Triball, el barrio de Madrid que no existe pero que hay que visitar sí o sí

Salchichas alemanas, teatro en miniatura, cócteles y compras en el barrio inventado de Madrid que nunca existió

Triball o el proyecto de barrio que nunca fue. Foto: Agustín Martínez | Madrid Destino.

A espaldas del tramo de la madrileña Gran Vía que hay entre la Red de San Luis y la Plaza del Callao hay un barrio al que muchos aún se empeñan en llamar Triball. Esta parte del barrio de Malasaña intentó adquirir durante años una identidad propia a base promover negocios alternativos, una gran oferta cultural y, sobre todo, mucho ocio.

La realidad es que el invento de Triball nunca llegó a cuajar. Ni como reclamo turístico ni como seña identitaria para los vecinos que habitan las cuatro calles principales que conforman esta zona del barrio de Malasaña: Ballesta, Desengaño, Corredera Baja de San Pablo y Puebla, cuadrado ampliable a los límites de la Gran Vía y la calle de Fuencarral. Y eso que la idea no solo era buena sino realmente original y necesaria para una ciudad como Madrid

Detrás del concepto Triball estuvo un grupo de empresarios, que pretendió emular lo que estaba ocurriendo en Nueva York con las zonas de Meatpacking District, Dumbo y Williamsburg. Barrios postindustriales que, gracias a la iniciativa ciudadana y empresarial, se han convertido en ejemplo de creatividad y renovación.

Encuentra tu hotel al mejor precio en la Gran Vía pinchando aquí

Triball, el barrio inventado

Lo cierto es que apagados los ecos de la Movida, a principios de este siglo el barrio de Malasaña y, en concreto, la zona que hoy se conoce como Triball (de la contracción entre Tribunal y Ballesta) languidecía por culpa de droga, prostitución, delincuencia, vandalismo y botellones.

La zona reúne direcciones interesantes para las compras. Foto: César Lucas Abreu | Maadrid Destino.

Los locales míticos en los que se cuajó la llamada Edad de Oro del Pop Español iban cerrando (aunque aún sobreviven El Pentagrama y La Vía Láctea) y el público que los frecuentaba o se había acomodado en el sofá de casa o había emigrado a otros barrios en busca de diversión.

Tocaba hacer un lavado de cara y echarle imaginación al asunto para renovar el barrio. Así, aunando los intereses de varios empresarios del barrio, nació la asociación Triball a finales de 2007.

De aquella asociación poco se sabe ya (¿culpa de la pandemia?), pero el espíritu de renovación y la creatividad siguen siendo más que palpables en la zona.

Buen ejemplo es la tienda Teloputodije (Ballesta, 3). Enfocada a un público millennial y zeta, vende camisetas, complementos y objetos de uso cotidiano serigrafiados con sentencias tan desprejuiciadas como “Bailo de pena pero follo de 10”, “Hetero pero no mucho”, “Zorrón y cuenta nueva”, “No voy a beber más pero tampoco menos” o “Te quiero, luego te digo en qué posición”.

Creatividad y teatro en formato micro

Aunque en esto de la creatividad y la vanguardia, el local que se lleva la palma es Microteatro Madrid. Varias salas en las que se representan pequeñas obras de teatro tanto en tiempo como en número de personajes y con una escenografía tan reducida como íntima: no más de 15 minutos, no más de 15 espectadores y no más de 15 metros cuadrados.

Con esta fórmula Microteatro se ha convertido en un criadero de interpretación, un lugar donde comienzan a ser visibles actrices y actores que luego pasan a los grandes teatros, al cine, a la televisión y las diferentes plataformas audiovisuales.

El proyecto de creación, promovido fundamentalmente por el escritor y director Miguel Alcantud, tiene detrás una interesante historia. En su génesis intervinieron 50 artistas que decidieron representar 13 obras simultáneas en las habitaciones, la cocina y el salón de un antiguo prostíbulo de la calle Ballesta.

En Microteatro Madrid se representan obras no más de 15 minutos, con no más de 15 espectadores y en no más de 15 metros cuadrados.

Alfredo García Reyes

Desde allí Microteatro se trasladó a la actual sede, en la calle Loreto y Chicote, 9. Y también desde allí, este innovador formato ha cruzado el Atlántico para establecerse en países como Estados Unidos, México, Perú y Argentina.

Qué hacer en Triball

El viejo Triball presume también de dos teatros convencionales (es un decir) y de mayor tamaño. Por un lado, el Teatro Lara (Corredera Baja de San Pablo, 15). Construido a la italiana en 1879 e inaugurado en 1880, entre los estrenos más importantes de su historia destacan Los intereses creados, de Jacinto Benavente (1907), y el ballet de Falla El amor brujo (1915).

Teatro Lara. Foto: Paloma Puente | EFE.

Hoy, entre otras representaciones, triunfa desde hace años el musical La Llamada, que supuso el lanzamiento a nivel nacional de sus creadores: Javier Calvo y Javier Ambrossi, “los Javis”.

Por otro lado y muy próximo, está el Teatro Alfil, en la calle del Pez, 10. Esta es la sede del que está considerado como el primer Teatro Flamenco estable de Madrid (y el resto del país). Un lugar que, en muy pocos años, se ha convertido en una referencia para el género, más allá de los tablaos y los restaurantes con espectáculo.

Desde luego, quien viene aquí lo hace para disfrutar de este arte en su estado más puro, desnudo e íntimo, sin necesidad de aditamentos. Aunque ciertos aderezos más allá del cante y el baile llegan al escenario del teatro para completar la propuesta de la divertidísima Maüi y sus “Domingos de Vermut y Potaje”.

Domingos de vermut y potaje en el Teatro Flamenco. Foto: Paco Manzano.

Salchichas alemanas a espaldas de la Gran Vía

Ya que estamos con el vermut, uno de los lugares más recomendables para disfrutar de esta bebida es Leinerhaus, que elabora su propia versión. Esta taberna alemana ocupa lo que fue Casa Perico, local de mítico recuerdo para buena parte de la intelectualidad y el periodismo del país durante la última parte del siglo XX y principios del XXI.

La familia de Mario Lasheras, propietario de Leinerhaus, ya tenía un pequeño restaurante en la zona de Conde Duque donde ofrecían algunos de los platos más conocidos de la gastronomía germana. Ahora, en Ballesta, 18, el negocio ha crecido y la cabeza de este hispano-alemán bulle de ideas para convertirlo en uno de los principales referentes de la zona.

Foto: Leinerhaus.

De momento, ya tiene una carta de cervezas de origen alemán que supera, con mucho, a la de cualquier otro local especializado en Madrid. Y también una agradable rareza: una salchicha tipo bratwurst elaborada a partir de una mousse de carne según receta de su familia, para la que se necesita una máquina cortadora especial (cutter) que en España solo tiene una empresa de Vizcaya.

Desde luego, al probar esta salchicha, aderezada con un toque de curry picante y una especiada salsa de tomate, uno se da cuenta de la singularidad de tal preparación.

Por supuesto y ya puestos en faena merece degustar otros platos de la carta, como el codillo y el chucrut. Y algunos no tan conocidos como los rollos de ternera en salsa con pasta casera y lombarda (rouladen mit spätzle und blaukraut). Para finalizar, sí o sí, hay que probar el apfelstrudel (pastel del manzana), elaborado a partir de manzanas reinetas y con un apetitoso equilibrio entre lo dulce, lo ácido, lo tierno y lo crujiente.

Una de salchichas auténticamente alemanas. Foto: Leinerhaus.

Tapas, cafés y cócteles

En cuanto a bares, cafés y restaurantes, la calle del barrio que mayor número concentra es la Corredera Baja de San Pablo. Entre los locales más populares está El Circo de las Tapas, o simplemente Circo, como reza el rótulo de la entrada.

A este local se viene a tomar el aperitivo de fin de semana. Después es fácil quedarse a almorzar con su propuesta mediterránea e internacional, pasar al cóctel de media tarde y, al final, acabar prolongando la jornada con copas hasta más allá de medianoche.

Muy próximo está Maricastaña, local con una agradable decoración clásica, ideal para un café de media tarde o una merienda, pero que también regala largas veladas nocturnas de charla con amigos.

Foto: Circo de las Tapas.

Y, sin alejarse demasiado, más “canalla” es el concepto de Clavel, bar de copas y cervezas en barra y de pie, o en pequeñas mesas retro. También con originales cócteles amenizados por una buena selección musical de los 80 y 90 y 2000 y las conversaciones cruzadas de una clientela bulliciosa y alegre.

Capricho gourmet

En esa misma calle y capítulo aparte está Casa Luna (Corredera Baja de San Pablo, 4). Sus propietarios la denominan como tienda gastronómica. Y realmente en ella se pueden comprar todo tipo de productos gourmet: quesos, patés, chacinas, conservas, dulces y vino, entre otros.

Pero la realidad es que este negocio es más un punto de degustación con vocación de bar gracias a sus tapas, tablas y raciones para compartir, servidas en mesas altas con taburete y con una variada selección de vinos por copa o en botella, que se pide directamente en la barra.

Por último, y siempre que se visite la zona en horario comercial, no está de más echar un vistazo a El Moderno (Corredera Baja de San Pablo, 19). Se autodefine como concept store y aquí se venden los artículos más diversos: desde grabados, serigrafías y reproducciones en forma de láminas a objetos de uso cotidiano, moda original y exclusiva, complementos, papelería, menaje, plantas o accesorios para animales de compañía.

Todo en un enorme local que parece no tener fin y en el que se ha preservado la estética del antiguo almacén que había anteriormente con sus paredes de ladrillo visto toscamente pintados en blanco, las columnas metálicas y los suelos de cemento.

Foto: El Moderno.

Esta gran tienda resume en sus estanterías, mesas y paredes buena parte de las esencias de un barrio (Triball) que, pese a no existir ya con ese nombre, la realidad es que está muy vivo.

a.
Ahora en portada