aristocracia y la alta burguesía desde mediados del siglo XIX colocaron a Santander en el mapa, sembrando la semilla de lo que hoy conocemos como veraneo.

Se estimaba que el agua de mar servía para combatir el asma, la depresión y los problemas circulatorios, para revitalizar los huesos y para bajar la fiebre que producían enfermedades como la tifus o la pulmonía, casi mortales en la época.

Por su ubicación frente a las aguas del Cantábrico, Santander pronto atrajo las miradas de aristócratas y burgueses, que comenzaron a trasladarse a la ciudad en época estival para recibir estos ‘baños de ola’ que recomendaban los médicos.

Los baños de ola llegan a Santander

Este momento en la ciudad, que se recuerda anualmente con una fiesta de época que tiene lugar a mediados de julio como antesala de la Semana Grande santanderina, devuelve a Santander al siglo XIX, con desfiles y trajes de época, incluidos los bañadores largos de rayas y las casetas de baño, y todo tipo de actividades y propuestas en los Jardines de Piquío y la playa del Sardinero.

Los médicos del siglo XIX prescribían baños de ola en Santander. Foto: EFE.

Este año, y tras trasladarse el año pasado al parque de las Llamas con motivo de la pandemia, la cita con los Baños de Ola regresa, del 14 al 27 de julio, a Piquío, donde tendrá lugar el tradicional desfile y los fuegos artificiales y donde se habilitará una gran terraza para disfrutar de la gastronomía. Además, actuaciones musicales, mercadillos de artesanías, tertulias relacionadas con el origen e historia de los Baños de Ola, actividades para niños y una gran ‘sardinada’ completarán las propuestas.

Durante dos semanas, la ciudad recuperará el aire aristocrático del siglo XIX, cuando era el destino elegido por la alta sociedad español (la ciudad comenzó ya en 1847 a publicitar en los periódicos de Madrid su playa del Sardinero como zona apropiada para darse los baños de ola), incluida la familia real.

Ya en el siglo XX, la llegada de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII y bisabuela del actual monarca, supuso un revulsivo para la ciudad, popularizando las inmersiones y convirtiéndolas en práctica habitual de la alta burguesía, lo que motivó el regalo por parte de Santander del Palacio de la Magdalena, construido expresamente entre 1909 y 1911 con el fin de albergar a los reyes.

Escenificación del desembarco de Alfonso XIII en el embarcadero real de la Península de La Magdalena. Foto: EFE.

Allí se desplazaron los reyes todos los veranos entre 1913 y 1930, rodeados de nobles y burgueses para los que hubo que construir todo tipo de infraestructuras, desde ferrocarriles a alojamientos como el Hotel Real y el en Gran Hotel del Sardinero y lugares de ocio como el Casino de Santander, el hipódromo o el club de tenis.

Baños, pero no para nadar

Como se recrea en la fiesta, que este año celebra su 27 edición, los baños en la época eran muy diferentes a los actuales. En primer lugar, porque estaban completamente pautados, con normas muy estrictas que marcaban desde lo espaciados en el tiempo que tenían que estar los baños a cuántas olas recibir o cómo encararlas en función de la dolencia.

Pero también recomendaciones sobre cómo debían ser los trajes del baño, esas piezas clásicas de dos piezas (pantalón largo y blusa), de lana que no se pegase a la piel y en colores oscuros como azules, negros y marrones (solo más tarde aparecerían las rayas y los colores más claros).

Para poder cumplir con todas estas normas, a lo largo de la playa se instalaron pequeñas carpas que la alta burguesía usaba para cambiarse y acceder a la playa. Tenían incluso ruedas para llegar a la orilla sin mancharse de arena y sillones de mimbre bajo la sombra para descansar evitando en cualquier caso el sol.

Playa del Sardinero. Foto: EFE.

Dado que eran pocos lo que sabían nadar, se echaba al agua un ancla atado a una maroma y los bañistas, agarrados a ella, se introducían en el mar para recibir los beneficios de las aguas cantábricas con seguridad.

En los 18 años de veraneos regios la ciudad creció exponencialmente y, más tarde, la alta burguesía se abrió paso en el camino abierto por la realeza, consolidando el germen del actual turismo de sol y playa o, al menos, del concepto.

Justamente ese espíritu es el que se recrea con la actual fiesta Baños de Ola, declarada de interés turístico regional, y que ofrece un curioso viaje a una parte de la historia santanderina en la que se sentaron las bases del actual veraneo.

a.
Ahora en portada