Cardona: historias de fortalezas inexpugnables y caminos de la sal
La villa medieval de Cardona y su imponente castillo abren sus puertas a los visitantes, mientras que una gigantesca montaña de sal recuerda su milenaria explotación

El castillo de Cardona era la residencia de los ‘reyes sin corona’. Foto Turismo de Cardona
Traspasar las murallas de Cardona, en la comarca catalana del Bages, es como entrar en un túnel del tiempo, con sus casas de piedra, sus torres medievales y un castillo con fama de inexpugnable.
Por suerte no hay que emprender ningún asedio para llegar a sus calles laberínticas, basta arrancar el coche desde Barcelona y poner rumbo norte una hora y media en dirección a Manresa.
El centro medieval de Cardona
Su centro histórico hunde sus raíces en la primera mitad del siglo XI, que creció junto a la fortaleza levantada en la cima de un monte como enclave de defensa contra los reinos musulmanes y para proteger los caminos que atravesaban la Cataluña vieja.
A los condes-duque de la casa de Cardona, una de las más poderosas de la historia medieval catalana, se los conocía como ‘los reyes sin corona’
Desde la Plaza de la Fira se pueden comenzar las visitas que permiten descubrir joyas con siglos de historia como el portal mayor de Graells, la plaza del mercado o la iglesia parroquial de San Miguel.
El castillo de Cardona
Pero la joya del lugar es el poderoso castillo que se divisa desde todos los ángulos. Esta fue la sede de los condes-duque de Cardona, la más poderosa tras los reyes de Aragón, que tejieron su poder político y económico con la explotación de las minas de sal.
La fortaleza fue uno de los últimos puntos que se rindieron en la Guerra de Secesión de 1714, una semana después de la caída de Barcelona.
En la visita se pueden conocer la Colegiata de San Vicente, una obra maestra del románico lombardo catalán, el patio ducal y la torre de la Minyona, que despliega hermosas vistas de la región que atraviesa el río Cardener y el Valle Salino.
Y dado que allí hay un Parador, también se puede dormir como si uno fuera miembro de una antigua casa real.
El reino de la sal
¿Pero por qué es tan importante la sal? En estas tierras hace milenios afloró un manto salino tras la desecación de un mar interior, y este mineral comestible se explotó desde tiempos neolíticos hasta los años ’90.
La montaña de sal, de 120 metros, es la única parte visible de un domo salino que llega a los dos kilómetros de profundidad
Ahora las minas siguen vivas pero desde la explotación turística. Allí se encuentra una impactante montaña de sal de 120 metros de altura, que son la punta de un descomunal diapiro (domo de sal) que llega a dos kilómetros de profundidad.
Los visitantes recorren una galería de 86 metros, donde se aprecian las extrañas formas que este mineral adquiere, y con colores que no siempre son blancos.
En el recorrido por el Parque Cultural de la Montaña de Sal se detalla cómo el lugar se convirtió en las minas de sal potásica más importantes del mundo en el siglo XX, además de recorrer siglos de su aprovechamiento industrial y conocer la extraña historia geológica del lugar.
Rutas en bici desde Cardona
Desde Cardona parten varias rutas que permiten profundizar la historia del lugar y de paso hacer vida saludable.
Dos de ellas están relacionadas, como no, con el transporte de la sal. Una es la que va desde Cardona a Súria, un trazado de 17 km que tras dejar la famosa montaña pasa por las necrópolis de la Vinya de la Guitarra (donde hay nueve tumbas excavadas en la roca) y Can Banyes.
En la parada de Colonia Palà se descubre uno de los pueblos industriales catalanas que crecieron a la vera de los ríos, y el trazado termina en la villa medieval de Súria.
La ruta a Manresa
Desde esta localidad parte otra ruta, en dirección a Manresa, que implica andar o pedalear 23 km.
Una de las paradas es en el pueblo de Callús, donde los transportistas de la sal solían parar para dormir en un hostal ya desaparecido.
La otra es en Sant Joan de Vilatorrada, que creció abruptamente a mediados del s.XIX con la apertura de tres fábricas textiles.
El camino finaliza en el Parque de l’Agulla de Manresa, que cuenta con un pequeño lago y toda clase de servicios para descansar.